Qué pregunta más tonta!
¿Es que acaso no ha quedado claro el paralelismo establecido entre el acto de leer en este mundo y el de hacerlo por parte de un habitante de los mundos superiores?
A ver... Veamos... ¿Cuando estamos profundamente sumergidos en la lectura de un libro, somos a un tiempo concientes del la fecha de nuestro cumpleaños? Del nombre de la maestra del nene, o de toda la montaña de datos biográficos y de olvidos voluntarios que en conjunto constituyen de algún modo nuestra identidad? No, a no ser que la lectura ya nos tenga podridos y sólo persistiéramos deslizando la vista sobre los tipos por pura boludez. Todo el placer de la lectura está en olvidarnos de nosotros mismos dejándonos llevar por la historia del personaje, vivir sus vivencias, sufrir sus desgracias y robarle sus puros placeres, sin correr riesgos... Podemos identificarnos sin problemas con los más abyectos personajes, aquellos que hacen lo que nosotros jamás nos atreveríamos. O los más admirables o inteligentes, de esos a los que jamás invitaríamos a una partida de ajedrez Podemos llenar trincheras con nuestra sangre sin dejar de agonizar hasta que lleguen los rescatistas. Gozamos de tanto sexo como jamás podríamos soportar y pasamos hambre y sed o lujuria o tedio, iracundia e histeria, miedo o esplendor... Todo, olvidándonos de nosotros mismos.
¿Y acaso el Dios o semidiós, o lo que sea, que desde la altura de su mundo multidimensional se dispone a vivenciar (leer en nuestro caso) esta historia (si le interesa al menos) se va a poner a pensar en sus problemas cotidianos en vez de aprovechar para leernos completamente y sentir ser nosotros?
El problema está en darnos cuenta que ese lector que nos lee, somos nosotros. Nos hemos identificado con este personaje que creemos ser. Estamos poniendo toda nuestra emotividad dentro de sus frías letras de molde, mejor dicho...
Claro que nadie nos escribió con letras negras sobre papel blanco. Ni nos dibujó en tarjetas iguales que al hacerlas pasar velozmente den la ilusión del movimiento. Ni nos filmó en tercera dimensión con música envolvente, ni...Todas esas cosas pertenecen al simple mundo en que viven los personajes de las historias que nosotros como personajes de los otros mundos leemos. Nuestra historia está siendo escrita con esos elementos que llamamos la realidad. El tipo que nos escribe ha de tener a su disposición, no una máquina de escribir tipo Smith Corona, ni una computadora súper sport, sino una especie de híper-real procesadora de realidades
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