miércoles, febrero 24, 2010

791. Mejor no hablar de ciertas cosas...

En vez de ocuparse en contestar, la mente de Manuel se disparó en otro sentido, recorriendo el camino que una hora antes había recorrido hasta el fondo del terreno y encontrarse tras el meo con aquella grisverdosa barba  parlante. Qué había ido pensando sino en dos imágenes recientemente observadas, una estatuilla de un viejo duende, aquella que todavía restaba sobre el único estante despejado de la biblioteca del fondo, y la mencionada fotografía vista en las páginas de National Geographic. El duende era el mismo. Aunque llevado al tamaño de un niño grande y dotado de movimiento y palabra. El bosquimano también, este que ahora habitaba con total naturalidad una vez que hasta las cuerdas bocales le habían comenzado a responder. Dos imágenes sucesivas en su mente y dos viajes que se le habían impuesto con tanta fuerza perturbadora. La duda que el duende le trasmitiera era la vieja duda que siempre había empujado al último rincón del subconsciente. Podía haber resurgido vistiendo la figura que le llamara la atención, pero el muchacho? La trasmutación de los cuerpos no era un simple producto de su fantasía; los rockeros y Magdalena acababan de mostrarse incrédulos cuando les dijera ser quien era...Preguntó por las revistas que un rato antes estuvieran sobre el banco pintado de verde. Estaban caídas en el suelo y aquella... abiertas sus páginas aun en la foto. La levantó y sin alteración la arrojo sobre la mesa.

-Si ese fuera yo, estaría todavía en Namibia. En cambio...

Tantas  manos arrebataron la revista como ojos devoraron la foto del bosquimán con el arco enhebrado en el hombro izquierdo. Sin disimular el asombro le pidieron que se parara y mirase al otro lado de la misma manera que el personaje. Era el mismo. No quedaba la menor duda. La misma piel, el mismo pelo de motas apretadas... incluso el mismo arco!

-Está bién... Pero en qué consiste tu juego..? ¿Sos un mago?

-Si lo soy todavía no me he dado cuenta, pero...

No. Mejor no hablar de ciertas cosas.

-¿Como ha sido posible..?

- Tal vez no pase de ser una alucinación colectiva, ja. El hecho es que miré esa foto y... bueno, pensé algo sobre cómo sería vivir sobre un desierto rojo así y sentirse dentro de ese cuerpo bajo los rayos del sol y con las patas sobre las piedras calientes... Después salí a echar una meada al fondo y... (mejor no...) parece que viví en un instante toda una aventura en África, conocí al dueño de este cuerpo y... me vine en él dejando al mío allá... ¿Quieren una explicación...?  Bueno... podría inventar alguna. En realidad no la tengo, pero... ¡Esperen!

(sonó un tanto teatral)

Salió hacia la puerta haciendo señas de que le siguieran. En el patio oscuro les condujo apiñados como fanáticos tras el monje milagroso y llegados al fondo les detuvo abriendo los brazos como un Cristo negro pigmeo. Había en su voz aquella vibración trémula de los farsantes testigos de lo increíble.

-¡Miren ahí!

Ahí no había nada más que algunas telarañas huérfanas todavía tirantes en el aire. Rectilíneas y apenas visibles bajo el relumbre que desbordaba la pared del fondo. Una arriba y otra abajo... casi al nivel que pudiera tener un escalón pequeño. Perfectamente paralelas y ortogonales a otras que ahora se empezaban a descubrir, verticales e iguales... Cuatro en total formando un perfecto cuadrado de  tal vez un metro...

-¡El hipercubo! -gritó Magda.

Todos intentaron verificar si aquel pedazo cúbico de oscuridad era perceptible por el tacto. Manuel les detuvo interponiéndose.

-¡Cuidado...! Puede producirse otro accidente. Es muy sensible a los pensamientos ajenos...




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