sábado, junio 28, 2008

560. SOMOS MERCADO

-No, te decía porque la otra vez se murió de frío un yorugua allá en Merlo, por no decir, fijate vos. Aunque si habría dicho era
lo mismo porque la gente hora esta viniéndose soreta, como te digo, con este asunto que todos quieren ganar y venderte algo. Si no tenés guita pa comprar estás jodido.
-¿Comprar qué...?
-Lo que sea. No viste lo que dijo la loca de que el mercado somos todos, cuando eliminó el salario mínimo...?
-¿Que loca hermano, nosotros recién llegamos, no estamos ni enterados.
-La María Julia esa. La Alsogaray que ahora Menem la puso de ministra de economía.
-¿Otra vez está Menem de presidente?
-Por cuarta vez...

Manuel miró a la flaca.

-Esta vez si que nos tiraron a la mierda.

El kiosquero seguía.

...por eso te decía que yo me termino de apiolar recién ahora. Sabés qué...? Todo es joda, hermano. Haceme caso. Te tenés que apiolar vos también porque si no te vas a venir loco como toda la gente que ha entrado en eso de andar vendiendo y comprando todo el tiempo. Cualquier cosa, porque dicen que somos el mercado y el mercado nos da de comer a todos a condición de que la plata circule... Fijate vos. La gente no tiene tiempo ni de cagar. Cuando no andan vendiendo, andan comprando y cuando no andan comprando andan con la maquinita haciendo cuentas y chocándose las columnas por la calle...
-¿Pero no hay trabajo...?
-Sí que hay. Cada argentino tiene tres o cuatro, pero los sueldos son los que el patrón quiere pagar, mierda, eso es lo que pagan. Claro que la gente en eso sí se ha apiolado. En el trabajo usan el teléfono para vender las cosas que han comprado en otro lado, o se van diciendo que están enfermos... los echan claro pero buscan otro trabajo que abunda porque como nadie hace nada aparte de vender y comprar y fijarse en la pantalla de las cotizaciones a ver a cuanto anda el rollo de papel higiénico de onza y media y esas cosas como lo que hacía Lalo Mir por la radio.
-Pero lo votaron...
-Por miedo. Fijate que ahora el dolar vale cinco guitas, me entendés?
-No se. ¿Cinco pesos?
-No, cinco centavos! No existen monedas de ese valor. Mirá esta revista de aquí. Esta porquería de chismes, la tengo que vender a... y serían como cien dólares.
-¿Y se vende?
-A Rabiar, pero la gente dice que si se va Menem nos vamos todos a la mierda. El País, la gente todo... bueno ya se vendieron las plazas..
-¿Como las plazas...?
-¿Ah tampoco están enterados de eso? El primer decreto que firmó el quía, ahora cuando juró la cuarta vez, fue para poner todo en venta. Todo, todo. Dice que las propiedades del estado son plata muerta, improductiva, así que se reciben ofertas. Ayer firmaron el contrato de venta de la Policía Federal. La compro una sociedad entre los de la Siemens y varios tránsfugas de acá, Macri y otros...
-¿La policía...? ¿Y cómo van a hacer negocios con al policía?
-¿Te parece poco? Hermano, la policía maneja todo el negocio de la prostitución, la droga y el afano. Ja, te parece poco...?

Magda volvió a tironear del brazo a Manuel.

viernes, junio 27, 2008

559. TODOS LOCOS

Después quedaron suspensos. Las miradas todas en los últimos movimientos de las peonzas pétreas que parecían ralentar sus movimientos y disponerse al descanso cuando de pronto, como el sonido de aquellos viejos discos que a veces patinaban, todo comenzó a recobrar energía. Las luces intermitentes a parpadear con mayor frecuencia. La luz violácea que rodeaba a la caja transparente central, a fluctuar con mayor energía como si comenzara a latir de nuevo su corazón de plasma. El teléfono celular de Magda a llamar con ese ringtone parecido a un balido...
Magda se sorprendió más que los otros. Sabía ella que nunca hubiera cargado en el aparato tamaño mamarracho, en lugar de su acostumbrada Marcha Turca. Lo puso sobre su oreja y quedó helada cuando por el cribado del plástico sintió resonar una especie de carcajada caprina que se destacaba sobre un coro descompuesto de berridos estridentes. Enseguida, y antes de que nada dijera vio como el halo violeta de la máquina de Abelardo crecía en forma de lengua hacia ella y Manuel. Que los atrapaba en su baba luminosa, los arrastraba reduciéndolos hasta el tamaño de los guijarros que ya veía a su lado y...

Bien, que no había forma de resistirse a aquella avalancha de gentes desesperadas que avanzaba sin miramientos como si aquel fuese el último día, o el último cohete a partir de un planeta a punto de estallar. A su lado iba Manuel avanzando de espaldas, aferrando su mano y viendo, como ella, aquel ridículo cartel suspendido del techo que sólo decía las dos palabras escritas en enormes letras negras: ESTACIÓN ONCE. Vio que los labios de Manuel pronunciaban algo que ella no lograba escuchar, completamente tapado por el coro de insultos que aquellas gentes pronunciaban de forma continua,acompañando los codos que hacían palanca sobre las costillas de los vecinos, los pies que flanqueaban tobillos o pisaban colegas, los hombros que cuando no empujaban como arietes de rugby, se escurrían de perfil entre otros cuerpos como la quilla de alocados rompe huesos. Insistía Manuel, ahora ya a los gritos, medio perdiendo el equilibrio. Insistía y por fin Magda pudo intuir que se refería a la conveniencia de girar ellos también y ponerse a tono con el avance de la muchedumbre. Lo hicieron a tiempo para no ser pisoteados sobre el hormigón de aquello que parecía ser un andén, ya que adelante se podía vislumbrar los techos de lo que al parecer serían una serie de vagones detenidos hacia los que el flujo de aquella horda parecía dirigirse y apretarse y embutirse, sin pausa y sin que los pobres carromatos tuviesen tiempo siquiera para hacer un disimulado provechito.
De pronto estuvieron adentro y apenas resistiendo el ascenso del estómago que se les quería salir por la boca, sonaron las puertas lanzadas sobre sus topes y, toda la maza compacta que ellos formaban junto con los otros, los respaldos de los asientos, los hierros y todas las indistintas cosas que lo rodeaban, se puso en movimiento... ¿Hacia dónde...?

-Estamos en Buenos Aires -explicó Manuel al oído.

A Magda la información no le servía de mucho pero pensó que no era momento ni lugar para demasiadas explicaciones, estaba tratando de zafar una de sus rodillas que había quedado incrustada entre las carnes traseras de una señora que por sobre los hombros de otro cuerpo acababa de abrir escasamente una revista llena de fotos, para después girar el cuerpo o por lo menos la cara y sacar su nariz de la zona de influencia de aquel perfume tan intenso y pegajoso que le estaba a punto de inhibir las pocas ganas que le quedaban de respirar.

-Me quiero bajar.

Bajaron cuando pudieron hacerlo, es decir cuando la masa humana que les rodeaba así lo decidió, pariéndoles de forma explosiva en otro andén, ahora mucho más pequeño y que ni bien el tren volvió a partir se vació rápidamente dejándoles solitarios y en silencio frente a un kiosco de revistas.
El kiosquero tenía puestos unos enormes auriculares por dentro de los cuales parecía estar escuchando alguna música que le hacía marcar el ritmo con el pequeño matecito de hierro enlosado azul bolita que sostenía con la mano derecha y con la pava de aluminio que sostenía en la izquierda, mientras miraba hacia el otro lado de la vía aquella muchachita de vaqueros ajustados que se bamboleaba nerviosamente de un lado para otro.

-Decime... -en realidad Manuel sentía necesidad de preguntarle algo sin saber qué cosa preguntar.

-Decime...

El kiosquero parecía no escucharle y continuaba con su mirada enrojecida y su ritmo y sus rastas puestas todas en quién sabe qué ensoñaciones que hasta tal vez ni tuviesen que ver con la muchacha del otro lado.

-Decime...

Ahora de pronto recordó que tenía aquel amigo que vivía en Merlo.

-Decime... Eh, vo,... loco,... pinta,... chavón,...pibe,... ¡CHE!

El otro se sacó a penas los auriculares.

-¿Qué...?
-Merlo... ¿queda muy lejos...?
-Están todo locos.
-Te preguntaba por Merlo. Un lugar que se llama Merlo... ¿No lo conocés?
-Los veo bajar y subir del tren y possta possta, que están todo locos!

Magda tiró del brazo de Manuel tratando de alejarlo.

-Pero te estaba preguntando por un lugar. Como podemos ir hasta Merlo?
-Merlo, sí Merlo... En Merlo también. Yo soy de allá y te bato la jussta. Están todo locos, como los de acá.
-Pero ¿Queda muy lejos?
-Y... queda si, muy lejos o... muy cerca, según cómo se mire... Yo, por ejemplo ni me doy cuenta.
-¿Como que no te das cuenta...? Cuanto demorás en ir...?
-Eso, jussto eso, no me doy cuenta... Subo al tren a la medianoche y me parece que ni me termino de sentar, podrás creer?
-Queda cerca entonces... y en este mismo tren... Cuanto cuesta el pasaje?
-No, qué va a quedar cerca. Hay trenes que terminan ahí. Lo que pasa es que yo ya me apiolé de que todo es joda, por eso no me vengo loco.
-¿Y cuanto cuesta?
-¿Que cosa?
-El pasaje.
-No qué pasaje! No pagués, no seas tan gil!
-Mirá somos uruguayos y recién hemos llegado. Si sos de Merlo capaz que conocés al flaco Felipe.
-¿Un yorugua que se llame Felipe... y yo que se... ¿Vo, flaco, tenés idea de cuantos flacos hay en Merlo...?
-Bueno pero este es uruguayo...
-Peor. Por ahi andan más yoruguas que argentinos... Y... ¿ustedes, tienen dónde quedarse...?
-Y...

jueves, junio 26, 2008

558. Carta te escribo

Tras dos horas descubriendo un bando y otro diferencias entre sus realidades y las paralelas, Manuel reaccionó contra la pérdida de tiempo que esto significaba. Creía que ya tenían varias características de este mundo que podrían servir a Mandinga para reconocer en que mundo se hallaban, porque no creía que en muchos otros se pudiera haber producido una guerra tan cruenta como la que allí se estaba librando entre Estados Unidos y la Otán, contra las fuerzas de Irán y sus aliados, los árabes más beligerantes. En pocos mundos los conductores de esos estados occidentales podrían haber llegado a tal extremo de torpeza y fanatismo en su intento de dominar completamente el planeta. Propuso.

-Le podemos decir que estamos donde occidente ha invadido Irán con el pretexto de que fabricaba armas atómicas que no han aparecido ni han sido usadas contra los países atacantes. Pero  que sí han encontrado y reforzado una identidad cultural que no están pudiendo vencer con la facilidad que se pensaba.

Ernesto lo puso en duda.

-¿Te parece que en eso este mundo sea tan original...? No se... Acá por lo menos, cosas así suceden con mucha frecuencia. A los poderosos nunca les falta el pretexto, y como siempre tienen ejércitos de periodistas alcahuetes para difundirlo...

Margarita, en cambio, estuvo de acuerdo con su nuevo hijo. Le parecía que el mundo en que vivía había ya sobrepasado todas las marcas en materia de estupidez prepotente.

-¿Se puede pedir más insolencia que esa de decir que los árabes o los Islámicos son fundamentalistas? A mi me parece que desde la desaparición del nazismo no se había conocido nada parecido a esto.

Magda laudó:

-Probamos en transmitir lo que dice Manuel. Si no es suficiente, ya Mandinga nos lo hará saber...

Volvieron a ocupar los puestos que habían abandonado frente a los mandos de la máquina. Tradujeron las palabras a la misma clave numérica de antes. Movieron las llaves, los cañones de activación dimensional lograron las resonancias y... allá partieron los comandos que iban dando característica a cada punto del espacio, difundiéndose y estructurando de manera adecuada ese ente fluctuante entre la nada y la existencia. La existencia y la antiexistencia, si es posible. Que lo ha de ser, porque...
El universo todo, en sus múltiples y hasta quizá infinitas dimensiones, se alteró instantáneamente frente al nacimiento de la nueva realidad. Un simple mensaje. Una sucesión de ideas, si se interpretaban en determinadas claves, una de ruidos o de sensaciones táctiles si se fueran a interpretar con otras. Tal vez datos desechables, basura, ruido blanco, bostezos, papeles arrugados o inútiles ladridos de perros que intentan evitar que la luna se oculte, ¡Tan bella!, detrás de oscuras nubes que a la postre pudieran traer tormenta...
Alguna de las muchas características de cada punto varió, tanto en los mundos parecidos, como en los distintos, por no decir lejanos y volver a decir lo que no se sabe si cierto. Varió en una cantidad o en un sentido que de alguna manera contenía y salvaba la justa unidad de información que, juntada con todas las otras unidades, dejaba librado el camino a que cualquier mente consciente, e interesada en el tema, volviera, o pudiera volver a construir, otra vez el mensaje original.
Entonces el tiempo fue impelido a dar sucesivos pasos, cada uno consistente en uno de todos aquellos datos que irrumpían y vibraban la membrana de la existencia. Porque... Qué otra cosa podría ser el tiempo sino la aparición de nuevas realidades, eh?

miércoles, junio 25, 2008

557. ¿Qué mundo raro!

Nadie lo dijo pero quedaba claro que las únicas dudas posibles en delante versarían sobre qué hacer con la información que se poseía. Pasar a la acción, buscando el medio de devolver a los muchachos a su mundo, como le parecía deseable a ellos, sumirse en terribles meditaciones metafísicas sobre el significado y las consecuencias de la confirmada existencia de los mundos paralelos, como se sentía inclinado a hacer Ernesto, o por fin encontrar la manera de que los habitantes de este gris pedazo del planeta, y después quién quisiera, pudiese viajar y conocer esa maravillosa nueva realidad, dónde los tristes y desolados pueden encontrarse con sus otros destinos posibles, como obvimente sentía Margarita.
Tal vez Mandinga estuviera dispuesto a venir otra vez en misión de rescate, pero -se planteaba Manuel- ¿cómo sería posible indicarle mediante un simple mensaje de texto, las coordenadas, o la cosa que fuere necesaria, para que prontamente encontrara el mundo en que habían caído? Los mundos -le seguía pareciendo- no tienen pelo ni color, todos a primera vista son iguales, cuando había sido llevado hasta aquel prostíbulo filipino del tiempo de la segunda guerra, donde Ernie Pike esperaba la nota periodística, o descansaba tomando una copa y fumando un cigarrillo, el prostíbulo era tan real como cualquier otro del mundo, el humo subía haciendo iguales volutas y apestaba del mismo modo irritante y bochornoso. Cómo decir qué mundo era, a no ser por el curioso rasgo de que a la salida de la puerta de vaivén te esperaba apenas una línea negra y después la nada. Este de ahora parecía todavía más igual... A no ser que Mandinga tuviese manera de conocer detalles muy particulares de cada uno de los posibles mundos de destino al que pudiera haber arribado la inexplicable trayectoria parabólica en la que habían sido forzados a ingresar. Suponer que pudiese tener conocimiento de en cuántos y cuales de todos esos mundos Margarita Goitiocoechea no había tenido hijos, en cuales de ellos Abelardo acababa de fallecer antes de de probar a fondo el invento de su vida, en cuales... Bueno, tampoco era mucho lo que habían averiguado. Tal vez fuese este un mundo muy particular, reconocible entre miles por algo que no existiese en otros o por carecer de algo muy común en todos...

-¿Qué tiene este mundo de raro?

Magda no pudo evitar la risa. Se daba cuenta de que otra vez habían estado pensando a dúo.

-Para ellos seguramente que nada...
-Ja, es cierto, pero... Por ejemplo... ¿Quién es el presidente de Uruguay?

Ernesto pestañeó varias veces y con aire distraído dijo: Jorge...

-¿Y allá en el mundo de ustedes? -preguntó Margarita encantada por poder ir teniendo un adelanto de lo que pronto podría conocer.

-Allá no hay más presidentes. Hace un tiempo que se estableció el anarquismo en toda América del Sur.

-¡El anarquismo...? -exclamaron a coro Ernesto y Margarita.

Magda confirmó y mirando a Manuel...

-Parece que los raros somos nosotros.
-?Y el Frente Amplio, no existe...?
-Sí, gano las últimas elecciones...
-¿Y después qué...., reformaron la constitución...?
-No... -Manuel pidió ayuda a la flaca con una mirada.
-La gente... se aburrió de la democracia representativa, de que los representantes terminaran olvidando lo que se les había ordenado hacer... lo que habían prometido cumplir...
-¿Y qué hicieron...?
-Se formaron comunas, en cada barrio, en cada pueblo...
-¿Y como se coordina todo...?
-La gente no es estúpida...
-¿Y... funciona...?
-Sí, funciona, aunque... Por supuesto hay problemas.
-¿Propiedad privada?
-De las cosas personales o familiares, de las herramientas y la vivienda mientras se la use. En realidad en cada comuna las cosas son distintas.
-Y de eso surgen los problemas...
-No, el problema son los ángeles y sus socios. El Imperio.
-¿El Imperio? ¿Qué Imperio?

lunes, junio 23, 2008

556. S.O.S. MENSAJE

Hasta Ernesto daba gritos de entusiasmo cuando la impresora empezó a largar su larga tira de papel con números impresos, del 1 al 36, encolumnados de como había sugerido Magda, para facilitar la lectura. El mismo programa se había encargando de subrayar toda secuencia de tres o más números que se repitieran, o ciclos de igual longitud que aparecieran separados por un mismo número de arranque.. A los quince minutos detuvieron todo y se sentaron en rueda en el piso del galpón a analizar los resultados.
Magda afirmó que acababa de encontrar la misma secuencia que figuraba en los papeles de Abelardo:

-42,22.43,55,26,41, se repite cinco veces. A nosotros nos ocurrió lo mismo con el sistema de base cinco y era la palabra manuel...
-Sería una hipótesis audaz, pero... a falta de otra -opinó Ernesto- A ver, marquemos las letras debajo de esas cifras, cada vez que aparezcan.

Magda ya lo estaba haciendo.

-Aparece otra secuencia que comienza igual, pero de ocho letras: 42,22,43,25,34,43,32,22. Sería :"man", seguido de cinco letras. La tercera sería otra !n", y la última otra "a".

-Sí, "Mandinga" -remató de sobrepique Manuel, sin evitar que una oleada de calor
le bañara de improviso el rostro.

Magda prefirió explicar ella, quién era ese Mandinga, ese supuesto Mandinga que estaría apareciendo más de una vez en el texto. Empezó apenas a decir que eran amigos, que había regalado el primer conjunto de objetos para enviar este tipo de mensajes y que... Pero Manuel le interrumpió.

-La secuencia de Abelardo sería: 22,23,26,37,22,52,25,45. ¿La pueden ver por ahí...?

Ernesto no cabía de asombro. Acababa de darse cuenta de que el texto estaba dividido en varias sectores totalmente idénticos, separados por las cifras 65 y 66, y que... en cada uno, muy al principio aparecía la secuencia que Manuel acababa de enumerar.

-¡Es un texto repetido, dirigido a Abelardo, en el que se habla de Manuel y de ese Mandinga!

Magda completaba en ese momento la traducción de un ciclo completo. Se puso a leer en voz alta:

-"Atención Abelardo Goiticoechea. Este mensaje emitido en el sistema seis barra treinta y seis, es para ubicar, en alguno de los múltiples mundos vecinos, a un muchacho llamado Manuel Goiticoechea, probablemente idéntico -además de tocayo- a un nieto tuyo, hijo de Margarita, tu hija y probablemente de un hombre negro, de ascendencia Mandinga. Manuel ha desaparecido de su mundo, al cual seguramente desea volver y en el que es sumamente necesario. Por favor cualquier información que tengas, mándala por este medio. Otra cosa. Si conoces alguien llamado Mandinga, ha de ser un pariente mío que aun ignora los detalles de esta emergencia. Mandinga XXXV. Gracias."

555. Equipo de trabajo

Manuel explicó que debían comenzar por donde el trabajo de Abelardo se había interrumpido. El cuaderno de anotaciones de iba a ser la gúía. Trajo a Magda a su lado frente a la mesa con un bloc de papel para las anotaciones. Margarita se puso al extremo dispuesta a recibir instrucciones para el manejo de las llaves de corredera, como solía hacer para ayudar a su padre. Ernesto refirió una conversación que había tenido con el finado en la que le había confesado dificultados para registrar los datos a la velocidad en que aparecían y que pensaba colocar sensores capaces de registrarlos en tiempo real, conectandolos a una computadora común. Margarita confirmó que eso mismo había comentado en el desayuno de su último día, justo antes de que ella saliese a hacer las compras y a la vuelta le encontrase muerto, sobre esa especie de meza con ruedas que usaba para llegar a la zona central de todas las instalaciones, sin apollarse en ellas. Manuel preguntó:

-¿Y cual computadora pensaba conectar?
-Yo le había prometido traerle la mía -contestó Ernesto.- Es más me ofrecí a hacerle un pequeño programa para organizar los resultados según distintos criterios, secuencias repetidas o relaciones numéricas...

El silencio que siguió a sus palabras fue suficiente. Ernesto se colocó el casco y enfilo hacia la terraza de enfrente donde había dejado la Harley. Pronto los estampidos del motor se perdieron en la distancia como los apresurados pasos de Tantor trotando por la sabana. Margarita cerró la puerta del galpón y volvió a su puesto. Manuel invitó a hacer una primera prueba.-Vamos a hacer una secuencia de todos los objetos en cada una de las seis posiciones posibles. Lo hacemos varias veces y después esperamos, dándoles tiempo para un posible contestación.

No pasaba nada.

-Provemos de empezar con todos distintos y hacer una rotación de posiciones...

Los objetos se veían cambiar rotativamente pero nada pasaba, salvo lo que observó de pronto Magda. Que un par de ellos se retardaba con respecto a los demás. El tercero y el quinto.

-El de "y media" y el de "menos diez".

Manuel reaccionó.

-A ver, dejálos libres, Margarita.

Dejarlos libre fue lo mismo que pedirles que bailaran un ballet. Improvisaban series vertiginosas de disposiciones distintas y, aparentemente volvían a comenzar con un mismo motivo al cabo de unos diez segundos.

-Bueno. Ahora yo voy a ir encendiendo los cañones y vemos como cambia esto.

El cambio fue total.

martes, junio 17, 2008

554. El Pozo

Después de unos momentos de duda Federico comenzó un nuevo interrogatorio sin convencerse de que alguien pudiese ser arrojado al boleo, desde hipotéticos mundos paralelos y caer justo en frente de su casa. Que se pudiera salir vivo de un enfrentamiento con el mismísimo Satanás, cualquiera fuese la realidad de éste. Que pudiese alguna persona tener hijos en este mundo y no tenerlos en otro. Que...

-Esto me supera completamente.
-¿Te parece que podemos haber inventado todo eso...?
-Tal vez lo crean verdadero...
-¿Estamos locos? Los dos...
-Los fanáticos creen todos en el mismo.
-No tenemos ninguna religión.
-La de ustedes... Pueden sufrir de un delirio místico sui géneris, creerse profetas de una nueva fe...
-Podemos ofrecer pruebas palpables...
-¿Llagas sangrantes y esas cosas?
-No. Pruebas materiales, hechos que ocurren fuera de nosotros.
-¿Como qué...?

Ahora los muchachos quedaron ellos pensativos. A Manuel de pronto le entró por dudar de si eran en realidad capaces de presentar el tipo de pruebas que acababan de ofrecer... No se le ocurría por el momento ninguna. Estaban fuera de los lugares donde se encontraban las pruebas... Y además... ¿Por qué carajo tendría él que andar continuamente convenciendo incrédulos? ¿Por qué no dejarlos con sus dudas y simplemente volver a sus asuntos, a su casita verdadera, a sus planes...
En vez de volver lo que le ocurrió fue un abismamiento. Otra vez, como aquella, se sumió en las pesadas tinieblas del ámbito solitario. Su propio ser. Allí, donde una tenue luz difusa apenas permite tener alguna noción de espacio. Allí donde se esconde, ya lo sabía, ese contrincante tenaz de sí mismo, su contradictor, su antipersona.

-(¿Estás ahí?)
-(Estamos)
-(¿Qué querés ahora? ¿Por qué me trajiste?)
-(No te traje, caíste solo. Cada vez que querés renunciar caés en el mismo pozo.)
-(Entiendo. Vos sos el pozo.)
-(Todavía estás para chistes?)
-(Dale. ¿Qué carajo querés?)
-(Ya te lo he dicho. No quiero nada más que seguir. No podemos renunciar)
-(Estoy podrido de todo esto. Qué, acaso te asociaste con Satanás para complicarme la vida?)
-(La vida es esa. Nuestra vida...)
-(Aceptar el castigo?)
-(Manuel, Manuel... No abuses de mi paciencia. Lo único que no podemos es huír. Andá y convencé a ese hombre. Él te puede ayudar a volver a tu mundo y continuar con la lucha que nos ha tocado en suerte.)
-(¿Suerte...?)
-(No hagamos juegos de palabras. Las opciones son dos. Sólo dos... Aceptar el desfío o... el pozo...)

Al otro día, una vez que los labios de Magdalena se apartaron de los suyos, Manuel se enteró, de haber estado unas horas inconsciente, de haber sido atendido por un médico clinico que le inyectó vitaminas, una enfermera que le hizo inhalar eflubios inconducentes, una curandera que le aplicó cataplasmas de hortigas y ventosas; todo sin ningún resultado. Que después habían ido a buscar al licenciado Giorgionne de la Policlínica, quien a su vez trajo un aprendiz de hechicero que tras recitar varias fórmulas en guaraní, logró que el paciente abriera los ojos y se pusiera de pie para comenzar la frenética actividad que en ese corto lapso de tiempo puso la máquina de Abelardo en condiciones optimas de funcionamiento tras el tendido de un grueso cable de alimentación desde el taller mecánico de la esquina, pasando por sobre los canteros de la quinta y otras operaciones que sin dudar un momento ni tituvear, había conducido, como viejo organizador de operativos de emergencia. Por eso Magda le había besado y con ello terminado de despertar, para comenzar a entender que todo lo que se había hecho, se había hecho bajo su mando y que ahora las luces de aquel engendro parpadeaban a la espera de las primeras instrucciones

domingo, junio 15, 2008

553. La Verdadera Patraña

Volvieron en pocos minutos con el sidecar cargado de ropas y la curiosidad de Ernesto multiplicada por cien. En vez de ayudar a Margarita, casi corrió en busca de Manuel, quien sentado en un taburete trataba de mantener mentalmente los estornudos bajo control. Se le plantó en frente para interrogarle sin muchos preámbulos sobre qué historia era esa de los mundos paralelos que le habían hecho creer a Margarita. Cuales eran las reales intenciones ocultas tras dicha patraña, que había conmovido a la pobre mujer caída en profunda depresión por la muerte de su padre.

-¿Quienes son, de verdad, ustedes?

Manuel estornudó con una mano, con la otra hizo señas de esperar, y estirándola, tomó la bola de ropas que le alcanzaba Margarita al mismo tiempo que ya cerraba la puerta de la habitación tras sus pasos. Salió con anchos pantalones a cuadros plateados y un cárdigan té con leche que no lograba ocultar el estridente diseño de lo que se había puesto como camisa, aquella camisola brasilera que justamente Ernesto había regalado al veterano para su último cumpleaños.

Margarita ya alcanzaba jarritos de mate cocido caliente, habiendo dejado, con cierta vergüenza el paquete de galletas abierto sobre la mesa. Les invitó a sentarse en la cocina -el líving carecía aun de muebles adecuados- y a hablar con calma.

-Estos no son temas que -dijo serenamente- se puedan liquidar en tres palabras ni en cinco minutos.

Dirigió la mirada a Ernesto.

-Tal vez usted, Ernesto, debería escuchar un rato en vez de prejuzgar. -Le sonrió- Venga, siéntese aquí, mire, le ofrezco la mejor silla...

Fue Magda quien continuó:

-Me extraña tanta incredulidad en un hombre estudioso de las antiguas tradiciones, la sabiduría del hombre primitivo, la...

Magda pensaba continuar pero, al ver la extrema palidez en que entraba el muy negro rostro de Ernesto se detuvo.

-Pero... ¿usted qué sabe sobre mis estudios?

-En su casa tiene muchos objetos del pueblo Dogón. Su madre...

Ernesto apenas musitó:

-Si, mi madre era dogón...
-Pero ella no le enseñó sobre su pueblo... -arriesgó Magda.
-Nada.
-Quiso saber algo sobre sus antepasados y se encontró con leyendas muy misteriosas...
-Viaje varias veces a la República de Malí para recoger información de la gente que mantenía las tradiciones orales...
-Verdad que no parecen un montón de supersticiones?
-No. Yo no encuentro otra explicación que no sea aceptarlas como una versión, tal vez algo deformada, de cosas verdaderas. Pero...
-Por qué cree que esos seres nunca más volvieron del sistema de Sirio?

Ernesto rió nerviosamente.

-No se. Los Dioses suelen abandonar a los hombres. Hace mucho que no nos visitan...

Margarita corrigió.

-Bueno, si vamos a creer lo que se dice. Casi no pasa año que no aparezca alguna virgen por algún lado.

Y continuó Manuel:

-Estamos bajo una dictadura.

Ahora fueron los dos, Ernesto y Margarita, quienes quedaron pensativos. Ya no podían tomar las palabras de los muchachos a la ligera, pero "dictadura" parecía algo perteneciente a otra conversación. En qué sentido lo diría?

-Nos han contado una historia como la de los tres chanchitos. Los dioses son iguales a nosotros, tienen los mismos defectos, se pelean, son ambiciosos, vanidosos, egoístas... También entre ellos, como entre nosotros hay algunos que son más buenos, pero, por lo general dominan los peores... Porque... Bueno, siempre son los ambiciosos los que organizan las guerras, los que aprenden a luchar, a dominar, a lograr que los demás se tengan que arrodillar frente a ellos...
-¿Guerras...?
-Sí, nosotros estamos bajo el dominio de ese que llamamos Dios. Él es el mismo para casi todas las religiones importantes. Él ha triunfado sobre los antiguos dioses de cuando esto era un territorio fronterizo. El determina lo que es el bien y el mal. El nos exige obediencia y adoración. No permite que algún otro dios se aparezca por esta zona. No quiere competidores...
-¿Y qué gana con eso...?
-Se siente poderoso.
-¿Y acaso no lo es?
-No mucho más que alguno de su contrincantes cercanos. Pero además ... el universo es muy grande y ninguno de ellos es eterno.

viernes, junio 13, 2008

552. LA ROPA

En cambio cuando despertaron pasado el mediodía, los pajaritos cantaban en las ramas, el cielo parecía absolutamente luminoso y un tenue aroma de comida de olla se extendía por el barrio. Como el día eterno que pervive en la memoria como siendo siempre el mismo en un mundo que pueda entrar en una postal tridimensional, colorida y aromatizada.

Los párpados se abrieron remolones. Era la misma casa, la misma ventana, aunque distinto el ropero. Los vidrios más limpios, los muebles más nuevos. La tibieza de la flaca era la misma... pero había que ponerse en movimiento.

Comenzando por... Algo apropiado y rápido para lograr una forma de retorno. Un canal, una brecha que separara las dimensiones como las hojas del libro permitiendo encontrar la página adecuada a la continuación de la historia. Ja. Otra vez con esa idea loca que se empeñaba en retornar. ¡Las páginas del libro! Como si pudiera una vida escribirse. Una vida sencilla siquiera, la del tipo que va todos los días al laburo, de lunes a viernes, dejando el fin de semana para la familia, los tallarines y el vaso de vino. Pasan tantas cosas...

Con la ayuda de Magda sería más fácil reconstruir los detalles de una bola.

Se tiró de la cama y al tocar con los talones en el frío del piso recordó que estaba desnudo y que la ropa, toda la ropa seguía estando empapada. La puta. Margarita le podría prestar algo a Magda pero a él...

En eso se sintieron acercando una serie de telúricas explosiones que no podían ser otras que las de la Harley de Ernesto Federico. Taloneó hasta la ventana y vio que así era, que Federico se acababa de bajar del aparato y allí, en el pasto del frente conversaba ahora con Margarita. Era el mismo aunque, un poco más juvenil, y hablaba con mucha naturalidad con su madre, gesticulando y riendo mientras golpeteaba el casco que se acababa de sacar, contra la rodilla descolorida del jean
.
Mojados y todo se puso el vaquero y los champeones. Cruzó hacia el baño, viendo el interior de la pieza de Margarita, que no existía en la casa de allá, con las paredes cubiertas de cuadros, y un gusto femenino que se advertía a pesar del gran desorden. Tal vez el perfume. Se puso la remera roja, se lavó la cara, y los dientes como pudo con los dedos y mucha agua. Salió enseguida y se encontró con Margarita que venía entrando.

-Estaba pensando en eso, en la ropa, tenemos que conseguirte ropa seca. Vino un amigo de papá con su moto. Me va a llevar hasta la casa... La ropa de papá nunca la traje....

En eso se sintieron los pasos del que cruzaba la puerta.

-Permiso...

Entraba porque quería conocer los extraños jovencitos que se decían capaces de entender y hasta manejar la incompresible computadora de Abelardo, con sus resonancias dimensionales y su tendencia a hacer saltar los fusibles.
Seguía siendo negro y grande. Extendíó la mano y apretó los huesos de Manuel.

-¿Así que saben manejar la máquina de Abelardo?

Era una menera de presentarse diciendo que en cambio él no lo sabía.

-He estudiado bastante pero... Las ideas de mi amigo no figuran en los libros...

Mientras tanto Margarita salía de su pieza con una brazada de prendas que previo golpeteo de puerta pretendía entregar a Magda para su elección.

-¿Donde aprendieron ustedes...?

Magda se restregaba los ojos apenas cubierta por la sábana.

-Gracias.

-Teníamos algo parecido y...nos escribíamos con él.
-¿Cartas...?
-No, ...mensajes...

Magda apareció en la puerta del dormitorio con los pelos revueltos, un ancho pantalón verde y unos zapatos de tiras.

-Hola.

-No sabía que Abelardo tuviese otros amigos que Miguel, el farmaceutico y...
-Yo en realidad más que amigo vengo a ser su nieto.

Margarita ofreció una taza de café, o mate. No tenía mucha idea de la hora que pudiera ser. Ernesto la estaba mirando. Se puso colorada.

-¿Nieto?

Recordó que había comprado una bolsa de galletas malteadas. Comenzó a ofrecerlas con insistencia.

-Bueno, nieto adoptivo. -Acomodó Manuel justo cuando le venía el primer estornudo.

-¡La ropa seca! Venga Ernesto, vamos a buscar la ropa. Después conversamos.




miércoles, junio 11, 2008

551. Cambiando de tema

Aquella noche, después de despedirse de Margarita y entrar al dormitorio quitándose la ropa mojada, tuvieron que acostarse completamente desnudos el uno con el otro.
Por fin.


Mientras afuera la tormenta continuaba silbando en los pinos y salpicando paredes y ventanas de forma despareja...

No estaba mal. Que lo siguiera haciendo sin ninguna prisa y a su manera. La muy puta naturaleza. Que sabe administrar la fuerza de la pasión sobre el estrecho sendero del placer. O algo así, queriendo decir la imaginada cresta de una montaña, un momento de máxima excitación, eso que se nos presenta como el borde de la catarata cuando ya nos estamos por precipitar... y sin embargo como un surfista remontamos la ola que nos acaba de derribar, apareciendo por sobre su lomo, con los brazos abiertos, y volando por los aires con tabla y todo.
La naturaleza sabe.
Sabe mostrarlo todo en cámara lenta, las patas revolendose en el aire mientras la tabla se aleja dejando un rastro de gotas, de a una, que describen trayectorias increíbles. Todo se ve o se siente, mientras los bólidos van cayendo sin ninguna sincronía sobre las redondos duomos tibios de las tetas de la flaca. Tan erctas y esos pezones oscuros...
La naturaleza sabe.
Que los dedos son atraídos por el placer que van a producir cuando se deslicen de esa forma por ese lugar. Que por un momento sabremos sentirnos fuera de todos los límites. Que nos gusta y hace bien.

La naturaleza no siempre sabe cambiar de tema. A veces se le da por mantener una misma tormenta en su grado de máxima energía por varias horas sin amainar. A las diez todavía gopeaban las pinochas sobre los vidrios, se sacudían los postigos y los muchachos acababan de dormisrse abrazados.

Margarita tampoco había dormido- Casi. Demasiadas novedades para un sólo día. Necesitaba pensar. Aunque por momentos no supiera qué. Lo necesitaba para aceptar, poniendo todo dentro del campo de la lógica, que la realidad pudiera abarcar dentro de sí a todas la irrealidades posibles. Que cada uno y ella misma no sean más que una entre millones posibles versiones que por todos lados y al mismo tiempol andan viviendo vidas distintas, aunque con algunos elementos en común...
No es que nunca lo hubiese pensado. Lo había pensado por supuesto pèro, ¿Quién hubiera pensado que era posible? Como los distintops resultados de las ecuaciones que todas tienen su forma de realidad, aunque sean irracionales,imaginarios o complejos. Pero uno sigue pensando que cada problema tiene una solución o que cada circunstancia tiene una definición de si misma que es la verdadera. Que el observador objetivo....
Por otra parte qué podría pensar de la llagada de un hijo justo en el momento en que más lo necesitaba. Por la ventana primero asomándose y golpeando la puerta despues en un mar de timidez. De dónde había salido? ¿Un milagro?

Ella no creía en milagros, por más que con esos temas acostumbrara hacerlo rabiar a su padre.


domingo, junio 08, 2008

550. El Arco Iris

A la vuelta la noche se había puesto muy oscura. Parecía estar formándose una tormenta sobre el Río de la Plata, que negramente y en silencio comenzara a avanzar sobre las casas de la costa, desde Shangrilá al Pinar, aprovechando que todo el mundo dormía, menos los sapos que atacaban de rato en rato con sus gorgoteos broncos acompañados por los agudos staccatos de sus compañeras. Todo en calma. Esa calma gorda de un rato antes del vendaval. Ese silencio poblado de voces antiguas que tal vez nunca hayan dejado de decirnos las verdades verdaderas. Las que nunca comprendimos por no conocer el idioma ni tener el órgano sensible que captase ese tipo de sonido.

En la conciencia de Margarita otro instrumento vibraba sus cuerdas con el arco sobre el corazón. Las emociones que luchaban por predominar en el primer plano, sin lograrlo más que en turnos. El saberse madre y haber realizado sus sueños adolescentes, por una parte y el descubrir la endiablada complejidad de la existencia, por la otra. Como encontrarse de pronto pisando por fin el exacto punto donde arranca el arco iris, y que le digan por la otra oreja que eso es matemáticamente imposible por las leyes y la geometría del espacio. Que este muchacho es su hijo, de su sangre y sus entrañas y que al mismo tiempo, es un conjunto de campos energéticos engendrados entre los repliegues invisibles de un manojo de dimensiones enrolladas alrededor de una probabilidad infinitesimal. Una nada. Una imagen virtual de la proyección de una idea platónica. Una ilusión.

La voz de Manuel sonó apenas sobre el nivel del asfalto que caminaban.

-Nosotros queremos volver a nuestro mundo...

Susurro de suelas.

-...allá estamos en revolución... y en guerra...
-¿En guerra?
-Hemos adoptado el anarquismo...
-¿También ustedes? Mi padre era anarquista.
-Allá toda América Latina. No hay más gobiernos...
-¿Y cómo piensan volver...? ¿Cómo fue que vinieron?
-Nos arrojaron aquí... Tenemos que construir una... nave... Una nave especial que...

En ese momento en la garganta de Manuel estalló un grito de ¡CUIDADO! mientras empujaba a las mujeres sobre el pasto de la banquina. Habían aparecido de improviso dos faros que bajaban atravesando las nubes. Era una avión que venía a tomar pista al aeropuerto de Carrasco y cuyo ruido al parecer había quedado atascado del otro lado de la tormenta, hasta ahora, que pasó sobre las cabezas tronando el escarmiento de la cómica confusión.

Sentados en el pasto rieron. La tormenta dejaba caer las primeras gotas que golpeaban sobre los cráneos, como a veces comienza a sonar sobre las chapas de un techo. Con gracioso ritmo y sin apuro, dejando para después la prisa y la carrera. Para un minuto después, cuando los truenos sacudieron el mundo y largas raíces luminosas craquelaron un cielo que así iluminado se descubría como un manojo de retorcijones.

Por supuesto llegaron a la casita hechos una sopa


549. El nombre de tu padre

Juntaron las tres sillas que eran suficientes y arrimaron las velas sobre el escritorio, para poder volver a ver las anotaciones de Abelardo, en apoyo lógico de todo lo que iban a contar. Era importante relacionar los sistemas de codificación con la secuencia de letras de la palabra Manuel, que por suerte había sido la primera, también esa vez, en ser interpretada. Ya habían visto ellos que la palabra había sido entresacada de una secuencia mayor de caracteres, por la obvia razón de que era la serie de símbolos que cada tanto se repetía. Seis signos distintos que se sucedían en el mismo orden y que habían sido reconocidos como patrón. Todo comenzaba allí. Después habría venido la pregunta natural sobre qué cosa representarían esaos signos, que podrían ser letras formando una palabra, una palabra que diera sentido al texto. Algo importante. Una cosa de la que allí se estuviera hablando o...una persona...
A Margarita ya no le quedaban dudas de que lo contado era algo vivido. Trataba de imaginar ese mundo donde otra ella había tenido ese hijo con un hombre probablemente moreno. Esa otra Margarita que tal vez aquella noche de tantas dudas no se hubiese tomado el ómnibus y vuelto sola desde la fiesta de las llamadas, y haya seguido la joda con sus amigos de la comparsa de negros tamborileros.. .Veinti pocos años atrás...

-¿Y tu padre quién es...?.
-Un negro mandinga.
-Te pregunto por su nombre...
-No estoy seguro... Eso no lo se.

Margarita comenzó a reír de un modo un poco compulsivo, de a tirones que la sacudían hasta llevarla a arquearse en la cintura, para entonces sí reírse con toda la potencia de su voz.

-¿Así que al final lo hice no más? -dijo entre las risas- ¡Aunque fuese en el otro mundo pero lo hice!

Magda cuchicheó al oído de Manuel que dijera más claramente quién sospechaba que sería su padre. Manuel alegó del mismo modo no estar seguro de nada y Magda se calló.

Margarita percibió el tironeo.

-¿El nombre de tu padre es un secreto...?
-No, no es que sea un secreto. Es que no puedo saberlo... ella misma, la de allá, no lo recuerda...
-Un encuentro casual ?
-Probablemente.

Claro. Eso era muy coherente con sus ideas de libertad sexual nunca practicadas de forma continua. Lo multiracial, lo anónimo, lo prohibido... Dejarse llevar por el deseo en bruto sin preguntarse cómo ni por qué. El éxtasis de la danza, la orgía de las emociones. La materia que llama a la materia y festeja su razón de ser en plena felicidad.

-No era de acá...?
-Parece que no.

Ahora dejó de reír. Estaban hablando del padre del muchacho... Tal vez ...

-Perdoná la risa.
-No te preocupes, tuve varios padres. Abelardo en primer lugar.

sábado, junio 07, 2008

548. Hijo de su hija

Quedaba claro que la mujer no era tonta ni estúpida. Había procesado por si misma un montón de matices contradictorios, y algunas incoherencias gruesas, y llegaba ya a la conclusión irrefutable de que ellos no podían ser tan comunes y al mismo tiempo tan sabios en tecnologías de avanzada. Aunque a las cosas les llamaran por sus nombres vulgares, se les veía dominar conceptos tan sofisticados como la no localidad de algunos fenómenos, que una vez Abelardo explicara mientras agregaba queso rayado a su plato de tallarines. La pregunta conllevaba claramente el rechazo a cualquier contestación de pretendida inocencia.

Sin embargo, Margarita no esperaba enterarse de estar ante malos sujetos que escondieran sus propósitos por saberlos deleznables. Todo lo contrario, se sentía cada vez más exitada por dar los primeros pasos al comienzo del resto de su vida. Correr el riesgo que conlleva la libertad, de encontrarse con cosas que despierten angustias y temores largamente dormidos. Ni por un momento recordó las prevenciones que sugiriera su padre por el tema de los posibles espionajes que algún poder omnímodo pudiera ardenar a sus ajentes.

-Somos de Lagomar pero venimos de otro mundo... es decir...

No parecían almas en pena ni astronautas caídos fuera de zona, parecían simplemente lo que habían contado ser...

-...de este mismo mundo pero en dimensiones paralelas...

Claro que ella tenía vistas algunas escenas de películas fantásticas en el televisor del almacén, que hablaban de cosas como la contracción del tiempo, pero... ¡Ciencia ficción! Claro eso era. Estos muchachos podrían ser fanas de la ciencia ficción y haber aprendido de ahí, pero...

-...un mundo igual a éste, donde están otra vez cada una de las personas, pero que las vidas... no son del todo iguales.

Un universo plural quería decir, como esos de Copenhage y... Bueno que visto así no parecía tan truculento.

-...allá hay otra Margarita Goiticoechea...

Fantástico. Ahora se iba a enterar por boca de este muchachito pitoniso de la existencia de otra existencia suya!
(No hubiese podido negar que la curiosidad trepó rápidamente hasta el tope).

-...y otro Abelardo Goiticoechea, mi abuelo.
-¿Tuu...?
-Abuelo. Yo soy hijo de su hija...
-...de su hija...
-...Sí, de la Margarita Goiticoechea de allá...

Margarita perdió la sonrisa. Una fuerte punzada de dolor hería su sensibilidad más profunda. No se creía merecedora de una tan triste burla y menos por parte de aquellos por los que había anidado sentimientos maternales.

-No me resulta gracioso.
-Te está diciendo la verdad! -terció Magda- ¿No vez acaso que tiene tu misma nariz. Tu mismo perfil y que mira igual que vos revoleando los ojos ?
-Hay mucha gente parecida...

La voz se quebró cuando la boca de Manuel llegaba a besar cariñosamente la mejilla, mientras Margarita susurraba apenas su duda de cómo podría ser todo aquello realidad. Un hijo. Ya grande, con compañera... Hijo de ella aunque no de este cuerpo... Tal vez... también ese tipo de cosas existan.

-Si nos sentamos te puedo contar...

viernes, junio 06, 2008

547. FIAT LUX

Mientras Magda intentaba explicar cómo las posiciones de los guijarros se pueden corresponder con determinadas letras o palabras convenidas previamente, que esas disposiciones se pueden transmitir de alguna manera que eso sí, no comprendía, y que en el extremo distante de la comunicación otro juego de guijarros repetía la misma danza, para ser interpretada por alguna mente consiente que hubiese pactado con la primera todo el sistema de codificación, Manuel recorría el galpón observando todos los elementos y llegaba al pequeño escritorio de roble donde una vieja lámpara de brazo flexible se agachaba, como para iluminar el grueso cuaderno que allí se veía abierto en páginas manuscritas llenas de garabatos. ¡Eureka! Aunque hubiese sido más útil un Fiat Lux, porque la penumbra que reinaba no permitía leer un carajo de aquello que seguramente puesto allí por un ayudante de escena no demasiado imaginativo iba a ser la pieza central de la comprensión de tan extraña máquina. Esa escena donde Indiana Jones comprende la pista que lo llevará hasta la calavera, tan obvia. Bueno, aquí también. cuando Manuel fue a traer un par de velas y las mujeres se le acercaron, pudo verse que efectivamente el texto versaba sobre la computadora y en enrejados de filas y columnas habían sido puestos los resultados de las últimas pruebas. De a seis por renglón los simbolos de cada posición de cada guijarro cuando la fuerza y dirección de los seis campos era la correspondiente al primer símbolo de comienzo de renglón, especie de llave de las que se escriben en las partituras musicales. Los guijarros eran representados por cruces cuyos cuatro brazos de distinta longitud se apoyaban sobre el renglón de distinta manera. Todo claro. Debajo de cada renglón llenado con los símbolos, habían otros dos que en principio parecían haber estado vacíos pero que posteriormente comenzaron a llenarse con números del uno al seis en cada recuadro según el símbolo que tuviera arriba... El tercero de cada tres estaba todavía completamente en blanco...
Nueva tensión en los corazónes de la platea al ver que no estábamos adelantando demasiado. Una sucesión aburrida de números dejadas por un hombre muerto antes de dar término a las anotaciones. Un sistema sexual tan antojadizo como el pental con el agravante de no tener ninguna pista ahora sobre el sistema de codificación. Deberíamos buscas palabras enteras, letras o acaso comandos de un programa. Cual era el tema y cual la intensión?
La escena siguiente muestra la mirada de manuel en primer plano deslizándose sobre el cuaderno, la mesa de nogal y zafando el borde caer sobre la papelera rebosante de pelotas de papel arrugado. Tras la mirada el brazo y la mano que levantan la papelera de alambres y vuelca el contenido sobre la mesa. Seis manos que despliegan las hojas apelmasadas y las van poniendo sobre la mesa, una sobre otra, algunas llenas de palabras, y letras varias veces sustituidas y otras sólo con algunas más grandes, a veces terminadas con un signo de interrogación. Arriba de todas quedó la última hoja que mostraba una larga listas de Manueles: Manuel Fangio, Manuel Oribe, Víctor Manuel...

-¡Genial! -gritó Manuel a las risas emocionado- Estaba tratando de comunicarse conmigo sin saberlo!

Margarita ahora quedó de una pieza. No podía negarle sentido a todo lo que los muchachos le habían venido diciendo. A pesar de sus dudas, tal vez no fueran un par de ignorantes sino todo lo contrario... unos científicos de la calle... una nueva clase de científicos que no se doctora de nada ni da clases -como papá- y que sin embargo puede llegar a revolucionar toda la ciencia. ¡Qué maravilloso! Que los sabios broten así de entre la gente común que uno ve cortando el pasto y que sin dejar de ser lo que siempre fueron se atrevan a hablar de ciencia en cualquier vereda de pueblo. Una ciencia sin laboratorios, tal vez, producida a lo largo de conversaciones donde participa todo el mundo ya sea razonando ya sea confiando en la intuición. Ciencia popular, que no es lo mismo que prejuicios populares.

Magda confirmó:

-¡Y lo consiguió!

Manuel dudó. No le parecía graciosa la comunicación con un hombre que ya se había muerto. Lo hubiese entonces esperado.

-Quiero decir que obtuvo de alguna manera tu nombre... Se comunicó con...nuestro mundo o...

Margarita se puso pálida.

Es que tantas películas de terror se han filmado a la luz de unas velas que alumbras las caras desde abajo... y tan tenebrosas asociaciones rodean la idea de otro mundo... Que... No era que ella fuese supersticiosa ni temerosa, sino que... Tenía por cierto que los límites entre la realidad y la fantasía no son, para nada claros, especialmente en algunas situaciones, como esta de ahora que... imponía la puesta a punto de su vieja táctica vital inspirada en la idea de que la vida es exactamente lo que estamos viviendo en este momento. Táctica, perfeccionada en largas noches de insomnio, pero nunca puesta a prueba que se iba a inaugurar de inmediato.

-Pero...Sinceramente... ¿quienes son ustedes?

miércoles, junio 04, 2008

546. No cinco sino seis

Por el camino Manuel fue mirando las casas que parecían ser las mismas, con pequeñas diferencias, un árbol que había sido cortado, algún garaje que no conocía y varios autos muy nuevos durmiendo la medianoche bajo un cielo ya sin luna. El firmamento era por supuesto el mismo. La misma cola del escorpión coronaba las copas de los pinos preguntando con su gancho interrogativo, por el misterioso sentido de que lo que parecía ser igual, no lo fuera. Que las mismas estrellas allá en su incomprensible lejanía del espacio y el tiempo, de alguna manera estuvieran siendo otras, aunque casi identicas, en un abanico interminable de posibilidades engañosas...


Margarita, su madre, hablaba ahora sin parar. Por momentos se entusiasmaba contando acerca de los mil y un aparatos que había visto construir a su padre. Inventos muchas veces exitosos, aunque por desgracia nada rentables, como, la escala musical de diez y nueve notas, con la que interpretaba conmovedoras melodías en aquella especie de mandolina también de su autoría. La máquina de leer, a la que nunca
le había podido quitar esa entonación monótona y lamentosa que terminaba generando más sueño que interés por lo leído. Pero principalmente, su investigación inconclusa: La Computadora de Campos Resonantes. Aquel invento que le había consumido los últimos diez años de su vida, el resto de sus ahorros y tal, vez de su razón.


Cuando llegaban frente a la casa el haz de luz paseó nerviosamente por las paredes y bajó a encontrar el candado que unía las dos hojas de la puerta. Margarita giró la llave, el arco de metal saltó liberando las planchuelas y la hoja izquierda se adelantó casi sin un quejido. Estaban entrando en el claustro íntimo del inventor. El haz de la linterna se mostraba incapaz de iluminar ninguna comprensión en medio
de un montón de cables que se descolgaban desde el techo, como lianas en la jungla, sobre enormes cañones construidos a partir de gruesos tubos de plástico que se veían cubiertos de devanados multicolores dispuestos en capas sucesivas como las que cubren las cebollas. Y... de pronto, la luz pasó sobre la mencionada caja transparente. Fue algo muy fugaz pero no tanto como para que la vista de Manuel no lo registrara, quedando clavada allí, a pesar de la oscuridad.


Margarita encontró velas y las encendió. El galpón se mostró entonces en su verdadero tamaño y el aparato tambien. No se trataba de un bulto tan grande, sino que al tener esos cañones que le llegaban desde todas las direcciones, apuntando de común acuerdo al centro... Ese lugar que parecía emanar algo de sagrado, como un altar, como un sagrario, como un lugar donde las cosas importantes ocurren escapando a todo nuestros pensamientos cotidianos... Eso era lo que terminaba llenando casi todo el lugar pero... Esto era lo que importaba. Dentro de la caja habían
varios guijarros negros, muy parecidos a los que Manuel todavía conservaba en su mundo nativo. Pasó entre dos cañones con cuidado de no engancharse con los cables sueltos y se acercó a la caja. Los guijarros dormían.


Margarita logró encender un "primus" que encontró sobre una mesita lateral junto a unos jarritos enlosados, saquitos de té y un azucarero. Manuel miró a Magda, Magda se acercó a la mujer...


-Nosotros sabemos manejar esos guijarros...


La sorpresa de Margarita pareció casi un enojo que le hizo volver la mirada a la tacita sobre la que vertía el agua hirviente y ver cómo la tinta dorada se comenzaba a esparcir por todo el líquido. Paciencia. Tal vez no hubiese sido buena idea lo de mostrarle esas cosas a un par de muchachitos ignorantes...


-Quiero decir esos cinco que están dentro de la caja. El resto no...


Ella se rió. Se imaginaba que los cinco guijarros que podrían conocer serían las cinco piedras con las que se juega todavía al puente. No aquellos objetos a los que Su padre había dado pulimento uno por uno hasta lograr que pesaran exactamente lo mismo y tuvieran en su asimétrica forma una correspondencia punto por punto entre uno y todos los otros. Quién hubiera podido suponer, sin mediar las obsesivas
explicaciones del inventor, que aquellos objetos podían ser apoyados sobre plano en seis distintas posiciones de equilibrio, que dispuestas según seis distintas orientaciones en el espacio, terminaban codificando 36 elementos lógicos cada uno de los seis.


-Son seis los guijarros.


Magda se cohibió un poco.


-Bueno nosotros usábamos cinco...

-¿para qué...?

-Para enviarnos mensajes...



lunes, junio 02, 2008






El 19 de junio Las Bolas de Manuel cumplen 2 años




INVITAMOS A TODOS LOS LECTORES , SUSCRITORES Y AMIGOS A FESTEJARLO CON MUCHOS COMENTARIOS




¿POR CUAL RAZÓN ERES LECTOR DE ESTE BLOG?
¿QUÉ LE ENCUENTRAS EN PARTICULAR DE BUENO O ENTRETENIDO?
¿TE IDENTIFICAS CON ALGÚN PERSONAJE?
¿CON CUAL SIMPATIZAS?
¿TE GUSTARÍA SUGERIR UNA LÍNEA DE FUTURO?
¿CUAL?




DILO TODO - NO TE QUEDES CON LAS GANAS - ESTAMOS ENTRE AMIGOS




PUEDE SER DIVERTIDO

domingo, junio 01, 2008

545. La Conversación

Terminada la sopa Margarita tuvo ganas de seguir conversando. Olvidó por el momento no haber entendido precisamente qué era lo que los muchachos pretendían, quizá por pura broma, porque...
Siguió preguntando lo de la pareja, tan jóvenes, desde cuando, qué vida tan distinta a la suya, y... De pronto se empezó a hundir en la historia que, de a ratos Magdalena y de a ratos Manuel, iban hilvanando como una ristra de mentiras que no se diferenciaban demasiado de la verdad. Por lo pronto nada se dijo de los mundos paralelos ni de la verdadera identidad de Manuel, hijo
no nacido de la señora presente, ni de la tristeza que que éste sentía por perder al mismo abuelo por segunda vez en dos años. Lo que a Margarita envelezaba era el amor de pareja que los muchachos dejaban entrever al relatar descuidadamente sus anecdotas de los catorce años y de los quince. Los bailes donde todos iban a divertirse sin estar pensando en la vuelta a casa. Las largas noches sobre la arena...
Los tiempos no habían cambiado tanto, pensaba, porque ellos hacían todo lo que ella había pensado sin hacerlo, cuando por las noches se imaginaba yendo a una comunidad hippie de por lo menos Cabo Polonio, donde todos se bañaran desnudos, hubiese luna o no, y se acostasen sobre las rocas planas, por lo general de a dos, todavía ataviados con algunas algas verdes y olor a mejillón. Nada nuevo bajo el sol, salvo el enorme atrevimiento vital de estos muchachos que tal vez ni sepan cuan afortunados son. En la calle, como ellos dicen, con esa manera directa de expresarse, y la calma conque encaran las realidades. Como los perros de la calle, que por cierto son los que nunca ladran ni muerden a los vecinos, porque no tienen propiedad alguna para cuidar en este mundo ancho y ajeno. Ellos tampoco, se veía de lejos y volvía natural el hecho de que anduvieran pidiendo alojamiento por una noche, apenas, cuando en realidad ella les haría lugar permanente de buena gana, si eso no fuera romper con todas las cosas sensatas que nos enseñan desde la niñez. Se rió para adentro. Imaginaba a las hermanas Bronté pasando a cada rato para el almacén fingiendo haberse olvidado de algo, y de paso terminar de catalogar a las dos personas que están viviendo con la flaca Margarita , la hija del viejo que murió electrocutado. Porque de pronto la idea le resultó graciosa. Toda la escena, los vecinos enfermos de curiosidad, ella con cara de tonta, los muchachos entrando y saliendo de su casa como si fuera la suya, el Toba arrimando sus buenos concejos, "ahora que has quedado sola". ¡Era eso! Ahora no se sentía sola. Estos muchachos habían llegado como ángeles salvadores a demostrarle que la vida continúa y que es en esencia una serie de decisiones libres, a partir de ahora, ya. De lo que le estaban contando se entendía que siempre habían tomado los hechos como un desafío para seguir viviendo, por prueba y error, pero sin complejos. No habían pensado nunca en un plan a largo plazo, eran seres vivos, no programas de computadora.

Y en eso Margarita tal vez tuviera razón, si consideramos que desde niños se nos pregunta qué vamos a ser cuando grandes. Qué vamos a saber qué vamos a ser, sabemos apenas que queremos ser fuertes y tener libertad de hacer cualquier cosa...

Margarita le tenía tirria a todo eso de las computadoras, no sólo porque esos aparatos, o mejor dicho el aparato diabólico que había estado inventando en los últimos cinco años, su padre, y que... Claro, fueron muchas noches de invierno que en vez del susurro de la lluvia sobre el techo, en la casa se oían aquellas palabras extrambóticas de los nombres de los comandos y sus complejos desarrollos lógicos. Sin embargo se había ofrecido como secretaria y primera operadora de toda aquella mesa llenas de llaves de relé y de manojos de cables negros. Una locura. Pobre su padre.

-Se ha hecho tarde. Vengan que les muestro la pieza...

Manuel quería hacerle una pregunta antes, sobre qué era lo que su padre estaba inventando con tanta pasión.

-Una computadora distinta...
-¿Cómo distinta...?
-Sí, el decía que iba a ser distinta, que no se iba a armar sobre chips, sino sobre objetos...
-¡¿Objetos!?
-Sí, en realidad no sé a que le llamaba objetos.
-No serían algo como piedritas...?

La mujer había visto efectivamente que su padre colocaba una caja de acrílico transparente en el medio de todos los aparatos, allí donde una luz violácea parecía siempre estar pulsando, con unos cositas oscuras, probablemente guijarros, en su interior. Era la zona peligrosa donde le había explicado que estando todos los "campos" activos se generan fuerzas electromagnéticas muy poderosas, capaces de despedir violentamente a una persona o aplastarla.

-De ahí lo tuve que retirar luego de apagar todas las llaves.
-¿Y el invento?
-El invento quedó allá en la otra casa... en el galpón...

Manuel estaba exitado.

-¿Podemos ir a verlo?

Margarita no comprendía.

Manuel sí comprendió. Tenía que decir algo. Explicar su interés al preguntar por una cosa que supuestamente no debería comprender. Una mentira, por ahora.

-Me habían hablado de un inventor, yo lo quería conocer...

A Margarita le pareció suficiente razón como para desestimar que fuera más de medianoche. Buscó el manojo de llaves y la linterna.

-Allá no hay luz, la casa está para la venta.

Salieron los tres atravesando calles y charlando a viva voz como si fueran viejos camaradas de aventuras relatando las nuevas vivencias. Compartiéndolas y disfrutando de la charla bajo un cielo muy poblado de estrellas diamantinas.