sábado, febrero 06, 2010

786. Tras la colina

Le había hablado en bosquimano seguro. Porque otra cosa no podrían ser que palabras aquellos chasquidos variados que había emitido con la lengua en distintas posiciones. De tener la menor idea de como utilizarlos también él hubiese chasqueado la lengua en respuesta, si no se corriera el riesgo de decir algo inconveniente.
Por eso prefirió seguirle los pasos sobre la tierra roja rumbo a aquella colina que adelante mostraba su lomo pelado y todavía caliente. Es que no se podían dirigir a ningún otro lugar. No los había, aquello era un desierto duro que raspaba las plantas de los pies y se extendía vacío en cualquier otra dirección. Detrás de la colina seguramente había algo. Tal vez vegetación. Un río lleno de animales peleando por parcelas de agua barrosa. ¿Mosquitos?
Pero el muchacho caminaba sin mostrar urgencia. Las gruesas plantas de sus pìes se hermanaban a la tierra en cada paso. Su oscura piel vendría de pasar toda la jornada al sol como aguanta satisfecha la del tiburón la constante corriente de las aguas. No le quemaba la tierra, ni le secaba el aire seco. No corría en busca de heladas bebidas efervescentes, ni masticaba chicle. Era una parte del paisaje. Un ser humano puesto en su justo exacto lugar.
Manuel se sintió un intruso. No sólo por haberse venido envuelto en las sábanas que ahora le protegían de los rojos y ya tibios rayos del sol. Sino porque nadie le había invitado...
Pero estaban llegando a la parte alta de la colina... y ya se confirmaba la teoría de Manuel. Aquella mancha oscura que allá en lo bajo se veía cerca de achaparrados arbustos y tal vez una pequeña cañada... Parecía un conjunto de chozas, aunque no de barro. Aquí y allá sobresalían varejones que de mala gana sostenían trozos de géneros alguna vez coloridos. Tampoco eran carpas. Y todo alrededor muestras de actividad humana.
El bosquimano chasqueó varias veces la lengua volviendo agudo el tono. ¿Sería un llamado de atención? Comenzó a descender frenando con los talones un posible desliz. Porque la bajada estaba resultando mucho más brusca que la subida. La colina tenía la forma de una enorme cucharada de helado de chocolate mal puesta sobre un plato lleno de arena roja. Helado caliente, claro. Y sólido.. En fin...
Les salieron a recibir unas viejas flacas con apenas ropas que chicheaban de continuo las bocas mientras Manuel se les iba acercando para la múltiple inspección. Que fue detallada y llena de expresiones graciosas. Algunos dedos palparon con disimulo la tela de la sábana y otros intentaron desenvolver alguna parte del paquete... Pero de la choza más cercana salían tres pequeños hombres, no más altos que el muchacho guía y se quedaban esperando de brazos cruzados sobre el pecho...
Ahora el muchacho se hacía a un lado y dejaba a Manuel asumir protagonismo.

Chasquearon los tres sus lenguas al unísono.
A Manuel sólo se le ocurrió mostrar la palma de la mano derecha a la altura del hombro, aquel saludo de los Maquis de Lagomar; y sonreír, por supuesto.
Uno de ellos procedió a correr algo parecido a una cortina y descubrir la puerta de la penumbrosa vivienda.
Allegada al fondo pronto se pudo ver una mujer no tan flaca pero sí tan vieja como las otras, que miraba hacia la luz con su hermosos ojos almendrados. Tenía delante suyo y sobre una bonita esterilla, varios huesos y semillas vegetales. Una gema azul, una verde y otra roja.
Manuel entendió que la otra esterilla de adelante era su futuro asiento y lo utilizó justo para verse enfocado por aquella mirada que le forzó a bajar la vista hacia los elementos mágicos... que ya habían cambiado de posición...
Él no creía en magia pero si en que las semillas se estaban moviendo frente a sus ojos... y transformando... Tal vez ese perfume seductor que embebía el ambiente fuera apenas algún alucinógeno, pero aquellos pequeños objetos se estaban transformando en un complejo diagrama tridimensional que parecía estar reproduciendo su propio estado mental y anímico. Se sintió de pronto inmerso en el conjunto de equivalencias visuales que le rodeaban. Tocando el ritmo del corazón que palpitaba a su costado. Oyendo la catarata de aire que entraba en sus bronquios, Observando de cerca algunas neuronas de su mismo tamaño, cómo ronroneaban mientras bebían ese plasma luminiscente que les llegaba desde otros mundos.
¿Estaba dentro de si mismo o el sí mismo de había volcado afuera?


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