viernes, julio 31, 2009

718. Desnudo en medios tonos

Pero al cabo de unas horas de sueño, la noche del reciente invierno comenzó a cobrar su crédito a la tibieza. Cesado ya el fragor y... también caída la colcha conque al principio creyeron suficiente cubrirse.
Los ojos de Manuel se abrieron al silencio homogéneo que flotaba por encima. Se levantó en busca de algo conque cubrirse. Miró unos instantes sobre aquella penumbrosa cama, el cuadro irrepetible del cuerpo desnudo de Magdalena, que nadaba con sus miembros y sus senos boca arriba entre las sábanas. Esos medios tonos de grises, esas curvas. ¡Cuanta belleza!
Y el silencio.
Le pareció que el silencio era algo así como el tiempo sin la carga de las cosas. Con sus talones en el suelo frío pensó que era como que el tiempo se detenía cuando las cosas lo hacían. Cuando las cosas dormían y dejaban de suceder. Que el tiempo...
Pero qué le importaba a él el tiempo! El piso estaba demasiado frío debajo de sus pies como para detenerse a considerarlo.
Consiguió una frazada y... Le pareció hasta brutal cubrir con ella aquel cuadro con una burda frazada pero...
Acostado y tapado ya, siguió pensando en la imagen y en los medios tonos. ¿Podría él alguna vez dibujar, o pintar algo parecido...?

Entonces a lo lejos comenzaron a ladrar algunos perros...

Pero más allá...
Quién sabe si para adelante o para atras o para dónde...
Había otro mundo que él conocía.
Los otros amigos... Aquella gran aventura...

Pronto fue otro despertar. Esta vez conjunto a los mimosos quejidos de Magda que se había ovillado a us hombros compartiendo la suave tibieza.

Después la preparación del desayuno en la cocina.
El aroma del café traído por los rulos de vapor que se formaban sobre el cono de franela. La manteca Y aquellos tazones de esmalte cuarteado...

El tiempo continuaba. El tiempo antiguo. Aquel en que habían estado a punto de planificar una familia y agrandar la casita para que pudieran por ella corretear los hijos...

Porque al parecer.... Este era el mundo definitivo, en el que habría que asentar cualquier proyecto que se tuviera...

-Me gustaría ponerme de una vez a dibujar.
-¿Historietas...?
-Sí... Tal vez mi historia, esa...

miércoles, julio 29, 2009

717. El Brindis

Largo rato estuvo Manuel caído sobre la cama, filosofando sobre esas y otras cuestiones que le llegaban sin pausa luego de sobrevolarle en espera de que terminara de atender las anteriores. Por eso no advirtió que los contornos de las ideas se iban poniendo borrosos y hasta tal vez mezclados de elementos que no venían ni por casualidad al caso. Aquella mancha de humedad en el techo, que se volvía ave de enormes alas abarcativas de conceptos contradictorios... Esos duendes que no cesaban de aparecer a recordarle (engañosamente) cual era la línea de pensamiento actual... La tonadilla de su blue que aun continuaba con su tiovivo en segundo plano...
Se quedó dormido.
Tan dormido que cuando apareció Magdalena y empezó a hacerle cosquillas en la planta de los pies descalzos, y después a lo largo de la pierna enfundada en el vaquero, y en la cintura y después el pecho... No dejaba él de creer que aquel dulce Universo había decidido ser por fin el suyo, dejando de lado las dudas y los problemáticos problemas que hasta entonces en el otro, aquel escabroso e incomprensible, le habían mantenido jaqueado, impidiéndole el ejercicio de la felicidad.
Por eso no quería despertar. Es decir dormirse dentro del sueño o pesadilla de la que se acababa de despertar. Quería seguir despierto en la cosquilla suave que poco a poco efervescía su sangre dispuesta para el entusiasmo del brindis festejado en aquella su copa predilecta, la Magdalena.
Ya venía siendo tiempo de beber otra vez de la fuente insondable de las tibias aguas. De nadar en el mar privado de la felicidad. De compartir las pieles y disolver los cuerpos en uno solo, que se expansiona en la morosa satisfacción de todas las ansias antes de que lo pidan, ni que lo esperen.
Casi ni importa ya, si esto es el sueño o el despertar, porque mientras siga fluyendo... El Universo, fuera cual fuere, tendría permiso para seguir existiendo como un adecuado paisaje que contuviera en su seno la fiesta serena del almuerzo campestre.
Pero también la pasión. Y los labios mordidos y la saliva en el cuello, mientras los pezones enhestan su monte de Venus mil veces lubricados por los labios, y el falo relame, entre relinchos, las umbrías oquedades de la delicia


jueves, julio 23, 2009

716. Las ideas ocultas

Un par de horas más tarde llegaba Manuel a su casa arrastrando los pies por el balastro y silbando una reiterada tonadilla con forma de blue sonámbulo. Sin darse cuenta había ido poniendo letra a lo que silbaba.

El mundo, / se quiere aferrar./ A un sueño,/ que no es la verdad./Un día,/ se va a despertar./Ya tarde,/para reaccionar....

Magdalena no estaba en casa. Seguramente andaría tras  ese trabajo tal vez ya perdido, o en la casa de sus padres, bastante olvidados desde que comenzaran los muchos problemas que él les había acarreado a todos. Pobre gente que demasiada paciencia le habían tenido hasta ahora... y le tendrían que seguir teniendo, porque... Bueno, aquello no tenía remedio!

Se tiró sobre la cama a mirar el techo, como si el techo fuese el universo y el conjunto de todas sus verdades ocultas hasta el infinito. Porque cualquier lugar o cosa de pronto se le ocurría como siendo todas las otras, y conteniendo las esencias de cualquier otra, o del conjunto. No podía pretender que en sí mismo estuviesen esas verdades. Al menos en su conciencia ni rastros habían, a no ser que su pensamiento también jugara a las mismas trampas que todo lo otro y ocultara... ah! ...¿Cómo podría ser eso? Que su pensamiento ocultara el verdadero pensamiento que debería estar pensando sobre las verdades ocultas de todas las cosas... En los huecos que quedaban o que pudieran quedar entre concepto y concepto, en los intersticios que separan las imágenes... en las inmensas zonas silenciosas de su propia conciencia, porque... ¿Acaso era él capaz de tener conciencia de aquello que nunca había experimentado ni nunca había logrado ni lograría imaginar...? ¿Y acaso no era muy posible, de casi certera posibilidad, que esas cosas fueran la inmensa mayoría de las que en realidad le estaban rodeando, alimentando tal vez, y hasta empujándole hacia las más abismales fronteras de la comprensión...?
Más allá de todo lo extraño que había podido vivir en sus viajes por los otros mundos... Mucho más allá o más aca... Quedaba la zona de la posible existencia o inexistencia de esa cosa que otros más inteligentes que él llamaban "El Verdadero". No era casi necesario que existiera, porque... ¿No sería acaso demasiado pobre y limitante su pequeña idea de que las cosas puedan existir o no existir? Bien posible parecía que hubiesen mentes que se manejaran con cotidiana liviandad con una colección de conceptos distintos  además de eso del existir... Conceptos tales que bien pudieran resultar absolutamente incompresnsibles y aun inimaginables para una mente como la suya. Y sin embargo... Sin embargo ser esas mismas mentes superlativas las que se declararan de pronto incapaces de resolver el enorme enigma de La Verdad.
En este punto sedió su angustia. Un álito fresco en su conciencia le hacía comprender que no debía encarar aquello como una obligación. Ni como una adivinanza, ni como una tarea ineludible. Tal vez simplemente no estaba capacitado para encararla. Casi como si se hiciese a si mismo una risueña explicación, imaginó a alguien que sólo viese la realidad en blanco y negro y de pronto quisiera imaginart qué era aquello que los demás llamaban colores. Y que estos, a su vez, otro día, enfrentados a otros seres, quisieran imaginar las exoticas realidades que estos persivieran y comprendieran.. Un mundo de diez dimensiones. Los tiempos multiples, la esencia de los espíritus....



miércoles, julio 22, 2009

715. Juan Salvo

Para Manuel fue como entrar otra vez a la casa de su abuelo. Ese mismo olor a papeles viejos que caían desde los cuatro vientos que allí adentro no soplaban. Profusión de símbolos que remitían a otras épocas, el tíntero de cristal macizo sobre el escritorio, los lomos de cuero rojo de aquellos líbros del anaquel, la máquina de escribir Rémington, los... Pero eso especialmente que... se veía caminando hacia ellos desde la pared lateral! Nada menos que el mismísimo Juan Salvo enfundado en su traje de Eternauta, la cara sudorosa dentro de la máscara, y la nieve mortal cayendo afuera!

Ni que decir que decidió callar por el momento toda mención a los extraños encuentros que llevaba tenidos con el personaje, incluso retirar su mirada del cuadro, para llevarla a entretenerse en las otras muchas cosas que este antro, o tal vez templo del pasado, le tenía servido como un menú de pintorescos y variados sabores.

Miguel había arrimado otro de los sillones tapizados con gastadas hojas de cretona, a aquel en que él se había sentado sin esperar invitación. Ya le estaba hablando con su cascada voz que alguna vez habría sido sonora y bien entonada.

-Cuando somos jóvenes creemos en las cosas con una vehemencia tal, que muchas veces sin la menor mala intención terminamos forzando los términos de aquello que hemos sido testigos...

Había que cuidar las palabras.

-Usted sabe que las cosas no son lo que parecen ser. Usted es un estudioso de la ciencia.
-Es cierto,que la ciencia ha descubierto que la realidad es mucho más extraña que todo lo que pudimos imaginar, pero otra cosa es la fantasía, los fantasmas que nuestro temor ancestral a lo desconocido no hace ver en cada sombra que se mueve, o las maravillas que nuestra intuición descontrolada proyecta en la pantalla ancha del país de las maravillas..
-Cuando usted se reunía con mi abuelo, allá en la casa de San José de Carrasco pretendían construir un aparato volador que navegara a través de las dimensiones y el tiempo...
-Bueno... Es lo que te digo, éramos todavía bastante jóvenes, el entusiasmo nos impedía ver que nuestros conocimientos no eran más que meras especulaciones...
-Pero abuelo llegó a construir un aparato que cuando murió estaba casi a punto de funcionar, -arriesgó Manuel.
-¿Un aparato...? Ah, sí... Pero... Apenas pretendía con el recibir algún tipo de señales... Nunca funcionó, no señor. Lo que hizo fue crearle una deuda de energía eléctrica que no se si llegó a poderla pagar...
-Más que señales quería recibir mensajes... y también enviarlos...

Miguel pestañeó varias veces.

-...especialmente enviarlos.

Ahora Don Miguel suspiró al volver su mirada hacia Manuel, como si le quisiera envolver con un manto de triste y dulce cariño.

-Eran ideas muy lindas pero no eran realistas...
-Yo soy la respuesta a esos mensajes que querían mandar.
-¿Respuesta...? ¿Cómo... respuesta?
-Después le explico. Ahora le quería preguntar por Oesterheld. ¿Usted también fue su amigo, se escribían cartas?

El viejo no pudo evitar que su mirada reconociera el cuadro de la pared.

-No. El que le escribía con Oesterheld era tu abuelo... Se conocían personalmente...
-Bueno le puedo decir que ellos dos... Siguieron adelante con esos inventos: los perfeccionaron.
-Pero, no. A Oesterheld lo asesinaron los milicos del proceso antes de que vos nacieras.
-Usted sabe que el tiempo también es relativo. No es el mismo en todos lados ni trascurre de la misma manera....
-Estás desvariando.
-No, estoy hablando de mundos paralelos. Ellos me llevaron allí. Ellos no están muertos...

Don Miguel se levantó bruscamente como si tuviese que recoger algún libro de la biblioteca. Ya de espaldas dificultosamente balbuceo:

-Tonterías...







domingo, julio 19, 2009

714. ¿ARMAGEDÓN?

Ah, que la gente abra los ojos. Que la gente... ¡Como si fuera tan fácil hacer que la gente...! La gente abría los ojos, sí por cierto frente a la pantalla de los televisores muchas horas en el día, manteniendo cada vez más cerrados los del entendimiento. Muchas veces se había preguntado el por qué. Con Avelardo, el viejo amigo había sido este un tema de conversación y hasta de discusión, porque... sin desmerecer la inteligencia del viejo, era necesario también reconocer que cuando se ponía terco, se ponía terco.
¡Qué discuciones!
Abelardo sostenía que la idiotez no era congénita al género humano. Que eran los sistemas sociales de poder los que idiotizaban a los individuos, no por la vía de matarles el sentido crítico y la rebeldía sino por el más efectivo de desviárselos. Que los sujetos aprendían subliminalmente a criticarse entre iguales y rebelarse frente a los iguales en vez de juntar esas habilidades para sacarse de encima la tiranía de los poderosos, que así quedaba siempre en un topus uranus, más allá de toda impureza. Él, en cambio siempre le había objetado la falcedad maniquea de dicho punto de vista. Nunca había aceptado la idea del buen salvaje sojuzgado tardíamente por la civilización. La civilización había sido la obra de todos. Los débiles, aquellos que por cobardía o comodidad prefirieron transferir su voluntad a otros, y los fuertes que aceptaron el brillante negocio que se les ofrecía con tanto entusiasmo que, las más de las veces forzaron todo lo que pudieron la concreción del trato, tratado, o pacto social.
"¡Pues no!" había gritado siempre a esta altura Abelardo, herido en su corazón amante de la humanidad. Cegado por una pasión que le volvía inepto para la lucha política. ¡Pobre Abelardo!

-Yo me pasé los mejores años de la vida en ese intento y sabés qué...?
-¿Qué?
-Al cabo me convencí de que la mayoría prefiere no hacerse mala sangre, no pensar mucho, vivir a media máquina, con verdades a medias, con ideales de segunda mano...

Mientras entraban ya a la farmacia Manuel iba protestando que lo que venía a decirle no ra un nuevo argumento filosófico, sino una serie de imformaciones sobre una realidad que pronto se precipitaría sobre la faz de la Tierra.

-¿El Armagedón...?

Que le llamara como quisiera. Pero le estaba hablando de cosas que conocía por haberlas vivido. Seres no humanos que circulan por las calles y se infiltran en todos los gobiernos. Tratados militares secretos. Espionaje sistemático.

-Circulan muchas creencias de ese tipo...
-Estas no son creencias, tengo pruebas...

Miguel sonrió dulcemente sin dejar de estudiar la expresión de Manuel, Con un gesto le invitó a entrar a su escritorio privado entre montañas de libros acumulados sobre el suelo y extaños mapas colgados de las paredes







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viernes, julio 17, 2009

713. Camino a la farmacia

De algo ya se había venido enterando don Miguel, porque oídos hay en todas partes, y ganas de repetir cualquier cosa no muy bien entendida. Manuel, el flaco Manuel hijo que tuvo Margarita, la hippie, con algún negro de por ahí. Ese, que le hacía los mandados al finado Abelardo, por ser su abuelo... Sí, aquel que se las pasaba en la calle o en la playa.... Bueno, ese mismo era quien le interpelaba ahora para contarle enredadas historias que tal vez no provinieran de ningún desequilibrio mental sino tan sólo de una imaginación un poco superlativa. Ah, cómo hacía acordar a su abuelo! De aquellas hermosas tertulias invernales frente a la estufa encendida y la botella del espeso tinto que el viejo conseguía con viñateros amigos. ¡Y las ideas de Abelardo! Ah, ya no iba quedando gente para hablar de ciencia sin anteojeras. Para especular y dejar volar la imaginación pero siempre teniendo en cuenta lo poco que ya se sabe...

-Si me esperás unos minutos a que compre unos tornillos, a la vuelta me contás, y si no te alcanza las cuadras que hay hasta la farmacia, bueno... allá podemos seguir hablando..

Porque aunque Manuel no lo hubiese advertido estaban en la vereda de la barraca y la barraca siempre estaba llena de clientes. El viejo quería evitar, seguramente, que él siguiese propalando a viva voz tantos detalles extraordinarios de una realidad completamente desconocida.
Pero no le había rechazado, ja. Claro, qué se iba a extrañar don Miguel de cualquier cosa que él le pudiese contar, si cuando se juntaban con el abuelo, lo que hablaban ellos sí que parecía un montón de disparates, tan extraños y exagerados que muchas veces le habían hecho dudar si no estarían perdiendo la chaveta del pensamiento, por efecto tal vez de tanto vino.

Salió a los pocos minutos con su paso rápìdo y el cuerpo un poco inclinado hacia adelante, como siempre, y mientras se alisaba los bigotes sobre la boca iba metiendo el paquetito de los tornillos en el bolsillo de atrás del pantalón. Le reencontró mirándole por debajo de esos párpados que se iban arrugando como pasas de uva blanca, y le sonrió amistosamente.

-Bueno, empezá de nuevo desde el principio, sin apurarte.

No era fácil encontrar un principio adecuado para que todo no pareciera increíble. La historia de lo que le había sucedido resultaría demasiado larga. Las ideas principales sonarían a una saga de ciencia ficción...

-Lo que le quiero contar es algo parecido a lo que ustedes hablaban cuando mi abuelo estaba vivo. Con la diferencia que ahora se trata de cosas reales...
-Nosotros hablábamos de muchas cosas...
.A veces hablaban del espacio y del tiempo...
-Sí, de la Relatividad...
-Y a veces decían cosas que ningún científico había comprobado.
-Sí, hipótesis que se nos ocurrían para explicar lo inexplicable...
-Que los dioses de las religiones podrían haber sido extraterrestres.
-Sí, aunque quedaba por aclarar cómo carajo podrían haber recorrido inmensas distancias en tiempos razonables y con un gasto razonable de energía.
-A veces pensaban que pronto se iba a descubrir nuevas leyes de la física...

Miguel abandonaba el tono didáctico poco a poco.

-Claro! Y se han ido descubriendo... Quién iba a decir hace unos años que el vacío pudiera estar lleno de energía!
-Que la realidad podía tener más dimensiones que las que podemos percibir...
-¡Eso también! Aunque no es tan nuevo, pero recién ahora se le está dando pelota.

Manuel dejo correr unos momentos de silencio al son de los pasos que continuaban.

-Bueno, don Miguel. Usted sabe que yo no soy ningún científico. Ni siquiera he estudiado nada. Lo que le quiero contar es mi experiencia con ese tipo de cosas. Usted me puede hacer las preguntas que quiera y yo se las voy a contestar con mis palabras, porque no conozco los términos técnicos. Pero quiero que vea que no estoy inventando.
-¿Qué es lo que buscás?
-Quiero que la gente abra los ojos

miércoles, julio 15, 2009

712. El viejo Miguel

-¿...otra vez tus olores...?

De buena gana le hubiera mandado a la mierda, pero, bah... Ahora el asco y el horror le dominaban. Caía al precipicio de la realidad, el bien y el mal en todos lados en lucha, bajo los más variados disfraces y apariencias. La vertical del poder y la horizontal de la gente. En todos lados...

-Conozco a ese hombre.
-¿Ah sí? ¿Quién es...?
-Un agente de la CIA, o algo así.
-¡¿Agente de la CIA?! ¿Agentes de la CIA por las calles de Lagomar...?

Se levantó Manuel del rincón donde se había dejado caer.

-Sí. Aunque no lo puedas creer... Y además ni siquiera es humano... o a medias, un clon de seres extraterrestres, un infiltrado que trabaja para los imperios.

Dicho esto ya iba saliendo por la puerta que acababan de traspasar, pisoteaba el pasto y las bolsas vacías de leche que el viento había traído de sopetón por encima del cerco. Con extraña decisión ahora toma carrera y salta con sus rojos championes el portoncito ante el cual casi se acababa de desmayar, toma como ruta el callejón y rumbo al norte enfila decididos pasos que de pronto expresan sus antiguas convicciones de líder revolucionario de un entero continente.

Estaba decidido a retomar las acciones. Reunir a sus aliados. Elaborar nuevos planes. Cuantificar el posible armamento. Advertir a la población...

Aunque muy obsesionado por estos pensamientos en algún momento toma conciencia de haber sido saludado por una sonrisa conocida tres pasos atrás, media cuadra... y se da vuelta para ver la espalda de aquel hombre que va. Debía ser Miguel, el farmacéutico amigo de su abuelo. Tan inventor de imposibles y tan anarquista como Abelardo.

Le grita.

Como si fuese un prófugo peligroso, un último taxi en una madrugada helada, una oportunidad que conservara todavía un pelo para de ahí atraparla.

-Miguel!!!

El hombre oye y también se da vuelta. Espera.

Manuel corre. Le pide disculpas justificadas por las excepcionales cuestiones que en delante pasaría a referirle. La existencia de una guerra cósmica permanente que pronto se iba a desatar también sobre la superficie de la Tierra. El bien y el mal, personificados en personajes inversos. La gran patraña. El poder, que no es un problema solamente de los humanos. Ni de este planeta. Ni de época alguna, Los dioses mortales, espíritus perversos, enfermos de ambición y egolatría. El engaño. el gran engaño de todas las religiones...

Miguel le pide calma y que baje esa manera de levantar los gritos.

-No quieras decirme todo a la vez, muchacho.

Ambos ríen.

martes, julio 14, 2009

711. Nauseas

Qué otra cosa podría ser ahora que alguna banalidad tipo Testigos de Jehová en pro de compartir sus libritos, algún vendedor de pañuelos, o de buñuelos o de enciclopedias en cuarenta tomos y quinientos cincuenta fascículos? Tanto daba. De todas formas una manera de zafar de las pálidas y volver al mundo de las realidades inofensivas.
Por eso fueron los dos al encuentro del misterioso ente que el timbre seguía pulsando con porfía, allá en el portón ancho del jardín, donde la entrada al garaje sobre la hilera de losas de granito gris se cruzaba con la entrada lateral de la cocina, aunque el pasto desprolijamente crecido estuviera todavía confundiendo los caminos.
Era un hombre de traje. (Que vestía un traje.) Corbata gris y tela gris con un dejo perlado hasta un par de zapatos de lustre impecable...

¡Pero no mires su rostro Manuel! ¡Que no lo mires te había dicho! Pero lo miraste. Y palideciste al instante con flojedad de piernas temblorosas porque advertiste enseguida conocer esos ojos de acero inoxidable y esa tez tan incolora, aunque perfecta, conjuntados en la expresión más inocuamente amable que puede mostrar una estatua de sera o el rostro de tu viejo conocido, don Douglas Domenech, más conocido como el ángel gris, o simplemente Dow.

Claro. Entonces se retorcieron tus entrañas como intoxicadas de plaguicidas agrícolas, y te tartamudearon los labios como a un niño atemorizado y se te aflojaron no sólo las piernas sino, por qué no decirlo, hasta tus mismísimos esfínteres.
 Pobre Manuel. Allí, de pronto enfrentado a aquello mientras las imágenes mentales se precipitaban a esa velocidad que genera apariencia de movimiento, y las razones explicativas también. No se trataba por supuesto del mismísimo Dow que aquel día el Chumbo dijo haber matado en defensa propia mediante una ráfaga de sesenta y cinco balas (La primera de las cuales exactamente entre los dos ojos)  No. este era el Douglas Domenech de este mundo y estaba tocando timbre justo frente a ese portón porque buscaba al señor Ferrari, su socio. Lo acababa de decir, mientras al otro lado de la calle de balastro un coche gris de cristales polarizados, ronroneaba su motor obediente.
Rulo fue sintético:

-Ferrari no está y no sabemos cuando vuelve... Quince días tal vez. Nosotros somos pintores.

Manuel no pudo sostenerse sobre las piernas mucho más que apenas entrado a la casa. Quería vomitar lo que aun no tenía en el estómago. Temblaba sin poder articular palabra.

-¿Y ahora qué...?


jueves, julio 09, 2009

710. Curvas de nivel

Cuando volvieron a la cocina, sin escalera ni ganas de acordarse de ella, el agua estaba anegando toda la casa. No solo la cocina y los dos baños a través del pasillo central , sino también uno de los dormitorios cuya moquete, de generosa pelambre color celeste pastel, rezumaba agua al ser pisada, como si de un bañado se tratase.
Otra vez los manotones, las ligaduras que procuran detener la hemorragia, las puteadas y por fin la idea salvadora de aplastar el caño a martillazos hasta por lo menos aminorar el flujo del líquido elemento. Puf!

¡Ahora sí, podrían buscar la bendita llave de paso!

Estaba a pocos metros, debajo de la mesada de la cocina, a media altura, completamente visible a poco que fuera abierta la puerta corrediza aquella que en ningún momento habían consultado sin que por ello pudiera alguien haber pensado  que se tratara de una imperdonable falta de conocimientos o de atensión. A cualquiera le puede pasar. Y le pasan seguramente cosas peores al más pintado sanitarista de esos que a cada cosa nombran con la palabra propia y precisa. Que visten pantalones anchos y blancos, como panaderos, y llevan consigo un maletín de herramientas adecuadas. Claro que cuando a ellos les pasan cosas de este jaez se debe a defectos de la instalación o de los materiales o por lo menos del mantenimiento.

El agua cesó por completo de manar y Manuel, bastante más calmado comenzó a sentirse progresivamente mejor, más optimista. No era posible explicárselo a Rulo, pero acababa de comprobar que el paralelismo entre las dos existencias no era demasiado completo. La alacena se había derrumbado en los dos mundos de manera parecida pero esto, por ejemplo, del caño roto, no había ocurrido en absoluto allá. El Clío había terminado con su pintura rayada en los dos mundos, pero el encargado de arrastrar el rollo de alambre con la pata de la escalera, había sido en cada caso distinto. Las cosas no estaban escritas en el libro del destino. La vida de cada cual tampoco...

Se trataba apenas de tendencias, de probabilidades...
Que a veces se pueden esquivar...
Que otras veces nos atrapan desprevenidos...
Que por lo general ignoramos...

Y bien, pero entonces los dos mundos no eran tan enteramente distintos ni tan enteramente iguales. Se podían evitar aquí algunas de las desgracias que allá nos habían ocurrido. Y se podrían, tal vez, repetir acá algunas de las buenas cosas que habían ocurrido allá.

-No. No es el destino. Es la tendencia.
-¿La qué...?

Mejor no responder y revisar el resto de las habitaciones.

El gran living de pisos tarugados también había sido invadido por las aguas que, poco a poco, comenzaban a disolver el tinte nogal según la irregular profundidad del charco. (Verdaderas curvas de nivel. ) Era menester encontrar un lampazo. Desalojar las aguas, escurrir y secar luego con trapos, hojas de diarios que no había, toallas que sí encontraron en los baños, y hasta con alguna cortina completamente seca que pendía de barrales demasiado altos. Qué más remedio. Aunque las toallas amarillas adoptaran un desparejo tinte castaño, difícil de eliminar, y la cortina... bueno...

Habiendo quedado ese piso bastante seco, quisieron volver a la cocina para continuar trabajando, pero se detuvieron frente a la puerta del dormitorio a rascarse el cuero cabelludo. Allí no se podía arrastrar el agua por el pasillo hasta el desague del baño. Tampoco iba a ser tan fácil quitarle el agua bebida a la sedienta moquete... ¿Qué hacer...?

Por el momento nada, en ese preciso momento estaba sonando el timbre de calle.








domingo, julio 05, 2009

709. Témpera y engrudo

De pura bronca y vergüenza Rulo tartamudeaba, incapaz de reconocer alguna responsabilidad en lo que acababa de ocurrir y que vos hace rato adivinaste. Que la escalera se iba a enganchar con un rollo de alambre acerado y que la punta del alambre acerado se iba a deslizar  por el guardabarros del cochecito dibujando una impertinente línea blanca que zigzagueaba sobre la chapa cromada, como si fuera la rúbrica de algún sujeto nervioso.
Sólo puteaba, maldiciendo su suerte y la concha de la re-puta madre que habría parido al alambre, al Clío y a la escalera.

-Podemos probar con témpera...

Lo miró con ojos llenos de odio creyendo que se trataba de otra de las bromas de Manuel. Esos coches venían pintados con ese sistema tri-capa, que saben hacer muy pocos pintores y que da ese tornasolado especial. ¡Témpera! Lo mismo que dijese engrudo para pegar la montaña de porcelana que el boludo acababa de hacer añicos!

-¿Todavía te quedan ganas de joder...? Ya van tres cagadas que hacemos en un rato.
-¿Tres?
-Tres, sí, La alacena que arrancaste de la pared. El caño que pinchaste... y esto. Si seguimos así no nos van a querer pagar el trabajo...
-Es el destino, Estaba escrito...
-¡Qué destino ni qué escrito!. Estas cosas sólo les pasan a los boludos...
-Aunque las quieran evitar,,
-No, lo que no pueden evitar es ser boludos!
-¿No te acordás que el otro día en tu casa, te previne de todo lo que nos podía pasar aquí...?

Rulo entreparó las diatribas,

-Un montón de boludeses.

Manuel apenas agregó:

-Todavía faltan varias...





viernes, julio 03, 2009

708, El alambre mal nacido

Ya estaba. Pero sorprendido también, de haber descifrado el enigma con tanta presteza como la falta anterior de ella. Esas cosas que nos hacen sentir inteligentes por el primer éxito posterior a incontables fracasos. Que a veces llamamos tomar conciencia... Bah!
Ya estaba simplemente el enigma resuelto. Urgente, decía el abuelo, sin haberlo dicho otras veces, queriendo decir entonces que lo de ahora corría prisa. Emergencia, peligro o alguna otra razón similar...

-¿Es que no pensás levantarte más de ese suelo? Tenemos que trabajar!

Lo dicho. Con Rulo no había caso. Pero a pesar de todo tenía razón en algo. Todavía no había atinado a levantarse de entre los poligonales trozos del destrozo, así que...
El asunto era cómo contestar. Chocolate por la noticia que si tuviese alguna bola en buen estado de el problema no existiría. Sentarse en el punto phi y desde allí simplemente pensar un mensaje con intensión de que fuera enviado. Extraña manera de volver simple lo complicado que existía, al menos en algunos mundos, aunque no en éste, recalcitrante rincón dónde las cosas todavía costaban sangre sudor y lágrimas.
Allá vamos.

Cazó con una mano la masa y con la otra el fierro ese que Rulo llamaba corte y sin mediar más comentarios entró a picar el reboque a lo largo de la mancha de humedad. Duro reboque que emitía chispas a cada dos por tres, pero que tras la primera capa sedía bruscamente al impacto de la herramienta y la herramienta se adentraba presurosa en sus entrañas. Ah! El fierro era repelido de pronto por un géiser de agua fría que ya estaba salpicando su cara y buena parte de su vestimenta.

-¡Pinché el caño! Cerrá la llave de paso.
-¿Y dónde está?

Las llaves de paso por lo general son ubicadas en el lugar más obvio, o sea aquel donde jamás pensaríamos buscarla. La llave de paso se disimula en el rincón más oscuro e incómodo, pero además... por lo general no funciona, se ha trabado luego de años de desuso e indiferencia humana.

-No la encuentro, -resonó la voz de Rulo desde algún lugar de habitaciones vacías- subiré a cerrar la bajada del tanque,
-¡No...!
-Ella dijo que en el garaje había una escalera...
-No, dejá...
-...detrás del Clío...

Manuel no se puso a correr hacia el garaje para llegar primero porque no se resignaba a dejar aquella fuente brotando con toda su energía. Trataba de detener el torrente metiendo un dedo sobre la herida, miraba a los lados como si fuera posible que justamente pudiera ver algún objeto o sustancia apropiada para la tarea, se bañaba en fin, fuera de toda voluntad. Pero no se evadía del todo de la tragedia que podría estar por comenzar en el garaje. Sólo un poco. Pensando que tal vez el destino no aceptara intercambio de personajes. ¿O acaso lo que tuviese que suceder sucedería no más, aunque el protagonista no se presentara a la escena?
En eso, junto con ruidajes varios, distinguió la exclamación de Rulo:

-¡La puta que te parió, alambre de mierda!

Ya estaba. Los hechos acababan de contestar su pregunta. Ahora sólo restaba evaluar lo daños y ver... si por acaso pudieran disimular los rayones en la pintura.

-Oh! No! No! ¡La puta madre! ¡Qué cagada!

Sacó entonces el dedo, dejando en libertad al chorro para que mojara a gusto todo lo que quisiera y comenzó a caminar con pachorra rumbo al garaje. Después de todo no dejaba de ser gracioso que por esta vez fuera su falso primo quien metiera la pata. Al pedo, porque nunca se iría a bajar del caballo del sabelotodo que había montado toda la vida, pero igual...

-¿Que ha pasado, primo...?