miércoles, septiembre 10, 2008

595. Tiempo de paz


Sin necesidad de guía, caminaron las viejas calles entre los pinos, frente a casas abiertas a los jardines, donde chicos aun jugaban sin vigilancia alguna. Los perros sueltos -y por lo tanto amistosos- preguntaban con sus miradas si era hacia la asamblea semanal de la comuna que caminaban, pues muchos otros vecinos ya habían partido para allá. Eran saludados con manos en el aire y chistes en voz alta. Llegando a la parada del quilómetro 22, varios que allí esperaban, se pusieron a silvar la tonada de los muchachos peronistas, desde hacía tiempo transformada por la gente en "Manuel, Manuel, qué grande sos".

Caía la tarde sobre los pinares oscuros y por encima el dorado y magenta del cielo vibraban un acorde silente y tranquilo. Eran tiempos de paz. Hasta las piñas, que colgaban secas de las ramas, sabían tomarse el tiempo para caer junto a los fríos del invierno y crepitar en el fuego de las noches hogareñas, misturando su aroma de resina con el de las comidas y la voces infantiles, antes de que la luna bostezara su pasaje lento por el cielo.

Manuel llenó los pulmones de aquel viejo aire de las calles, que le habían visto corretear mucho antes de que el mundo empezara a ser un extraño lugar, donde las cosas no son lo que parecen. Porque hubo un tiempo en que el azul del cielo era solamente azul, no habiendo más allá otra cosa que luz, aire, y más azul, para que las altas nubes navegaran sobre las calles y las casas y el griterío infantil de los recreos de la escuela.
Pero no se quejaba. A cada tiempo su historia y a cada historia su tiempo. Solo que... Le hubiera gustado elegir un poco más las líneas generales de la suya propia...

Allá adelante, en la avenida Becú, ya se veía la gente congregada. Llegaban los ecos de los altavoces, los aromas también, de los choripanes y eso que se siente cuando la gente es mucha y los pechos anidan sentimientos en común. Todo eso que también es vida, y de la buena, que nos reúne con nuestros semejantes en la experiencia de la comunidad, no de la masa.

Cuando llegaron estaba hablando el hombre de aluminio.




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