--...quería ver los originales de Van Gogh... pero no pensé en un lugar, en un museo... pensé en los paisajes...
...En cuál paisaje...?
--Pensé en muchos y... tal vez se entreveraron...
--Cuál te imaginaste por más tiempo...?
--Uno que me gusta mucho...una casa toda torcida... tal vez de piedra, junto a una quinta de hortalizas y unos árboles, todo como en cuesta arriba...
Manuel se rió y Ana le miró interrogativa, hasta que se dio cuenta de a dónde apuntaba su mirada...
¡ Era la casa que se veía al otro lado del camino! Sí igual al cuadro que ella se había imaginado... y.. Oh, que increíble...más allá...
--¡Miren ahí, hay otro cuadro... y allá otro... los conozco de memoria...!
Salieron todos hacia el camino y se llenaron los ojos de cuadros de Van Gogh. Pero ahí estaban vivos, como recién pintados pero al mismo tiempo... ¡Eran reales...!
Quedaban atónitos y nada decían. Siguieron caminando y tragando cuadros con los ojos. Después se acercaron a unos árboles floridos. Llegaron hasta ellos, Manuel tomo una flor entre los dedos sin arrancarla... Los pétalos eran pinceladas! Miles de locas pinceladas blancas y rosado claro, que bailaban en el aire una danza indescriptible. ¿Cómo podía ser...? Y las nubes de más allá, en un cielo pintado por un dios loco y apasionado... ¿Qué belleza!
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