martes, marzo 31, 2009

673. Salen dos y entran cuatro

Llegaron todos al mismo tiempo. Julieta, Rulo, y estos dos de revolcarse en el monte. Frente al portal de "Los Dogones" se cansaron de tocar timbre y empujaron la pesada puerta de aceitados goznes, que cedió terreno abierto hasta las luces que allá en el fondo iluminaban la continuación de una historia que estaba cambiando por momentos.
¡Había desaparecido Mandinga! ¿Dengue había estado gritando a todos los oídos sordos que por fin el intruso se había retirado de su cuerpo! ¡La anciana madre de Ernesto había sufrido un horrendo ataque de pánico, durante el que
parecieron bailar sus flacos huesos una danza embrujada al ritmo de temblorosas y extrañas palabras! Ahora dormía luego de la inyección del Dr. Bermúdez...
El único que sonreía cuando terminaron de enterarse, era Dengue. Liberado.
No. No sabía nada. Ni tenía la menor idea sobre cuales habían sido los últimos movimientos del otro. Nada le había confiado, sino que de improviso sintió que estaba otra vez en posesión de toda su extensión humana.
En cuanto a lo otro...Por llamarle otra cosa a la pasta base... ya se iba a solucionar, y estaba dispuesto a permanecer internado en ese mismo lugar el tiempo que fuera necesario...

-Lástima la señora vieja... Se ve que ha pasado por algo muy fuerte.

Margarita preguntaba a Manuel con la mirada por qué no venía a abrazarla y a llenarle de besos la cara como otras veces.
Manuel deprimido por la extraña desaparición de su padre verdadero, devolvía la mirada de Margarita desde una distancia grande, desde detrás de profundas dudas sobre la posible personalidad desquiciada que ella pudiera vestir en este mundo.

Magda le dio algunos besos, como para entretenerla, y se copió de su sonrisa.

Ernesto recién dejaba de hablar en voz baja con el facultativo. Preocupado.

Bermúdez había recuperado el protagonismo.

Es que ahora, todavía con la jeringa en sus manos, se disponía a hacer conocer su diagnostico y pronóstico general, sobre los sucesos reales y supuestos, acaecidos debajo de ese techo. Alucinaciones. Alucinaciones producidas primero por el efecto de un poderoso tóxico sobre un organismo débil. Que después se había contagiado al resto por el especial dramatismo conque se presentara. Esas cosas tenía la psiquis humana. Esa propensión a entrar en resonancia con los padecimientos de sus semejantes. Hasta la señora, a pesar de haber estado en otra habitación, habría percibido la tensión nerviosa reinante, los tonos de la voces, el ritmo de los pasos y el hecho de que por algún rato la hubiesen dejado absolutamente sola...

-Pero mi padre estaba aquí con nosotros... Usted lo vio!
-Sí, y qué tiene de raro que se haya ido...?

Giorgionne intervino.

-Tal vez no debiéramos ser tan tajantes doctor... El muchacho no parece estar delirando... y afirma que la historia anterior era verdadera...
-Porque recuerda perfectamente el contenido del delirio que sufrió.

A un costado Manuel por fin beso a su madre y preguntado contó que Mandinga estaba perfectamente frente a su mirada cuando de pronto dejó de estar.

-¿Tu padre dijiste...?
-Mandinga.
-¿Y como sabés que es tu padre si...?
-En otro mundo, mujer, en otro mundo... Yo en realidad no soy quien vos creés...

Margarita rió divertida para todos. Aunque los chistes de Manuel no iban con su estilo, siempre le divertían... Aquellas historias que le contaba de chico el loco de su abuelo...

-En este mundo no se llama Mandinga. Es el negro al que le dicen Yaka Zulu.

sábado, marzo 28, 2009

672. Etéreo Metano

Porque era noche y los grillos criqueaban escondidos entre los troncos de los pinos, o tal vez no, pura imaginación convencional, no sé si en esas fechas... Y hubo un brillo casual en sus ojos, una vez que hubo marchado el ómnibus, arrancando de vuelta, y dejándoles abandonados caminantes de calles cavadas entre los montes, y tal vez una manera de llenar de pronto los pulmones con este aire húmedo y silencioso... Por cierto que muy agradable tipo de mujer directa de sonrisa plena. Veinte años... Y otros tantos que no deberían contar en la cuenta por haberse perdido en desvaríos conservadores. Ella sin embargo parecía igual, sin haberse enterado del paso del tiempo como en la canción de Fernando Cabrera, clavada en un cartel. Y continuar hoy aquella mala réplica de los verdaderos tiempos libres, que siempre fueron mejores, aunque esta noche... quedaba todavía el conflicto de saber que se trataba de la madre de su principal paciente...
Fuerza es reconocer que fue ella quien le tiró detrás de un tronco caído entre los pastos de la vereda para besarle como en las películas eróticas aunque en la más profunda oscuridad. Esa química extraña que de pronto estalla desparramando miembros y desnudeces que sólo se aprecian con las manos, y que se da en variada medida entre los más distintos pares de humanos. Gordos con flacas o viejas con jóvenes. Intelectuales con rústicos. Dulces con salados...

Ellos apenas un hombre y una mujer. Ahora compenetrados en el lenguajes de los olores y los sabores, almendra oscura de acaramelado perfume. Abismo umbrío del etéreo metano, pétalo de rosa, espina, sangre a borbotones por las arterias del cuello, calor... Y ese aleteo cosquilloso en lo más recóndito del alma, casi un prurito; puesto de custodio unos pasos antes del verdadero lanzamiento, que se iba a producir igual, a toda carrera por sobre la tabla del trampolín. Qué locura.

Después disimular arrugas en la piel de los brazos y quitarse pinochas de la ropa, entre risas y lamentos vergonzosos. Puah!

miércoles, marzo 25, 2009

671. La última hippìe

Dijo llamarse Margarita y bromeó con aquella del percal reencontrada por Gardel fuera del rioba. Artesana y cultivadora de todo lo que no fuera convencional. Vegana, ya no. Ni siquiera vegetariana porque. Ni mucho menos del New Age, como se te ocurre? Acababa de decir que anti-convencional. Hija de un sabio y de una señora de profesión labores, ambos muertos en su ausencia,cuando a la temprana edad de catorce años huyera de su hogar sin ningún otro motivo que el deseo de conocer la verdadera libertad, aquella que se construye a mucha distancia de la gente responsable.

-Podríamos decir que vengo siendo la última hippie.

Vittorio siempre había sospechado que algunas de las adolescentes de antes deberían sobrevivir en alguna parte, fuera de las universidades privadas y los cursos de pos grado, pero no así. No tan así, tan... Lo estaba viendo mientras ella hablaba sin complejos mostrando su abundante dentadura y esos hoyuelos en las mejillas laterales. Parados ambos, mientras el coche perdía velocidad, para bajarse ambos, casualmente en la misma parada de Lagomar!

Se bajaron y todavía hablando se encaminó a cruzar Gianastasio  hacia el norte, por el mismo lugar que él, aunque después, según dijo, debiera doblar a la izquierda y apurarse a llegar a la casa de su hijo antes de que apagaran las luces. No le gustaba golpear.

Vittorio aseguró que a él tampoco, y sonrió estúpidamente a la espera de que ella se tomara el trabajo de descifrar el chiste, o inventar él otra cosa para ver la posibilidad de no separarse todavía. Parecía que no le disgustaba...

-Yo también vengo a la disparada a atender un muchacho enfermo...
-Ah, sos médico?

Alarma por curso de colisión entre el significado de la palabra "médico", dicha así con desparpajo y el significado de la misma palabra para una generalidad.

-No, no, médico no. Amigo,... vengo más bien por amistad y...
-Bueno, sigo mi camino... No quiero despertarlo a Manuel.
-¿Manuel...? Bueno es un nombre común...
-Manuel es común, pero Manuel Aquelarre hay uno solo y es mi hijo.
-¿Aquelarre Goiticoechea?

Tres meses que no lo veía y ahora que por fin había podido venir a Montevideo a buscar piedras negras para sus obras, no iba a pasar de largo sin ver al muchacho más perfecto nunca visto. Su hijo Manuel. No por su mérito, sin embargo. Sino tal vez todo lo contrario, por su falta de responsabilidad como madre.

-La libertad siempre está plagada de errores.
-Lo tuviste muy joven?
-No tanto. No sé cómo hice para no embarazarme antes de los diciocho!
-Bueno, entonces vení conmigo. Yo sé donde está Manuel ahora





lunes, marzo 23, 2009

670. El santo espíritu

Incómoda cosa cuando se viaja en ómnibus junto a  un cura y su curiosa mirada que no nos deja siquiera fingir que nos retiramos una pelusa del pantalón con el verdadero proposito de agarrarnos el pene y arrastrarlo hasta una posición desde la que se pueda desarrollar sin trancarse en un pliegue de la ropa.

-Me bajo en Lagomar... No no he visto todavía la nueva capilla de...

Ahora la mujer se ha puesto de pie y se encamina hacia el baño. 35 a 38, suéter rellenito por un par de tetas redondas, así, como para llenar el hueco de la mano y un perfume que ahora se adivina sobre la piel de la cadera, allí mejor que en ningún lado, adivinando el profundo abismo desde el que sambullir el ego para su inmediata disolución...

-Ah, sí... Sanctespiri  o... ¿Cómo dijo...?
-La capillita se llama "Del Espíritu Santo".
-Claro

Extraña cosa que deseemos fervientemente ese momento en el que nos asomamos a la inexistencia, pero sí.
Al pasar a dejado la sensación de que un gran hueco, profundo y aterciopelado nos acaba de saludar... Como dos polos o mejor cargas de distinto signo que alguien ha separado para que se atraigan sin remedio.

-Sí, claro. El Espíritu Santo... La tercera persona del plural...

La puerta del baño de plástico deja sonar su contacto con el resto poco después que la bocanada de meos y perfumes químicos ya ha ganando el pasillo. El muchacho de la izquierda, dos filas anterior, eructa sonoramente, quizá para llamar la atención sobre su indiferencia por la atención ajena...
Ahora estará sentada sobre el plástico celeste, los pantalones por debajo de la rodilla y esa expresión. ¿Cuál expresión sería?
No. Era posible que hubiese pasado de valde nada más que para pasar a su lado y poderle aquilatar... o a algún otro que estuviese en la misma hilera y que sus ojos buscaban cada vez que miraba. Uno o dos asientos a lo sumo, para atrás, porque...

-No. No soy católico. ¿Por qué...?

Dió vuelta la cabeza bruscamente, como para hacerle entender al clérigo que buscaba esa razón ineludible de que alguien fuera de alguna religión. Cualquiera. En eso pudo constatar que el rectángulo de plástico descolorido aun permanecía cerrado ocultando el misterio de la mujer del suéter y su perfume, seguro que estropeado ya... Acaso allí se podría abrir una ventanilla y viajar mirando las sombras del Parque Roosevelt?

-¿...se precisan razones para no creer...?

El tipo movía los labios, esos rosados y carnosos, en un constante subibaja que por momentos dejaba entrever un juego de parejos dientesitos muy bien lustrados y la punta de una lengua curiosa. ¿Qué decía...?
Era esta vez indiscutiblemente el sonido de la puerta al cerrarse. Los pasos se podían adivinar como los movimientos de un supuesto péndulo que pre avisan el momento del pasaje por el costado.

Lástima que tan rápido. Allá va... Se ha sentado.

sábado, marzo 21, 2009

669. Como si el mundo se hubiera...

Y aunque a muchos parezca excesiva fantasía el alma de Vittorio le comenzó a sobrevolar y adelantarse tres pasos rumbo a la parada del 121. Medianoche cercana desde los balcones de Pocitos y un asfalto que ha sufrido tanto tránsito anónimo. Pero no por eso. Ni por inconsciente indiferencia ante el sufrimiento ajeno. Que de eso con seguridad se trataba, sino... Porque sentía que por fin la vida volvía a latir por sus arterias. Para qué vivir si la materia de la vida se limitara a una constante y gris repetición, si los hombres fueran nada más que letras amontonadas en páginas de diarios que ya nadie lee, si nada impulsa a nuestros pulmones a tragarse el aire de la noche de un sólo envión, a oler las flores de lejanos balcones o tal vez jardines bajo cuyas sombras alguien ama a alguien en imposibles y peligrosas formas, o huye saltando cercas, muros o tapiales, perdiendo zapatos y ganando ladridos de perros, para salvarse; aunque se supiera de antemano que inmediatas y azarosas circunstancias volverían a arrojarle desnudo frente al misterio.
Sus latidos tropezaban entre ellos cuando bajó en la terminal de Ómnibus y se adentró, sonámbulo para los demás, en aquel cristalino ámbito donde el murmullo de los pensamientos ajenos reverberaba sobre una multitud de gentes grises. Cuando sin ver nada llegó a la ventanilla y se enteró de que en cinco minutos salía un coche. Cuando se acomodó en el asiento junto a un cura con ganas de conversar...

Como si el mundo se hubiera de vuelto de pronto mucho más luminoso.

Porque la claridad que le rodeaba e iluminaba los rostros de los pasajeros, se había vuelto, ahora de una nitidez asombrosa. Y su estancia allí sentado sin importarle que el ómnibus se estuviese poniendo en movimiento, ahora, junto con el siguiente latido que se prolonga sanguíneo por una pléyade de arterias, para alimentar a las millonarias y pequeñas células todas ellas expectantes del desarrollo de la historia en común.
El perfil anguloso de la mujer que asoma su nariz allá adelante, tal vez por tercera vez, con cara de estar preocupada por lo que pudiera ocurrir tras la ventana, pero torciendo vertiginosamente los ojos por el pasillo hacia atrás, en busca tal vez, o para confirmar algo que había creído ver. No era un ser gris. Sólo en apariencia.
Ni tampoco el cura regordete.
Ni siquiera el joven guarda, que parece resistirse a estar vestido con aquella camisa blanca impecable y aquellos... en vez de los vaqueros y los champeones del barrio.

Ni él, por supuesto.

Sabía que un profesor le hubiese dicho que estaba viviendo un "inside" sobre la manera que deseaba profundamente, vivir la vida. Que otros pensarían en que súbitamente su energía vital se estaba incrementando por vaya uno a saber qué exóticas influencias. Y otro simplemente hablarían de las crestas y los bajos de las ondas, pero... Esto estaba resultando muy real. Estaba viviendo, ahora!

No quería perderse el más infinitesimal instante.
Eran todos instantes de su vida que venían llegando a un cuadro por vez y sobresalto. Darse cuenta que el labio le había temblado apenas porque la muchacha al mirarle había desparramado un reguero de lucesitas rodantes por sobre su cara y que... No, no había pensado en acercarse con cualquier pretexto, aunque pudiera, porque ahora tenía que concentrarse en ese misterioso asunto del muchacho enfermo y de todo lo otro tan diferente a lo que se escucha en las conferencias.

Pero la experiencia había sido con ecos de aquella vez que...

El labio suyo, sin atajos, pareció querer remedar el gesto de aquella primera aproximación a la piel y los labios de una muchacha. Sin nombre, por pudor. Debajo de aquella copa del paraíso que llovía flores blancas y violetas mientras de lejos llegaba aquella especie de música...

Y otra vez se producía la erección!



miércoles, marzo 18, 2009

668. DOS EN UNO

Enseguida Dengue 1 volvió a pedir la lengua para sugerir que Mandinga volviera a recorrer los lugares por donde recordaba haber andado, por si terminaba encontrando su cuerpo, aunque mal presentimiento tenía sobre su estado de conservación. Llevaba casi una semana de huésped de su tocayo y era de suponer que su cuerpo habíase convertido en cadáver.
Dengue 7 le arrebató la maquinaria sonora. No se sentía dispuesto a aguantar al intruso por más tiempo. Era necesario que saliera de él por las buenas. Que si no...
Mandinga intentó tranquilizarle con algo de humor hablando de la situación embarazosa, de la conveniencia del parto natural sobre toda forma de aborto.
A nadie le gustó el chiste

Pero a todos se le hizo patente que enfrentaban una dificultad nada fácil de resolver. Un parto de personalidades aferradas a un mismo cuerpo y cerebro. Manuel siguió desarrollando la estrategia de la calma y el ganar tiempo para pensar.

-Por ahora van a tener que acomodarse más cómodamente donde están... Que ninguno trate de quitarle nada al otro. Tienen que convivir. A mi se me ocurre que tome cada uno el control de uno de los órganos que son dobles... las orejas, los ojos... Los pulmones no. Esas cosas mejor que funcionen por su cuenta. Que no quiera cada uno tirar sus pasos en distinto sentido...

-Andá a cagar, chavón! -Era Dengue 7 con su vos gastada.
-Te estoy diciendo la verdad, hermano.
-No. le estaba hablando a este otro de aquí.
-Que te hizo?
-La tiene con el asunto de que nos váyamos a bañar. ¡Que se bañe él!

Pero las mentes de todos, menos Bermúdez, estaban lanzadas al infinito de las finitas perspectivas. Presumibles, casi seguras. Los Dengues deberían convivir el resto de sus días a no ser que alguna ayuda pudiera llegar del más allá. Alguna idea salvadora, algún poder...

-Bueno está bien. Vamos a movernos despacio tratando de no tropezar... ¿Donde está el baño?

El cuarto mensaje SMS de Giorgionne fue el primero atendido por Magda en su teléfono:

::¿Como que hay dos en el mismo Dengue? ¿Qué querés decir, Magda?

Pero la flaca quedó con el dedo sobre el teclado. No creía posible escribir un mensaje de cuatro palabras que explicara tantas cosas raras.

::Mejor venga cuando pueda.
::¿Es algo grave?
::No. Es decir...

Vittorio revoleó la colcha por sobre el respaldo del diván y con premeditado giro de piernas colocó los pies justo al centro del hueco del suelo, entre libros, vasos, y platos con resto de comida. Se sacó el odiado pijama a rayas que siempre había usado y tomó aquel vaquero que ya desaparecía entre la ropa para lavar. Después -se imaginaba- En caso de que no haya ómnibus a esta hora haría dedo por Avenida Italia , como a los veinte años, que volvía a sentir en los huesos del esqueleto y en el aire que respiraba

sábado, marzo 14, 2009

667. Testigo de Cargo

La puta casualidad hizo que a un mismo tiempo sonaran los celulares de Ernesto Federico, con el aviso de que frente al portón de Lo Dogones esperaba el doctor Bermúdez. Y el de Magda con sus campanas otra vez, pero ahora anunciando el saludo e interés del licenciado Giorgionne por la marcha de los asuntos. Ernesto se atropelló a recorrer los cincuenta metros que mediaban hasta el portón, mientras Magda trataba de sintetizar el pesimismo optimista conque presenciaba tanto desafuero. Manuel, en cambio infló sus pulmones de ideas contradictorias. Miró a Mandinga, como para decírselo, mal dicho, qué la duda casi imposible radicaba en encontrar algún recipiente adecuado para depositar allí al primer Dengue una vez que, supuestamente, le lograra extraer del ya menguado cuerpo del séptimo. Mandinga no entendía un corno, pero participaba del mismo desconcierto. Tal vez por su condición de crónico mal estudiante, carecía de toda idea práctica y también teórica sobre cómo fuera posible que una persona se pudiera meter dentro de otra. Inocentemente había creído que las personas se componen de alguna sustancia inespacial que solo obtiene domicilio al asociarse con algún cuerpo vivo. Pero ahora... Venía a quedar en evidencia que el Dengue que había conocido en Tierra 1, había hecho, no sólo un cambio de mundo, sino que había viajado en forma de persona desnuda. Sin cuerpo.... hasta que llegara sobre este planeta ululando hambre de carne y de huesos para sentar sus reales.Se lo imaginó como una ave negra perdiendo las plumas en la picada, pero no la vista de águila para encontrar de primera, el cuerpo que le venía más en talle. Entre miles de millones y un planeta dando vueltas... Bien que supiese cualquiera que de esos viajes no se llega como viniendo de la luna sino... Pero el doctor Bermúdez aparecía en el marco de la puerta y elevaba, con expresión grave, la vista a través de todo el mundo para verificar el locus de su paciente y los signos de su presumible peligrosidad.

-Desalojen la habitación, por favor.

Manuel torció la cara por debajo del sobaco, para verlo avanzar, muy cauteloso pero digno. Le causó mucha gracia y poco respeto.

-Estoy hablando con ellos. Por favor, déjenos solos.

Se detuvo. Pensó consultar algo con su amigo. Lo desechó... La ciencia debería estar siempre por encima de cualquier consideración social, de costumbres o buenos modales.

-Soy médico.
-Sí, ...ya nos conocemos...
-Por eso... Voy a revisar al paciente.

Manuel se paró pero bien enfrente de Bermúdez. Decidió cortar por lo sano.

-Usted no va a hacer nada. (Si ellos no se lo piden).

Claro que el facultativo montó en cólera inmediatamente. Faltaba más que este morochito le viniera a tratar como a una sirvienta! Inmediatamente, es decir en cuanto pudiera, pondría las cosas en su lugar, una vez que el atrevido dejara de mirarle directamente a los ojos sin mostrar intenciones de apartarse.
Ignorante tal vez. Con la petulancia que le presta la ignorancia. ¡Pobre infeliz!

-Debo medicar al paciente... Acaba de sufrir un proceso convulsivo...
-Ja. No es uno sino dos.
-Dos procesos convulsivos seguidos...?
-¡No! Que ellos son dos... uno dentro del otro. Son casi idénticos. Pero uno sin querer, cayó dentro del otro, y el otro sintió tanto miedo que empezó a consumir pasta base para huir del terror. El caso está resuelto. Puede retirarse doctor.
-Ah. Usted también consume?
-No, mire, no quiero ofenderle pero... hay cosas que están más allá de su ciencia... Vea, venga, siéntese a un lado y escuche en silencio.

Se acomodaron uno junto al otro, Manuel tomando ahora la mano de Dengue.

-Escuchen los dos. Vamos a empezar a entendernos. Uno de ustedes es de acá y el otro de allá. Así que yo les voy a llamar así, de esa manera, acá y allá. Traten de no molestarse para que los dos escuchen todo lo que yo diga. Para empezar... vamos a hacer unos ensayos. A ver... le voy a pedir al Dengue de allá que le pida prestada la lengua al de acá y que salude al doctor Bermúdez quién promete o darles más inyecciones.

La boca de Dengue retorció muchos sonidos ininteligibles.
Manuel intervino.

-Cuando digo la lengua también me refiero al funcionamiento de la mandíbula y de la garganta. Dengue de acá... teneme confianza. Yo te garantizo que después te va a devolver todo... A ver. Otra vez...

Ahora el rostro de Dengue sonrió.

-Hola doctor Bermúdez. Yo soy Dengue, el Dengue. Te quiero decir que lo que contó Manuel sobre el accidente que hemos sufrido... yo y mi socio aquí adentro, fue más o menos así. Ahora tenemos que tranquilizarnos y ver como Manuel nos ayuda a volver a la normalidad. No creo que usted pueda ayudarnos, perdone...
-Bueno, ahora cambien los mandos -ordenó Manuel.

Sonó una voz mucho más apagada y vieja.

-Hola. En serio doctor, en eso estamos de acuerdo. Por favor no queremos inyecciones

Bermúdez dejó colgar la mandíbula. Nunca había creído un pito de esas historias de múltiples personalidades que contaban los que se especializaban en psiquiatría. Una persona es una persona, un cerebro y unos cuantos órganos sensoriales! No podes tener un pedaso sin matar al conjunto... Más bien seria... Posible... Que conviviera la verdadera persona con... una parte de ella que se le ha dado por creer que es otra persona. Un error de perspectiva, una falla. Porque fuerza se hacía reconocer que las mentes también pueden fallar...

lunes, marzo 09, 2009

666. La cornisa del piso 88

 Pero sonó estrepitoso el ring tone del celular de la flaca, con sus campanas de catedral al vuelo, tanto que olvidaron todos lo que estaban hablando para atender a lo único que no deberían. Qué cosa tenía esta muchacha que hablar y con quién. Por pura distracción por supuesto, porque... a quién le pudiera importar eso?
Cuando el garabato de voz que desbordaba desde el aparatito mostró un tono e inflexión de alarma se sintieron justificados. Cerraron el círculo. Hasta Mandinga,  que nada sabía de esta gente.

-No, por favor. Me parece que Manuel tendría que estar allí. Es el único amigo que tiene Dengue.

Más alarma y manotones al teléfono, que terminó en el suelo con la vocesita todavía sonando. Manuel lo agarra al revés y repite hola, hola, lo da vuelta y en cambio pregunta quién es en vez de preguntar qué pasaba con Dengue.
Era Ernesto repitiendo casi a gritos que a Dengue le habían vuelto las convulsiones cada vez peor, y que ya venía en viaje el doctor Bermúdez.
Que le mantuviera lejos del pobre Dengue, fue las respuesta casi amenazante.

-Vamos para ahí- gritó mientras sin haberle pedido la moto a Rulo ya la miraba e invitaba con la vista a Mandinga para llegar antes que nadie y tratar de lograr la separación de los dos Dengues pero por medios naturales. Rulo asintió con un pestañeo y Manuel ya le estaba explicando a su padre el extraño fenómeno que se había producido cuando ambos estaban montando al aparato de las dos ruedas y pataleando el pedal del arranque Manuel.

Todos irían para el mismo lado pero la moto ya subía la siguiente cuadra.

Entraron sin llamar y se encontraron con un panorama de verdad preocupante. Denque saltaba como un skater de una punta a la otra de la habitación, tapándose los oídos y gritando NO NO NO. Como si hubiese recuperado todas sus sus energías y perdido el resto de la razón. Ernesto trataba de seguirle y de tal vez de atraparle en alguna pasada, sin éxito ni demasiado empeño, mientras Irene, la enfermera interponía su cuerpo frente a la puerta que daba a la habitación de la anciana.

Manuel gritó.

-Te dije, Dengue, que te quedes quieto!

Dengue se quedó quieto, pero girando la cabeza presentó quejas contra su inquilino, quien se quería adueñar de todo...

-¿Te habla? ¿Qué te dice...?
-¡Está más loco que yo!
-Sí, pero qué te dice...?

Dengue disimuló algo.

-Boludeces...
-¿Quiere que le prestes la lengua...?
-¡Sí!  ¿Qué pelotudez es esa?
-Dengue... Escuchame... Te tengo que explicar algo difícil. Yo sé lo que te pasa... Dejame que te explique...
-Bueno dale. Ahora se dejó de joder.

Primer paso dado. El sujeto se dispone a escuchar las instrucciones sobre cómo bajarse de la cornisa del piso  88 desde la que había estado por tirarse, sin resbalar ni dejar que las piernas tiemblen demasiado. El segundo paso era saber qué se debería decir a continuación. Por ejemplo explicarle. Sí, de eso se trataba. Pero con palabras simples y sin asustarle demasiado. ¿Más asusatado de lo que está? Pero logrando que  el sujeto entienda que se encuantra en una situación muy comprometida, de la que sólo podría salir, con suerte y colaborando lo más posible con los que se disponían a servirle de guías. Es decir...

-Ese otro que tenés adentro no es tu enemigo...
-Ah, no?.... ¿Y entonces por qué me quiere echar, por qué se metió aquí?
-El no se quiso meter... Lo metieron.
-¿Ah, sí... ¡Qué chistoso!
-En serio, Dengue. Yo sé quién es. Lo conozco...
-... y yo? Lo conozco...?
-Eeehhh,... No, vos no lo conocés.

Era lo justo. Porque la pregunta quería preguntar por el pasado. Si Dengue 7 conocía de antes a Dengue 1. Ahora, mal que bien se estaban conociendo, pero de la peor forma. La discordia entre hermanos. Qué decir hermanos? Eran más que hermanos, eran... Dos versiones posibles del mismo modelo. Dos reflejos en dos espejos deformantes distintos de un mismo patrón, quizá, como podría haber imaginado Platón si no hubiese preferido la idea de la caverna, la luz y las sombras sin haber ido jamás al cine.

-No, Manuel, en serio... Yo sé que estoy loco. Estas cosas me las imagino
-No, no estás loco. Eso cree el doctor ese que te quiere tener todo el tiempo dormido. Soy amigo del otro y si nos ayudás, vamos a tratar de que salga de vos...
-Hacés umbanda?
-Ja. Algo parecido... ¿Te animás...?
-Con vos, sí.





domingo, marzo 08, 2009

665. Hijo de cualquier um

Por supuesto que Julieta y Rulo recibieron la presentación como un trozo demasiado grande de carne que no podían deglutir. Pálida y sonriente, Julieta hizo un cabeceo a modo de saludo, sin entender todavía  cómo sería posible que de buenas a primeras Yaka Zulu viniera a ser reconocido por su hijo como padre, antes de ser él quien reconociese a Manuel como su hijo... después de tanto tiempo y cruzarse todos los días casi sin otro saludo que aquellos ughs que se estilaban entre vecinos poco interesados en intimar. Rulo ni siquiera cabeceó. Detuvo en cambio su mirada sobre la facha bruta del negro, reteniendo apenas el sentimiento racista que pugnaba surgir a pesar de saberse más oscuro que claro, ni alto, ni rubio ni dueño de ojos celestes. Siempre había pensado que no había problema conque alguien fuera negro. ¿Pero tan negro, así como Yaka...? Con esos labios exagerados enmarcando una boca que al abrise mostraba sin pudor buena parte de los órganos internos... Esa facha cualquiercosaria no solo por las rastas y los aros pendientes, sino por aquel chalequito de seda blanca, bordada con claveles rojos, como los gauchos payadores del tablado, los anillos en cualquier dedo con brutales piedras verdes y rubíes, los bombachudos de tela brillosa... las enormes ojotas con suela de cubiertas viejas... ¡Qué asco!
En seguida Manuel se vio en  el aprieto de explicar lo que parecía inexplicable. No que pudiera ser hijo de cualquier um, como dicen los brasileros,  ni que su padre fuera un negro de absoluta negrura, puesto que eso vendría a ser algo hasta obvio para quien le viera mulato hijo de una blanca; lo increíble podría ser la explicación de que tales paternidades y filialidades vinieran de otros mundos y que aquí, sobre esta sólida Tierra 7 que pisaban... tal vez... el Manuel autóctono no terminase siendo hijo del correspondiente Mandinga autóctono del correspondiente segundo tiempo, heredero del trono de los Mandingas, por extraño que pareciere!
Entonces lo que acababa de decir como presentación habría sido una mentira?
No, mentira no. Porque el parentezco existía aunque viniese de otro mundo.
Pero algo engañoso al menos. Fijaos que para Rulo y Julieta las cosas se presentaban de otra manera al desconocer que Mandinga era otra persona que Yaka Zulu y que ni siquiera Manuel era el mismo que conocían.

Manuel se rió.

-Claro que todo esto tiene que ver con mi historia, esa que ustedes no pueden creer. Bueno, ahora tengo la prueba. Este que está aquí es mi padre del otro mundo. Es un semidiós que tiene poderes como los héroes de los dibujitos... Pueden pedirle que haga cosas extraordinarias...

-¿Cosas extraordinarias...?
-Sí, como... por ejemplo...mmmm...
-Es una joda? -preguntó Rulo.

Mandinga se puso de pie encantado, en el medio de todos como si fuera un círculo. Logró con decisión de movimientos  que la atención se fijase en su persona, como hace el mago mientras aprieta el pedal oculto, y sin mediar palabras hizo aquel gesto de encender un fósforo en el aire, sin otro resultado que empequeñecerse dentro de sus raras ropas hasta el tamaño de un oso de peluche y volver al tamaño previo de inmediato.

El público no encontró demasiado extraordinario el número. Hasta en el parador del Pichi se habían visto hipnotizadores más interesantes. Claro que sonrieron, por el lado de la simpatía Mandinga ya estaba haciendo mella en las voluntades.
Pero ahora mostró un gesto de contradicción.

-Lo que te decía Manuel. Aquí las cosas no funcionan, es un mundo raro!

Julieta, creyendo lo de la joda, pidió otra prueba.
Manuel dijo que la tendrían.
Mandinga resopló.
Manuel le miró con atención.
Se le veía deprimido.
Muy frustrado, pero de pronto estalló en risotadas.

-Sí otra prueba y muy graciosa. Miren, ustedes han de conocer a alguien muy parecido a mi que habitó o habita por estos parajes.
-Sí -contestaron  Julieta y el Rulo, queriendo seguir el juego.
-¿Cómo podríamos llegar hasta él?
-Dando un paso...



sábado, marzo 07, 2009

664. Les presento a mi padre

Estando más tarde en la cocina de la casita, frente a la fuente de los buñuelos que acompañaban al mate, fue que se pusieron, un poco, al tanto de las últimas informaciones. La guerra continuaba sobre Tierra I cuando Mandinga pasara unos días antes. Satanás había ya traicionado todos los pactos y corrompido a todos los gobernantes que se ofrecieron por favor. La gente comenzaba a mostrar ganas de rebelión...

-Para mi eso ocurre en el futuro. Cuando estaba allá era el presente...
-Claro , sí -reconoció Mandinga recordando que ya había estado buscando a Manuel en este mundo, para él, "Tierra 7", sin encontrar a otro Manuel que el autóctono, a quien atribuían una historia increíble que le había tocado vivir "cuando tenía veinte años fui raptado y llevado a otro mundo.
Sólo al cabo de otra vez confiar en su olfato era que lo había terminado por encontrar dos años antes. En Tierra 7. Donde ahora le tenía que advertir o acaso reconocer que llegando a este mundo las cosas no parecen funcionar como en otros.

-Casi me estrello otra vez, como aquella. La vibración de las cuerdas parece que en este mundo se va apagando, no tienen fuerza. Y además... No sé, pero sospecho que Satanás haya establecido alguna vigilancia o barrera alrededor de este lugar...

Manuel recordó aquella otra tierra donde su abuelo estaba vivo y que junto a sus amigos le habían facilitado las cosas para construir una bola para volverse a su mundo pero... Tampoco allí las cuerdas parecían querer vibrar, menos que aquí, que al menos algo habían aguantado a Mandinga para que no se estrellase.

-En otra tierra en que estuve antes, las cuerdas ni siquiera vibraban... No creo que sea obra de Satanás?

Mandinga sacudió su cabezota.

-Uno nunca sabe.

En eso sonaron los pistones de la moto de Rulo que venía pisando el pasto de la entrada. Asomaron las dos cabezas por la ventana de la cocina, abierta a las estrellas, con las dichas dos cabezas, sonrientes sí, pero extrañadas de ver con sus amigos al negro "Yaka Zulu", aquel que dicen que tuvo algo que ver con la Margarita, la madre de Manuel, pero que anda de misterioso y se desaparece por largo tiempo...

La flaca se empezaba a refregar gatunamente sobre las costillas de nuestro héroe.

-¿Me vas a llevar...?

Entraron por la puerta del fondo los recién llegados justo para escuchar lo último.

-Ah, están por salir?

-No, no.... pasen. Pará que voy a traer unos taburetes

Sin querer las miradas de Rulo y Julieta recorrieron la figura de Mandinga como baldes de agua viscosa que chorreara poco a poco, consiguiendo incomodarle la postura. Manuel lo sintió así y quiso atacar por la vía directa.

-Les presento a Mandinga, mi padre.

miércoles, marzo 04, 2009

663. Las pinochas trémulas

Qué agregar para ese momento sino que adelante, allá donde la calle dejaba de ser horizontal para irse cuesta abajo hacia la casa y ,quedaba por eso suspendida esa entrada, sobre el relumbre lejano de las luces de Montevideo, allí, sobre ese relumbre vieron que una figura humana de importante tamaño, había estacionado sus piernas abiertas y toda su estampa, casi como si pretendiera interponerse a cualquier pasaje. El corazón de Manuel dio varios tropezones junto con la sospecha de estar reconociendo el recorte de la figura. ¡Mandinga! No podría ser otro.
Con todo se contuvo, considerando la posibilidad de que se tratara de la versión vernácula de su padre. ¿Padre también en este mundo...? Tal vez ni enterado de las tragedias y comedias que se pudieran vivir en los mundos vecinos, aunque las pudiera olfatear a través de aquello del.... (ya no se acordaba).
Magda se sintió un poco amilanada por la presencia pero sabía que nada malo le podría ocurrir yendo con el flaco y entonces acompañó su paso acelerado hasta que estuvieron justo enfrente de lo que resultó ser, aquel negro enorme que algunas veces se veía deambular por esas mismas cuadras, que según decían... los vecinos...
Desde un paso de distancia Manuel ensayó un saludo cauteloso.

-¿Mandinga...?

Tal vez oyeron el rumor del aire soplando sobre las cuerdas de las pinochas trémulas.Tal vez el paso leve de las hormigas por el camino que se escurría cercano a las suelas.... Tal vez algún suspiro dispersado a lo lejos por la brisa, pero, desde el oscuro pecho de aquel hombre no brotaba el más mínimo sonido. Es más, no se le escuchaba ni la respiración... solo que... sí! Un agudo silbido que ya estaban oyendo ahora se entrecortaba en pujos repetidos como los resuellos de una risa. ¡Se estaba riendo! Aumentando el sonido y abriendo los enormes brazos para abrazar a Manuel y ponerse a saltar con él por todo el ancho de la calle.

Por fin.

Había sido este el vigésimo quincuagésimo tercer mundo que visitaba tras los pasos de su hijo... Se interrumpió mirando a Magda, claro, tampoco lo sabía, ¿y ella?, sobre su identidad, y su origen. ¿O acaso...?

-Ella lo sabe casi todo y de a poco lo va creyendo.... Pero dónde has dejada la bola. Que nadie la encuentre... mirá que este mundo...
-Ja en el monte de enfrente a tu casita. ¿Te acordás...? En el mismo lugar en que caí aquella vez. Ja ja.
-Bueno, vamos para casa.

martes, marzo 03, 2009

662. LA CRUZ DEL SUR

Porque aunque fueran de mundos intercambiados y por eso recién conocidos, lo eran desde la infancia, como ya se ha dicho, y tan parecido cada uno a su doble que... daba gusto simplemente caminar otra vez aquella larga tarde que se iba reclinando por sobre la franja costera desde Lagomar hasta Montevideo. Pronto sería noche, y no sólo los sapos, sino también un trillón de grillos decorarían otra noche con sus villancicos otoñales.
Estaban en franca paz, por ser conscientes ambos del juego que habían aceptado jugar. El juego de la realidad. Ese que se juega siempre que se acepta todo.
Conocían el otro juego, también. El de mirar sin ver más que lo que se quiere ver, al modo conformista. O el de los que se apavoran ante las primeras sombras movedizas.
Entonces se iban mirando al caminar, un poco de soslayo, paso a paso, ahora otra vez de la mano. Contacto quíntuple. Piel y piel...

De pronto ni que se fueran a levantar volando!
De ímpetu entusiasmado,
bandadas de garzas levantan vuelo,
y el corazón también.

Demasiado jóvenes para detenerse a considerar una postergación. Allí mismo un monte invitaba en su espesura a tirarse juntos al suelo. A besarse girando sobre la hojarasca y a quitarse sin pudor la ropa. Hecho. Que ambos vibraban en esa onda medio salvaje y festiva a la que se sentían atraídos mutuamente. ¡Cómo si no se conocieran!
Seguir después, ya noche, con las pinochas enredadas en los pelos y las risas bajo un cielo que enroscaba hileras de estrellas alrededor de la cruz del sur...




domingo, marzo 01, 2009

661. Daño Cerebral

Santo remedio. A los pocos instantes Dengue dejaba de convulsionar, pasando a un estado semi vegetativo, liso y anodino como una carretera sin tránsito. A Manuel no le pareció bueno.

-Si usted lo plancha de ese modo cómo puede llegar a saber lo que le pasa?

Bermúdez torció la curvatura de sus mofletes.

-Pshhhh.

Claro el pobre tipo ignoraba que pudieran existir realidades distintas a la realidad que todos los días enfrentamos cuando abrimos la ventana del dormitorio. Que hubiesen otras ventanas -quién sabe cuantas- que abrieran sus hojas en otras direcciones, dimensiones, universos..

-Si escuchara su historia podría saber cual es la ayuda que precisa.
-Tení­a convulsiones y estaba delirando.
-¿Y cuál será la causa de las convulsiones...?
-Daño cerebral.
-...Y qué significan los delirios...
-¿Será necesario que se le explique a alguien todaví­a que un delirio es un delirio, una serie de imágenes generadas por un cerebro confundido y enfermo?
-Yo podría ser nada más que un delirio de su mente...
-¡Pamplinas! Me tengo que retirar.

Salieron primero Bermúdez con Ernesto hacia el caserón y el pequeño garaje de la Harley con sidecar para que sentara en él sus reales el Dr. Bermúdez, con bastante más pompa que elegancia, no sin antes detenerse ambos al costado del vehí­culo a intercambiar consignas remarcadas ritmicamente por el índice del médico que subí­a y bajaba rosando la barriga del dueño de casa.
Partieron.
Enseguida, y luego de que la enfermera les explicara que Dengue, por lo menos iba a dormir durante las próximas 6 u 8 horas, Manuel y Magda recordaron que tení­an una casa que les esperaba, y un plato de comida y una cama.
Partieron también, caminando las mismas mismas calles, a pasos bastante largos, aunque elásticos, de niños jugando al gigante, porque se sentí­an de golpe contentos de volver a... un lugar que aunque no fuera el mismo para ambos, si se invirtieran los papeles nadie encontrarí­a la diferencia. Pero además... Y esto no es algo sin importancia. Magda sin proponérselo había ya cruzado el lí­mite del baile propuesto por Manuel, y tomaba por verdadero todo aquello que un dí­a antes veí­a como un disparate.
Por eso el oscurecimiento progresivo del cielo y las nubes parecieron adecuados manejos de iluminación para ahondar en los sentimientos de los personajes. Una terráquea de ley que un dí­a descubre que su compañero cree ser un extraterrestre. Y un exiliado del multiverso que ha venido a caer en estas desoladas costas.