domingo, junio 01, 2014

936. Simple Imaginación

Amagó Manuel a ponerse a aclarar aquella confusión producida, pero de nuevo se calló, volviendo a mirar con desconsuelo a su amada "flaca". Ella mantenía su anteriror expresión preocupada. Le hizo aquella mueca con los labios que mantenían como contraseña de acuerdo, para casos como éste, en los que las palabras no eran capaces, por lentas o complicadas, de lograr una complicidad instantánea. Nada. Volvió la mirada a los otros, levantó un poco el índice en dirección a don Miguel, como si fuera a iniciar, ahora sí, la esperada respuesta. Pero... Bajó el dedo,  la mano se la llevó hasta el mentón, como meditando aun o queriendo darle un redondeo mejor a lo que iba a decir. Pero no... Apenas deslisó una mirada resvalosa sobre ellos antes de mirar hacia la puerta por la que había entrado,  ponerse en movimiento hacia ella y seguir hacia la noche de afuera, para que sus pasos sonaran en el balastro mojado y sus ropas se fueran pegando al cuerpo a medida que el agua corría por las piernas hacia el suelo.
Era posible verle alejarse iluminado por sordos relámpagos, verle adentrarse bien pronto en el baldío de más allá de la casa de los Rofriguez y seguir  al fondo, como cuando de niño había gustado de imaginar en aquella maraña de ramas y enredaderas una verdadera jungla que ahora, en la noche lluviosa, más bien se sentía como una boca enorme de oscuridad que se lo estaba tragando.
Otro relámpago le permitió vislumbrar el viejo tronco caído que recordaba. Sobre él se fue a sentar, de espalda al mundo, sosteniendo la cara entre las manos y los codos en las rodillas, mientras  ni se percataba de que aquello era un vendabal de agua y viento y desolación.

Tal vez, en serio, todo fuese una locura. Simple o complicada locura. Una creación de su mente enferma. Los mundos paralelos. Su abuelo Abelardo, muy muerto pero muy vivo. Los encuentros y batallas con los ángeles. Su padre Mandinga III, negro rey de los semidioses. Todo.
Simple imaginación, y ahora...

Ahora no sabía separar lo real de lo imaginario, a partir de aquel día de los agujeros redondos en el piso del baño... O antes! Tal vez su vida entera, todo lo que recordaba, no fuera más que un conjunto de ilusiones...

Pero de pronto en la oscuridad, una mano se apoyó sobre su hombro y una voz, dentro del fragor de la naturaleza, una voz de hombre que le hablaba:

--Vení muchacho, volvamos a la casa...

Parecía ser la voz de Giorgionne. Se dio vuelta y observó un contorno similar al conocido. El saco de un rato antes que parecía licuarse desde las mangas. Los lentes de grueso marco y enseguida, en otro relámpago, la imagen patente de su viejo conocido, hasta en los mínimos detalles fotográficos... Pero todas sus locas alucinaciones, siempre había sido de irreprochable realismo...

--A vos también te estoy imaginando...




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