lunes, marzo 31, 2008

503,, Loco, loco mundo

Evidentemente Tabaré no estaba siendo el presidente... El frente no había ganado las últimas elecciones y...

-¡Larrañaga! -gritó de forma despavorida, para aunar otra vez las miradas sobre su rostro.
No parecían aprobatorias...
Ni muy tranquilas, como si estuviesen pensando que lo de la pregunta anterior no había sido casualidad de un momento de distracción, que estaba no más delirando. Bueno, no iba a ser la primera vez que le tocara hacer el papel de loco entre los conocidos. Y hasta tal vez... fuera la forma más rápida de averiguar en cual mierda de los mundos paralelos se había metido. Porque este era por lo menos un mundo paralelo, ya no le quedaba duda.
-¿Qué te pasa Manolito, no te sentís bien? -Acarició la voz del viejo a medida que se le acercaba.
Manuel se rió... Se rió de una manera tan exagerada y ridícula que enseguida le pareció cómica y le dio más risa.
-Es el tema -intercaló Margarita- mirá cómo se ha puesto de nervioso.
Abelardo no estuvo de acuerdo. Manuel nunca había dicho que no le interesara la política.
-Es más... Hasta le resulta divertida- dijo- ¿No ves que le da gracia?

Aprovechó la pausa Manuel, para ponerse de pie e ir hasta su abuelo a preguntarle, mirándole a los ojos, por el nombre del autentico y simultáneo presidente de la república.

-El que está ahora.

-Es Lacalle, Manuel. ¿Es que no te acordás...?
-¡Pero si ni fue candidato!
-Fue, sí. No te acordás que le ganó la interna a Larrañaga?
La mano sobre la frente de Manuel contestó reconociendo que la realidad le estaba superando.
-¿Y que después le ganó en segunda vuelta al frente sumando los cajetillas de la ciudad con los seguidores de los señores feudales...?
Manuel no se contuvo.
-Qué mundo más loco!
Se revolvía ls yemas de los dedos entre los pelos como si por inercia se negara a abandonar la estrategia de actuar como un loco, que no era la estrategia de ahora, porque ahora estaba sin ninguna estrategia... Necesitaba una...

-¡Yo no soy de este mundo, abuelo!

Todos se miraron en silencio.

-No, pero yo te lo voy a explicar... ¿Eh?... Vos me vas a entender porque sabés mucho de ciencia...¿Eh abuelo?.... Vení, vení conmigo que te voy a explicar unas cuantas cosas y vas a ver que no estoy loco... Son cosas que yo no podría saber nunca si hubiese sido el Manuel de este mundo... ¿entendés?

Lo sacó con el brazo sobre el hombro y hablando sin parar con tono de estar enseñándole a un niño mientras los otros quedaban estáticos y vibrando ese acorde que suena cuando ocurren las cosas fatales, irremediables.
-truuummmm....

domingo, marzo 30, 2008

502. Por El Calentamiento Global

No sólo lo contó, sino que para mayor claridad se puso en el suelo y como un perrito reculó varios metros siguiendo un camino en zigzag.

-Así, ves? Sin mirar para atrás ni un momento.

Y diciéndolo se fue entusiasmando porque... En eso le comenzaba a salir aquel niño travieso que siempre había sido. Manuel festejaba la gracia y Margarita fruncía el entrecejo con notable impaciencia, la misma que siempre le dominaba cuando su viejo padre volvía a desplegar las alas de la fantasía, de sus temas científicos o de casi cualquier cosa, aunque fuera evidente, para cualquier otro, que ahora sí el anciano recuperaba la vitalidad.

Golpeaban las manos en la terraza del frente -ellos estaban ahora bajo la parra del fondo. Abelardo levantó las rodillas de su pantalón descolorido, las sacudió con tres limpios moquetes de palma y gritó que ya iba.
Era Miguel, el farmacéuticos de al lado del puente quién resultaba ser muy amigo de Abelardo,en este mundo. Se notaba por el tono de la conversación que trajeron hasta dentro de la casa, llenándola de voces y apareciendo por la puerta de la cocina al lugar de la anterior reunión.

-¿Lo conocen a Miguel, verdad?

Miguel saludo sin mostrar ninguna sorpresa, y fue saludado. Por Margarita, apenas con la suficiente amabilidad y por Manuel con excesivo entusiasmo para un muchacho que nunca iba a comprar nada por el negocio. Sin embargo la conversación de los veteranos continuó, sin mucha pausa, derechamente hacia lo que Miguel traía entre ceja y ceja para el rezongo. La candidatura de Astori.

-Ya te lo dije el otro día... Está cantado que el Tabaré le va a dar la bendición. Fijate. Y con Astori de candidato..., entonces sí que nos vamos a olvidar de ganar ninguna elección. Fijate, si perdimos con Tabaré, menos vamos a ganar con este.
-Quién sabe... Capaz que junta votos porque nadie le va a tener miedo de que sea muy radical...
-Ja, eso sí que no!

Manuel no se aguantó e impensadamente se metió en la conversa.

-¿Pero, y ahora..., quién es el presidente...?

Los dos viejos se dieron vuelta en brusco silencio. Miguel por no hacer evidente su juicio y Abelardo, no por vergüenza sino por asombro. Silencio que aprovechó Margarita para protestar su idea recurrente de que los políticos eran todos iguales y que no había que perder el tiempo en creerles nada. Tiempo que se podría utilizar en el cultivo de la vida espiritual, la meditación y el yoga.

-¿Y Mujica? -preguntó Manuel.

-Mujica anda en eso de inventar una especie de peronismo a la uruguaya, que en realidad es un batllismo desteñido entreverado con Chicotazo. Un nuevo Luis Batlle -Apabulló Miguel con más bronca que ganas de ser preciso en los términos.

En cambio Abelardo aflojó los párpados superiores dejándoles caer como un alud de nieve de pronto derretida por el calentamiento global.

-¿Mujica...? ¡Ah Mujica!

sábado, marzo 29, 2008

501. Fotografías y Paraguas

Mientras Abelardo seguía, con entusiasmo, explicando aquello de las atracciones y las repulsiones. Las energías inagotables del movimiento del universo y la masa total equivalente... los ojos de Manuel recorrían uno por uno los objetos que descansaban bajo gruesa capa de polvo, asomando apenas de los estantes, entre tristes telarañas y almanaques de otra década.
Allá había una fotografía vieja, de familia, es decir ellos tres. Abelardo, Margarita y él con pocos años. Una gorra de vasco agujereada, un soplete de querosene que había perdido el gollete de su bomba, varios paraguas desflecados... y una cabeza de Artigas tallada malamente en un trozo de madera. Todo le pareció triste. ¿Por qué triste? Y...
Comprendió que después de todo prefería al otro abuelo. El que nunca había abandonado su loca pasión de inventor, que no se había escondido ni pedido disculpas bajando la voz. Que había sabido encantar toda su niñez con la constante fantasía de los nuevos y portentosos inventos... El que había muerto en pleno entusiasmo y lo había conservado todavía después hasta el extremo de desafiar el poder de los dioses. Aunque le hubiera complicado a él... Sí, aunque le hubiese complicado!
En cambio este pobre viejo...

Se sintió que una voz femenina hablaba desde la casa. Salió Manuel primero mientras Abelardo se ocupaba de esconder el invento. Era Margarita. Vestía un extraño atuendo que terminaba sobre los hombros en un gran manto de seda con largos flecos...

-¡Manuel! Ya sentía yo esa vibración especial que siempre te me anuncia.

El beso vino acompañado de mucho pachouli y tintineos metálicos colgados de las orejas de aquella mujer apenas parecida a su madre. Más bien a una gitana, o una mujer hindú extrañamente nerviosa, flaca, de ojos saltones, que besaba besos repetidos, aunque no cálidos.

-Llegaste recién?
Margarita giró su cara un poco descolocada.
-¿De dónde?
-No se... Creía que estabas en Maldonado...
-¡Pero Manuel, qué estás diciendo...? Ah, ya se, es otro de tus chistes ...
-...o en una cueva... Ja ja!

Fue Abelardo quien siguió la conversación cuando apareció desde la puerta del galpón que había cerrado.

-Hablando de cuevas, encontré otra cueva de tucu tucu en el fondo.
-Pero, no más ancha que una mano, no?

Abelardo ni se dio cuenta de la extraña pregunta porque estaba pronunciando correctamente el nombre científico de los tucus: Ctenomys Pearsoni y preguntándose a sí mismo si la palabra pearsoni querría decir persona. Tampoco oyó que Margarita protestaba por la occidental manera de clasificar los espíritus en casillas inamovibles en vez de reconocerlos como partes del espíritu universal que es en sí mismo el Universo.
Pero Manuel se interesó en saber cuales eran los conocimientos que la nueva versión de su abuelo tenía sobre los simpáticos tucu tucus.

-Los has visto...? ¿Cómo son?
-Y, cómo van a ser ? Como son los tucus, parecidos a los
aperiás, pero un poquito más gordos. ¿No te acordás cuando nos sentábamos en el fondo a pastorearlos...?
-¿Serán inteligentes?

Los ojos del abuelo brillaron al tiempo que levantaba levemente la cabeza y las cejas formando un techo de dos aguas.

-¡Muy inteligentes! Con decirte que cuando salen de la cueva y llevan recorrido un trecho, si se encuentran con un peligro saben correr marcha atrás por todo el recorrido que habían hecho, sin tener que dar una vuelta en círculo...!

jueves, marzo 27, 2008

500 ,El Reencuentro

Corrió a abrazarle con un ímpetu tal que casi da con el viejo sobre la tierra.

-¡Te acordaste de mi cumpleaños! -pronunció la cascada voz que por cierto no era la misma de aquel viejo fuerte y aventurero que había conocido en el otro mundo. Se le veía más chico e inseguro en los movimientos, pero alegre.
-Pensaba, que si venías, iba a hacer un asadito. Es posible que se aparezca tu madre también...
Todo era muy natural. Las mismas arrugas, aunque más, y la misma manera de entrecerrar el ojo izquierdo cuando la sonrisa. Llevaba el trozo de costillar que sacó de la heladera, con una mano, mientras conversaba y seguía arrastrando los pies con las mismas eternas alpargatas bigotudas. Dos tiras de asado alcanzaban, junto con cuatro chorizos y dos morcillas, para los tres, con la ensalada que seguramente Margarita dijera de preparar.

-¿Y tu máquina de cortar pasto, qué tal, funciona?

Seguramente una pregunta de gentileza, porque aunque no haya sido muy gentil casi nunca, a veces cedía frente a los embates anticientíficos de la hija, su mamá. Entonces por un rato solía hablar de bueyes perdidos o de los perros de los vecinos, que aparentemente nunca había visto antes. Por un rato. Después volvía a ser el abuelo inventor de siempre. Le tomaba de la mano con el tema de mostrarle lo último que estaba fabricando. Un rayo láser del tamaño de una moneda o una pantalla tridimensional.

-Tengo ganas de que veas lo que estaba haciendo en el galpón...

Esta vez era otra máquina de movimiento perpetuo, pero distinta. Distinta a todas... parecía algo demasiado salvaje, o rústica aquella rueda toda torcida y rodeada de continuos clavos pegados con cinta aisladora. Nada de la antigua fabricación impecable con superficies pulidas y encajes perfectos. Aquello era un adefesio que amenazaba con desmoronarse antes de completar una vuelta. Porque era como una rueda puesta (clavada) sobre un eje (que era un clavo).

-Te explico rapidito, Manolo, antes de que llegue Margarita y me oiga hablar de estas cosas. Es un antojo de viejo porfiado, sabés? Pero no quiero morir sin sacarme la duda de si esto puede funcionar. Sería una burla para ese montón de profesores que escriben libros sobre lo que otros descubren... Tal vez tengan razón y esto sea imposible, pero... si no lo compruebo por mi mismo... ¿sabés?... vasco viejo...

-Si, explicame, a ver, ¿cómo funciona?
-Bueno... todavía no funciona. Me falta conseguir un elemento fundamental, aunque muy sencillo. Un aislante magnético. Una sustancia que no deje pasar la atracción magnética a través suyo.
-Supongo que habrá alguna...
-Hay unas cuantas que son comunes, pero su fuerza de contrarresto es muy débil en cambio... Necesito en realidad una sustancia anti-ferromagnética y tal vez la tenga que fabricar...

En ese momento Manuel se dio cuenta de no estar dentro del viejo taller laboratorio de Abelardo. Estaba en un mísero galpón de los petates viejos, en un rincón medio oscuro donde puesto sobre un cajón de papas invertido, lucía torcidamente la máquina del movimiento continuo de su abuelo.

-Se trata de que una vez puesta en movimiento la rueda se vayan enfrentando de un lados imanes con polos opuestos y del otro con polos iguales, pero debe haber un corte, un punto donde se interpone la sustancia aislante que suprime la atracción para que la rueda siga girando.
-Claro...


miércoles, marzo 26, 2008

499 Para llegar a la cita

Era otra vez el viejo Lagomar a lo largo de sus calles de balastro claro rodeadas por los pinos y el silencio. Era ese tiempo lento que se niega a transcurrir más que para volver una y otra vez al mismo canto de la chicharra, el crepitar de las piñas que se abren y el silencio de cada pinocha que con la brisa se desprende y cae.
Estaba visto. No se trataba de una epidemia de amnesia selectiva. Ni de un viaje temporal a los momentos previos a la irrupción de las bolas y los ángeles. Era tal vez, un especie de maleficio... Un juego mágico que habría hecho con sus pezuñas el chivo de Satanás... Cosas en las que no creía. Nunca. Porque no lo podía creer, simplemente. O sea...

De pronto se le hizo la luz. ¡Estaba en otro mundo! Ya Mandinga le había contado un episodio similar, al que no había sabido si prestarle crédito, o no. Eso era! De ahí las pequeñas diferencias sobre una base muy similar. De ahí que las personas, sin dejar de ser ellos mismos, parecieran haberse definido de una manera distinta. Como había dicho él. Un mundo paralelo, donde cada cual se ve enfrentado a situaciones un poco diferentes, toma decisiones también algo diferentes y.... Aquí el Dengue no había dejado de ser un borracho ni Ernesto Federico, tal vez habría pensado en formar una sociedad secreta, porque en este mundo... seguramente no habrían aparecido los ángeles ni su abuelo habría mandado a Mandinga para ayudarle. Hasta era posible que...

Tanteó que en el bolsillo tuviera suficientes monedas. Corrió hasta la parada de ómnibus de Becú y sin parar se colgó de uno que ya partía.
-Hasta la 20.
Se bajó a la carrera por Aerosur como si fuera apurado para no perder un avión que estuviese remontando del aeropuerto, allá, pasando la altura. Pero no. Corrió apenas hasta que estuvo frente a aquel galponcito que sobresalía de la línea de construcción. El viejo galponcito donde se abuelo reinventaba la pólvora todos los días. Ahí, era ese. Y la terraza de la casa extendida al costado, con aquel mismo portland que había dibujado tantas veces con tizas de colores...
Tal vez sea cierto que Manuel se lo esperaba, pero igual, cuando vio que la puerta del galpón se habría y de ella aparecía aquel anciano encorvado de pelos hirsutos...

martes, marzo 25, 2008

498, ¿De qué hablabamos?

Justo entonces sonaron suaves golpes de nudillos en la puerta cerrada. Era la funcionaria que amablemente venía a requerir información sobre el paradero del sujeto que se había negado a hacer la cola correspondiente. Las normas eran estrictas en el sentido de no despilfarrar los recursos del ministerio y ya debería saber el señor licenciado que le estaba terminantemente prohibido hacer beneficencia con los dineros públicos. Ella, por ejemplo se ganaba a conciencia su sueldo impidiendo cualquier tipo de irregularidad en cualquier cosa que llegara a su conocimiento...
Giorgionne, que había quedado con media cabeza asomada al borde de la apenas entreabierta hoja, la retiró justo a tiempo para sentir el golpe de las maderas, que no de la cara de aquella funcionaria ultranacionalista, que ya le tenía harto. Volvió algo perturbado.

-¿Qué era lo que me estabas contando...?
Manuel no contestó en seguida. Sentía que la sangre se le venía a la cabeza. No podía creer que todavía hubiesen funcionarios de esa categoría. Guardianes, como perros Rodwiller, de la propiedad privada representada por el estado, mezquinos de repartir lo poco que ha quedado después del robo.
-¿Siempre te trata así?
-Te parecerá ridículo, pero tiene razón. Ella cumple al pié de la letra con las instrucciones que bajan del ministerio. En los últimos meses han logrado bajar la atención de pacientes en un sesenta por ciento... con el agregado de tres pasos intermedios nuevos. El carnet de indigencia involuntaria, que se gestiona en el ministerio de industrias. La declaración jurada ante escribano público de no poseer bienes suntuarios como televisores o calculadoras de bolsillo. Y después el clásico carnet de asistencia que ahora se consigue por sorteo o licitación. Más un sobreprecio si lo querés con tapa de cartón.... Disculpá, me fui de tema... ¿Que era lo que me estabas contando...?
-Me estás diciendo que el país a vuelto al capitalismo salvaje?
-Ja! Y cada vez más.
-Pero, desde cuando? Por lo menos en la última elección antes de la revolución, había ganado el Frente.
Giorgionne se pasó la mano por la frente, ahora acalorada.
-Uy, muchacho...! Bueno volvamos a nuestra conversación anterior. Decías que conocías todo sobre mí. Será eso seña de que de alguna manera te importo... Me viniste a buscar...

-Antes pasé por lo de Ernesto y me había encontrado con Dengue y el Cholo... No sé mi madre dónde está?
-Y supusiste que un sicólogo te podría ayudar a encontrarla...?

Manuel se impacientó.

-Qué sicólogo, Vittorio! Te vine a buscar porque sos el compañero de mi madre, y... se supone que escaparon juntos de la caverna, cuando... Pero, decime, nada de estos te hace recordar ninguna cosa?

El licenciado se asombro del asombroso parecido que mostraba Manuel con una persona muy dueña de su realidad.

-Manuel, deberíamos acordar que todavía no se ha demostrado que mi memoria sea la que falla...

Aunque no quedara ninguna duda... El delirio mostraba tener un desarrollo amplio, con más de dos niveles lógicos de desajuste, metido allí en este joven aparentemente de buena inteligencia y menguados recursos.

-Yo de todas maneras te podría atender dos veces por semana aunque la señorita del frente patalee. Tal vez haya también en vos algunas cosas mal archivadas...

Manuel suspiró, se dio vuelta y apenas dejó un saludo.




497, Sobre la mesa de los tests

No pudo oscilar demasiado en el devaneo, allí se estaba asomando Vittorio con su nariz rectilínea y su incipiente calva. ¿Sería correcto preguntarle de improviso por su madre... compañera suya...? O mejor esperar a conocer con cual locura le salía el pobre...
Ya le estaba mirando con interrogación, venía hacia los vidrios, aunque serio, como si no le conociera. Trato Manuel de abrir la puerta que parecía estar trabada. Se afirmó en el mismo momento en que Vittorio alargaba sus cinco dedos para tomar el picaporte y tal vez preguntarle qué venía a hacer. Se destrabó la hoja y con entusiasmo incontenible fue la madera a golpear la mano del licenciado quién contuvo apenas una puteada.

-Venías por alguna consulta?
-Nooo...
-...
-Quiero decir que... ¿Es que no te acordás de mi?!
Vittorio tartamudeó un poco poniéndose colorado. No gustaba de reconocer que era sumamente distraído, olvidadizo y poco fisonomista.
-No se... Me resultás conocido pero no logro ubicarte.
Ahora la única duda de Manuel era el método a utilizar. Si el sistema de shock de evidencias apresuradas que no le dieran al sujeto tiempo para elaborar pretextos o... Lo que venía pensando en el camino... Darle largas al asunto para...
-Si querés pasá y me explicás qué querías decirme... Estoy desocupado en este momento...
Una vez adentro del consultorio Manuel decidió largarse al agua. No quiso sentarse y en cambio fue hasta frente de la mesa que la otra vez le había servido de base para los guijarros. Giró en redondo y se puso a hablar.
-Hace dos años vine aquí.Todos decían que estaba loco porque recordaba un viaje al pasado y a otros mundos donde los personajes de las historietas andan por la calle. Que yo mismo había sido dibujado en una tapa de Hora Cero y que el Pepe Mujica saltaba en una pata para no caer dentro de los agujeros... ¿Te acordás de las hachas celtas...? Cuando giraban para un lado y después cambiaban el sentido...?
Vittorio dudó. Caminó unos pasos e intentó encontrar algo dentro de su enorme y desprolija agenda.
-No no me apuntaste en ese libro. Me dijiste que no estaba loco y te pusiste a jugar con las piedras...Me acompañaste hasta ese lugar y cuando abrimos la puerta para salir...¿Qué paso, eh? ¿Que nos paso?
Maquinalmente Vittorio respondió como un eco.
-¿Si...qué nos pasó?
-Que nos raptaron, boludo ! ¿No te acordás...? Una nave enorme con un
salón como de cine, lleno de hileras de asientos... Una nave que no era de este mundo, llena de gente...
-Cómo te llamás...?
-...bueno. Ahora estás pensando que sí estoy loco, claro, era para ver si lograba hacerte acordar de algo, pero... Ya se que para quién no recuerda haber visto algo raro, el que lo recuerda es un loco. Un raro... Y tu profesión es de que uno se olvide de las rarezas. Sin embargo yo se cosas de tu vida que, si no te conociera, no las podría saber.
Le sopetó todo a boca de jarro sin dejar de sonreír, a pesar de que la calma de Vittorio era olímpicamente divina. Un profesional que descansaba ahora el trasero sobre la mesa de hacer los tests, mientras curtiendo la suavidad de las ondas alfa registraba el general panorama de lo que estaba escuchando. Sin perder el hilo, naturalmente, sino que el campo visual de su atención se extendía un tanto hacia los lados, aquellos detalles de la inflexión de la voz en las distintas palabras y el lenguaje postural que el sujeto venía desarrollando. Su fórmula de trabajo. O sea la de la mínima intervención, para no alterar la naturalidad de la información recibida, y, de paso para no reconocer que solía estar más perdido que Adán. Para actuar y tratar de ejercer influencia se necesitaría tener la certeza del significado de la palabra salud y de las posibles consecuencias de la mejor intervención... la menor...
-Bueno... Preguntame a ver si conozco cosas de tu vida...
-Mejor... Contame qué es lo que sabés de mi.
-Que te llamás Vittorio Giorgionne. Vittorio con dos tes, como los italianos, y Giorgionne también, que una vez me contaste que eras descendiente de un gran pintor de hace siglos.
La voz de Giorgionne fue emitida con vibración pareja y blanda. No puso objeción a la certeza de lo que había escuchado, más bien daba ánimos a continuar.
-Te tocó trabajar aquí en Lagomar porque,...bueno, no me acuerdo... aquí vine yo, cuando parecía que estaba loco... pero, claro -Manuel se sintió contrariado- Vos no te acordás de mí. Voy a contarte todo lo que no tenga que ver conmigo. A ver... Que tenés casa en Montevideo, tu mujer es escribana, que tenés un hijo casi de mi edad y que en una vitrina de tu living hay un acha celta que...
-¿Hacha celta...? -casi con piedad preguntó.
-Sí, las que giran para un lado y después para el otro... ¿La tenés todavía?
-No... Nunca he tenido una... ¿cómo son?
-Con forma de huevo, más o menos.
-¿Pero son hachas...?
-Sin filo.
-¿No se usan para cortar?
-No se para qué se usan, pero son muy antiguas... y giran para un lado y para el otro.
-?Y a vos qué te hace pensar eso...?
-Nada. Son así, aunque a uno le parezca raro. Pero son reales, existen!
-Y... cuando se le termina el giro para un lado, qué es lo que las empuja en el ocontrario?
Manuel se rió.
-Será el sentido de la justicia, del equilibrio...
-Ah... ¿tienen sentido...? ¿Conciencia...?
-Y... de alguna forma... todas las cosas tienen conciencia... me parece.

domingo, marzo 23, 2008

496 TRES VECES UN TANQUE

Cerró sin esfuerzo el portón al salir. El perfecto portón de goznes aceitados y erectos que lo mantenían sin rozar siquiera la gravilla de la entrada. Bah, qué gravilla si aquello todo eran losas del mismo granito, ya gastadas por el tiempo y las suelas de tantos transeúntes...
Afuera ya habían borrado las últimas huellas del incendio entre los pinos. Terminaban de techar una vivienda en el baldío de la esquina y de poner un vetusto transformador de corriente cruzando no más a la de enfrente... Una oferta de lata estaba firmada por una inmobiliaria llamada Fernández y en el poste del hilo telefónica restaba un viejo cartel que parecía recién clavado: LACALLE PRESIDENTE - POR LA VUELTA - 321. Faltaba no más que llegando a lo de Rulo, para pedirle prestada una podadora, ni siquiera le reconociera. Se imaginó la escena junto con las ganas de volver a verlos, y a la chiquita... No se acordaba del nombre! ¿Como podría ser posible que no se acordara...!? O acaso estuviese loco, no más... y hubiera llegado el momento de reconocer que tantos cambios no se habrían podido producir en tan poco tiempo, pero sí, en cambio dentro de una pobre cabeza estropeada por años de lecturas de historietas.... ¡No! Esto no podía ser otra cosa que una obra de Satanás. El poderoso espíritu al que el viejo Dios jamás a podido terminar de vencer. Ya lo había explicado Mandinga. Mandinga, se repitió, al ponerse a imaginar que a Mandinga ni el mismo Satán le podría haber confundio las ideas y que tal vez le podría ayudar, si le encontrara...

Largo rato caminó Manuel, creyendo que estaría en camino hacia cualquier lugar como la casa de su primo Rulo, sin parar el devaneo de las razones que por turnos le arremetían con argumentos sobre la imposibilidad de los cambios a gran escala que estaba constatando y la posibilidad probable de que se explicaran como producto de su propia insanía. Por suerte, aún así se pudo reír del trabalenguas y levantar la vista al enfrentarse otra vez con el tanque de OSE. Tres veces, por lo menos, porque a pesar de la distracción algo de memoria conservaba del recorrido que siempre había sido el mismo... pasando frente a la policlínica de Lagomar y... Sí, era razonable pensar que si todo había adquirido una apariencia de varios años para atrás, por qué Vittorio no pudiera aparentar que seguía con su trabajo de sicólogo. Licenciado... Era cuestión de allegarse por allí...

Efectivamente en el letrero de la entrada decía que hoy atendía el Lic. Vittorio Giorgionne a partir de las 11 horas, sin que hubiese en las inmediaciones ningún reloj a la vista. Se apersonó a la mujer del mostrador para solicitar consulta aunque sin carnet de aistencia para demostrar su condición de indigente, por lo cual fue censurado con gesto adusto y conminado a ponerse en la cola para solicitar el formulario 67, sobre ingresos y condiciones de supervivencia y así participar del sorteo mensual de tres consultas médicas. No le habían reconocido allí tampoco y también parecían convencidos de que eso era la realidad.... ¿Y si lo fuera...?

lunes, marzo 17, 2008

495 ENTRE LOS TRONCOS

Recostó su espalda contra el tronco de un grueso pino y, desde allí extendió la vista por toda la superficie ondulada de terreno. De tanto en tanto aparecían esos mismos montoncitos de arena que elevaban el nivel de las despeinadas pinochas. Todos pequeños, todos estrechos... En su mente se produjo de pronto un silencio blanco. No podía pensar con pensamientos comunes, aquello le desbordaba. Era tiempo de dejar fluir su otra mente, esa que no precisa de ninguna evidencia de los sentidos, aquella que tantas veces le había salvado en las peores encrucijadas... Esa que ahora también se negaba a decir presente, dejándole en el silencio del monte, tonto como un hongo, callado como un olvido, desvalido como aquél que comienza a dudar de sí mismo.
Quince minutos estuvo sin percibir más que una agrisada versión de las distantes claridades que entre los troncos de los pinos venían hacia él desde el otro lado del monte. Estaba solo. O loco. No debía abandonarse.
Se levantó y con pausados pasos, volvió hacia la casa de Ernesto dispuesto a jugar una nueva partida.

-¿Cual era ese trabajo que me quería ofrecer...?

Observó cómo los ojos de Ernesto escrutaban sus facciones en busca del loquito de un momento antes. Un cambio de expresión que parecía decir "sigámosle el juego", pero también muchas dudas. Ernesto parecía más abrasilerado, hasta en los gestos y llevaba, sin disimulo, uno de aquellos relojes que valían una fortuna... Parecía el mismo, pero, parecía otro. Le contestó. Que de jardinero. Que le había mandado llamar por Cholo para que le pusiera en condiciones el jardín del frente al que su falta de tiempo le había hecho abandonar. Le nombró las flores que quería recuperar, las que pensaba conseguir y le recomendó esa planta de pequeñas hojas, la de su madre, aquella que supuestamente descendía de otra que su padre había hecho traer desde África. A medida que seguía hablando, ya dando órdenes, como si él en algún momento hubiese aceptado ningún trato, parecía irse calmando. Vestía unas bermudas con grandes bolsillos al lado de las rodillas, ocupados con cosas y mal cerrados, sandalias de anchas correas pegadas con esos abrojos, medias a media hasta, blancas y con raquetas de tenis cruzadas en los puños. No resultaba elegante ni parecía pretenderlo. Ahora le hablaba de la paga. Cinco mil por ponerlo en orden y quinientos por mantenerlo cada mes. Ni siquiera lograba saber si pudiera ser poco o mucho. Y seguía sin saberlo cuando su voz ya estaba confirmando la operación.

-Seis y seiscientos...

Volvería con las herramientas a la tarde

sábado, marzo 15, 2008

494, Marzo de 2008

-Sí, Dengue. De él te tenés que acordar... le tenías mucho afecto... hasta ayer.

Ernesto pareció hundirse en un profundo océano. Mirando por encima de los pinos, no mirando, en realidad miraba dentro de sus propios recuerdos y percepciones. Tenía una sospecha. Algo dentro de su mente le hacía sentir que esa palabra, usada como nombre, ya había llegado a sus oídos en circunstancias y con referencias a asuntos sumamente privados. No podría precisarlo, pero junto al sonido de la palabra se le había representado una imagen reciente dentro del parador de Pichi. A la izquierda el largo mostrador y... allá más al fondo, en aquella mesa desvencijada, alejada del resto por tener una pata coja... restaba ese muchacho negro que ya había visto derrotado por el alcohol en otros sitios. Era el mismo que entonces llamó su atención... por la manera de estarse tirado sobre el respaldo de la silla, los brazos colgando a los lados, incapaces ya de llegar al vaso sobre la mesa demasiado alejada. ¿Por qué le seguirán vendiendo vino? Pensó él entonces mientras otros datos también observados le hacían calcular la edad en el entorno a los 19, el peso sin un gramo de grasa y la altura totalmente normal.

-¿Cómo es...?
-¿Dengue? Y... flaco, un poco más oscuro que yo... tiene algunos rulos que le cubren la frente...
-¿Toma...?
-Tomaba.
-Pero ¿tomaba mucho...? Es ese muchacho que anda tirado por cualquier parte...?

De pronto Manuel se puso pálido. Se agarró la cara con ambas manos. Fijó también los ojos en la nada que le impedía pensar... No fuera posible que la ocurrencia imposible que se le acababa de ocurrir, fuera posible! Quiso comprobarlo y descartarla ya.

-Pero, qué día es hoy? ¿Que día, qué mes y qué año?
-Sábado 15 de Marzo del año 2008.
-Claro -había pensado que tal vez había salido al mundo un par de años antes, en los tiempos en que Dengue andaba siempre tan mamado como lo había visto un rato antes. Cuando no formaban todavía el grupo que después se reuniría en la caverna. Cuando el era un tipo feliz.

De todos modos estaba perdiendo el tiempo. No podía ponerse a esperar que Ernesto o los otros recuperaran la memoria... o la razón... o ambas cosas porque... Pero basta. Tenía que encontrar las otras entradas, las de los Tucus, diseminadas entre los pinos , y que, a pesar de ser un poco estrechas, ya una vez se había salvado cayendo por una de ellas.

Salió corriendo sin apenas saludar a Ernesto, se adentró en los pinares y en subida y bajada de dunas fue revisando con rápidas miradas en busca de elevaciones de la arena y las pinochas como las que usaban los tucus para encubrir las bocas.
Encontró una pero... Parecía demasiado pequeña... La destapó con cuidado y...encontró la boca del túnel. Sólo que era del ancho de su mano.


493 Coincidencias

Tanta era la risa y tan descontrolada que, por un momento Manuel llegó a pensar que todo lo anterior no había sido más que una actuación muy bien llevada, un juego para probarle o simplemente una broma. Ernesto ahora se sentaba sobre el cantero de césped geométricamente trazado, se tomaba aun la cabeza con las manos, se secaba las lágrimas de las mejillas... levantó la mirada.
No. Ahí estaba otra vez la mirada escrutadora.

-¿Ninguna cosa de las que dije...?

Ernesto sacudió un rotundo no, con la cabeza.

-Me parece que estás recordando un sueño que has tenido... Conozco a alguien que te podría ayudar... poner un poco de orden dentro de...
-Ah, conque estoy loco, eh?. Te puedo mostrar muchas cosas...
-La caverna...?
-Sí, la caverna... pero antes, ¿Acaso no estaba esa foto sobre la chimenea de tu
casa...?
-Siempre estuvo la fotografía de mi padre... que era humano.
-Mmmm... pero tu madre sabía que existía esa caverna, dijiste que...
-Mi pobre madre estaba loca.
-Y yo soy su enviado... tan loco como ella?
-Reconozco que me ha sorprendido la coincidencia pero...
-Es que tenés la memoria estropeada. De lo único que te acordás es de que tu madre hablaba de la caverna. .. ¿Cuando taparon el fondo del pozo para que juntara agua?
-Hace casi un año vinieron a limpiarlo y arreglarle algunas grietas. Nunca tuvo ninguna tapa en el fondo. Vivo en esta casa desde que era chico.
Eso ya lo se. Y conozco tantas cosas tuyas que no se como me las enteré sin conocerte.
-Una cosa, por ejemplo...?
-Que después de muerta tu madre volvieron por varios años al Brasil donde... ocurrió algo muy grave...
-Si esas noticias se saben de boca en boca...
-En un cañaveral tu padre se voló la cabeza, muy cerca de dónde estabas vos con un hermano.
Ernesto saltó.
-No yo solo. Yo sólo lo vi!
-A Dengue le contaste eso.
-¿Dengue...?

jueves, marzo 13, 2008

492, Mi Madre

La transpiración del rostro de Ernesto, su temblor, extendido desde las manos, fuertemente apretadas sobre las rodillas, hasta el mentón, que arrastraba al labio inferior en un rictus casi implorante, el aspecto todo, que amenazaba al parecer desarmarse como si fuera un enorme castillo de naipes soplado por sorpresiva ráfaga... Todo eso, más la simultánea opresión de su pecho, hicieron callar a Manuel y esperar a que el pobre hombre pudiera articular en palabras lo que todavía no salía de su garganta. No quería mirarle más, el simple jadeo de la respiración era suficientemente expresivo como para esperar un desenlace que no podía tardar. Y que no tardó, llegando en forma de casi inaudible pregunta:

-¿Te manda mi madre...?

Algo le había contado Dengue de la extraña historia de aquella mujer africana, la madre, muerta en esa misma casa, cuando Ernesto era aún un niño. Y algunas cosas más, pero nunca las suficientes como para entender este aparente ataque de pánico, ni mucho menos por cual razón se le ocurría pensar que él fuese un emisario.

-No... no me manda nadie...
-?Pero entonces de dónde sacaste lo de la caverna...?
-Porque he vivido en ella... ¡Hemos vivido!
-¿Vos y... mi madre...?
-No. Con vos y el Cholo y Dengue y... mi madre.

Ernesto chasqueó los labios. Iba dejando apenas de lado el miedo y ya se mostraba molesto. Por un momento había estado olvidando las claras señas de locura que ya le había mostrado el muchacho. Se había dejado llevar por la emoción, esa particular emoción que siempre está dispuesta a pintar fantasmagorías que le llenen en el alma aquel doloroso vacío. Esa región que se empeñaba en olvidar sin lograrlo, ni a través de los más fervorosos razonamientos científicos que resonaban dentro de su cráneo como los acompasados ronroneos de una oración. Los muertos, muertos están. Sin vida no hay pensamiento. Sin pensamiento no hay alma. Mamá no volverá.

-¿En serio, no te acordás de nada?

Por otra parte no dejaba de ser preocupante que un segundo loco viniese con la misma historia de la caverna...

-Dentro del aljibe estaba la escalera... y en el fondo, una entrada a la rampa que hace poco terminaron los tucus... ¿Te acordás de los tucus... de Trum Urum?

Tucus...!... bichos peludos, decía ella...! Habla como si fueran personas... como hacía mámá refiriéndose a las cosas, pero... no pueden haber dos locos iguales... ¿Por qué ellos...?

-Sobre tu estufa tenías la fotografía de un amigo tuyo... un tucu...
-¿Tenías...? ¿Entraste alguna vez a mi casa?
-Muchas veces, hace como dos años me salvaste de los ángeles.

(Qué increíble, otra coincidencia, ella... Decía que los ángeles habían venido de Sirio, la estrella hermana.)

-¿Te acordás...? Y me hablaste como que eras un hombre primitivo... allá abajo, en la caverna...

(Y ella decía que el hombre primitivo había sido mejor, más bueno e inteligente)

-Y me quisiste hacer olvidar todo con una bebida hecha con hongos, pero te hizo mal a vos y te caíste envenenado...

( El veneno. Eso también. Ella opinaba que toda la comida estaba envenenada y que por eso nadie le creía cuando afirmaba que allá abajo había una cueva habitada por un montón de bichos peludos.)

Después de que te arrastré por los pies empezaste a confiar en mí y me trajiste acá arriba... me mostraste la foto del viejo Dunga, el padre o abuelo de Trum... todos tucus...

(No era acaso Dunga, o dnunga el apodo cariñoso que papá le había puesto?)

-Y entonces tu computadora empezó a lanzar alarmas porque... venían los
ángeles!

(¡Ahí estaba! La continuidad de la idea... "El viejo Dunga" estaba en la foto, en ese lugar donde tengo la foto de papá... papá es "Dunga" y a ella le dice "Dnunga" que creo que es el femenino...! Ahora...¿Computadora, alarma, los ángeles...?)

-Después me saliste conque yo era un predestinado y me fui a la mierda.

Ahora Ernesto aprovecho para largar las tensiones. Tras un primer pequeño resoplido de risa, se fue soltando y al momento se reía a carcajadas, de una manera patológicamente exagerada, tanto que cayó sobre tierra retorciéndose de risa sin poder detenerse a respirar.

















martes, marzo 11, 2008

491 EL BUEN JARDINERO

Ernesto Federico quiso tantear hasta dónde llegaba la demencia del muchacho. Había conocido muy de cerca una persona alienada. Su madre. A la que a pesar de todo seguía amando en el recuerdo de aquel pasillo que tragaba luz desde su extremo, iluminando la frágil figura desde atrás. sentada con los pies sobre la silla, abrazadas las rodillas y... aquella manera de hamacarse acompasadamente...

-¿Viniste por lo del jardín...?
-...

No se podía imaginar que una dimensión pudiera estar arrollada como si fuera una cinta métrica dentro de su estuche. Y que no apuntara hacia ningún lado conocido... y sin embargo no otras cosas que esas solía soñar en esos sueños que llamaba de ciencia-ficción, como aquel en que se escurría por entre dos láminas que no se sabía donde estaban y que dejaban pasar para el otro lado donde todo era luz y felicidad... Además si Cholo lo afirmaba era porque estaba muy convencido y Cholo...

-Supongo que ese muchacho... Cholo, te habrá avisado.
-Cholo?... No, Cholo no me dijo nada. Tampoco él se recuperó todavía.
-¿Qué le pasó?
-...nada... ¿Y qué me tenía que decir...?
-Que tengo el jardín para hacer. Me dijo Cholo que eras un buen jardinero.
-Ah...sí?
-¿No te interesa...?
-Mmmm
-¿... te sentís bien?

Manuel se había puesto perfectamente verde. Por asociación con el color del césped o tal vez como resultado de estar a punto de reventar por no ceder al impulso de sacudirlo a Ernesto y gritarle que de una buena vez despertara. Que era urgente y necesario saber la suerte que había corrido Margarita y Giorgionne Para después reunirse todos a ver que actitud tomar frente a las pretensiones del Diablo. Lo miró a su amigo casi con desesperación, pero sin embargo comenzó entonces a calmarse. Ernesto no se veía tan mal. Le estaba observando con curioso interés, como si buscase en sus signos claves para llegar a una comprensión. Estaba conciente y despierto y por mucho que se hubiese olvidado del pasado resiente, seguía sabiendo quién era y recordaba los nombres de algunos de sus compañeros maquis.

-¿No te acordás de haber estado en una caverna...?
-¿Caverna...? Sí, he estado...
-Hasta ayer estuvimos ahí...
-... ayer estaba en Montevideo...
-Pero te acordás de la caverna...
-Una vieja mina de oro, en Brasil.
-No! Yo digo aquí, abajo de tu casa.
Ernesto se puso pálido, llevó ambas manos a apoyarse sobre las rodillas ...miró un par de veces a Manuel, sin contestarle. Después miró a lo lejos un momento y nerviosamente le preguntó de qué le estaba hablando.
-De la caverna que hay aquí debajo... que tenía la entrada por el aljibe...

El miedo que se pintaba en la cara de Ernesto no condecía con su robusta y nada flácida estampa, que se venía reduciendo, poco a poco, como la grasa puesta en la sartén, hasta restar en un diminuto chicharrón. Temblaba y sus ojos nadaban en laguna de lágrimas.

-Tenés que acordarte, Ernesto!

La respuesta de Ernesto fue con un hilo de voz. Preguntaba por la verdadera identidad de Manuel, como esperando no escuchar la respuesta. La temida, tan temida, tal vez por lo tanto que la había deseado, la respuesta a sus ruegos de niño y adolescente, que mamá volviera...

En aquella mirada se expresaba a la vez el mucho miedo y la tentación de creer que su madre estaba de vuelta, incorporada en el cuerpo de este mozo que había demostrado sufrir del mismo tipo de delirios. Una caverna debajo de la casa. Como ella afirmaba haber recorrido con su cuerpo astral antes de asustarse con no se que clase de monstruos que por allí andaban... Claro, por eso había entrado como a su casa preguntando por su madre... "Mi madre", pensó Ernesto


lunes, marzo 10, 2008

490, Sr. Candidato

Por un buen rato quedaron los dos en silencio, sentados uno junto al otro sobre el banco verde. La mirada al frente sólo lograba ver, más alla de los ligustros laterales de Los Dogones, el abigarrado palafito de los pinos, las ramas desparejas con sus marrones guirnaldas de piñas secas y la cortina sonora de las chicharras. Hacía calor. Ese calor quieto que raja la tierra en repúblicas de pasto, donde lo hay, y la madera de los troncos, que por allí sangran resina, mientras piensan qué cosa sería el tiempo ahora, que ha dejado de transcurrir.

Ernesto Federico de Oliveira e Souza se encontraba en una situación atípica. No era proclive a reuniones con desconocidos que invaden su propiedad, aunque tuviese referencia de ellos, fueran de aspecto inofensivo y dieran muestra de extrema confusión. Tampoco era psicólogo como ese tal Giorgionne que le habían presentado en la cantina del Club Lagomar y que...

Porque no cabía duda de que este muchacho estaba loco, o al menos muy trastornado, aunque de eso nada le hubiese referido Cholo, cosa rara, después de tanto conversar allá en el comité de base donde le estaban animando a presentarse como candidato. En eso había estado pensando, momentos antes, cuando este mulatito se había precipitado dentro de su territorio antes de que mirando al futuro él se lograra poner el traje de diputado... No se podía negar que resultaría ser una legítima venganza para su raza, bah, color, tan pisoteado a lo largo de los siglos. Uno por los muchos miles que... por mérito propio puede reivindicar el orgullo de ser de la estirpe primigenia, tras tantos años de estudio y de lucha contra los reiterados errores... Ahora había llegado a conocer la verdad sobre el género humano, sus grandes virtudes y... sus limitaciones.

Más extraña era la quietud de Manuel. La misma desesperación que unos minutos antes le había crispado los tendones de los brazos deseosos de estrangular la garganta de Ernesto, ahora le anulaba todos los impulsos ante el repentino convencimiento de que debía esperar a que la mente de sus amigos volviera a funcionar bien.
Si pudiera saber dónde esta Vittorio, pensó, tal vez él haya podido conservarse más entero, con su saber, aunque tal vez no sirviera de nada... Pero no. Vittorio hasta había desarrollado aquella teoría psíquica de la naturaleza de aquellos viajes, en contra de todo lo que defendía Cholo. ¿Como era...? -trató ahora de recordar con precisión- Sí, que las dimensiones pueden estar en dos estados : arrolladas o desarrolladas.


sábado, marzo 08, 2008

489 La Sonrisa del Balde

Ernesto, todavía incrédulo y sin atinar a otra cosa se asomó por la boca del aljibe, tontamente, a ver lo que sin duda iba a ver. Un loco asustado, a los manotazos, allá en el fondo, donde apenas gustan de habitar las tortugas. Un muchacho que a pesar de mantenerse a flote, se estaba cansando inútilmente sin atinar a estirar , ahora sí, hacia abajo sus piernas, para apoyarse en el fondo, a no más de un metro y medio de la superficie.Ernesto lo sabía, pero tan extrañado estaba por la manera en que se habían sucedido los hechos que, casi podría creer que esa batalla acuática que Manuel libraba contra las olas, fuera otro síntoma de su evidente locura. Le gritó. Por sobre la bataola de salpicones logró hacer resonar un mensaje de calma.

-Voy a tirarte el balde con la cadena. Cuidado que no te caiga encima!

Fue entonces, que por apartarse hacia la orilla, se esforzó en apoyar la espalda contra la pared del pozo y... sin querer tocó con los pies en el fondo. (Vaya idiotés!) El balde cayó con su paf característico y se puso de lado a tomar agua, con la boca abierta mirando a Manuel, con sorna, claro, era fácil para él después de haber caído miles de veces, para subir chorreante y ufano con aquella agua fresca que iba a ser festejada al llegar arriba...
Enroscó el brazo derecho en la cadena, se puso el balde entre las piernas y así, sentado y prendido con ambas manos comenzó un lento ascenso que estaba exigiendo bastante a la vieja roldana y a los músculos de Ernesto. Llegó arriba, se desenroscó y chorreando agua quedó parado sobre las rectangulares losas de granito rojo hasta arrancarle una sonrisa al dueño de casa.

-Qué te está pasando, muchacho? ¿Qué locura es esa?

Fue demasiado. Lo agarró de un brazo, lo sentó de prepo en el banco verde y le dijo no más que se dejara de joder, que bastante les venía aguantando que hubiesen quedado todos medio idiotas y sin memoria, pero... que le llenaran el aljibe con agua sabiendo que era la única entrada rápida para la caverna...!

Ernesto entendió. Algo había leído de psicología profunda, como le llamaba el profesor de Boutarot. Las fantasías inconscientes. Que de pronto pueden irrupir en el plano de la acción y realizar, más que un escenario psicótico, una puesta a punto del borrador interno. Se veía en los psicodramas cuando el personaje representado copaba la escena y exigía escribir todo el libreto Ya se le iba a pasar, especialmente si nadie le pone en discusión la realidad de su fantasía. Su fantasía es real, con mucha más realidad que la dureza de las piedras y la fugacidad de la vida. Solo que se basa en simbologías secretas parecidas a geroglíficos...

-El pozo tiene agua, sí, porque... ha llovido...

¡El colmo! Tras de estúpido, loco!



viernes, marzo 07, 2008

488 CON PERMISO...

La pregunta le hizo bajar la cabeza para enfrentar los ojos con el muchacho. Tal vez había oído mal cuando entendió que le preguntaba por la madre, que ni conocía, a no ser que la señora de la limpieza fuera...

-¿Tu madre...?

Manuel lo volvió a mirar ya un poco fastidiado Se acababa de encontrar con otro zombi, afectado por su reciente viaje en punto desde adentro a afuera de la cueva, nada más.

-¿Qué te pasó, Ernesto?
-Pero... ¿de dónde me conocés...?

Otra vez la misma cara, desencajada, extraña... Eso era, lo que le dicen enajenado, un loco bah. Que ni le estaba reconociendo... ¿Estarían los otros igual?

-Voy a bajar a la cueva.

Como los movimientos de Manuel fueron inmediatos captando toda la atención de las cámaras, no ha quedado testimonio sobre qué cosa hizo Ernesto al percatarse que este sujeto se estaba adentrando en su propiedad aduciendo incomprensibles razones. Pero es de suponer que apenas comenzada la persecución, cuando el joven jardinero se dispuso a abril la tapa del viejo aljibe y elevar una pierna y después la otra, sobre el brocal... se habrá quedado perplejo.
Enseguida se precipitaron los hechos. Manuel después de sentarse con los piés dentro del agujero, estiró una pierna en busca de la escalera y no encontrándola se columpió sostenido por la manos en el borde, se resbaló, cayó sobre la luna congelada del fondo del pozo y entre ahogos acuáticos se puso a gritar. Toda una escena que no pudo ser correctamente filmada porque los chapuzones de agua desparramados por las manos de Manuel enturviaron la visión.

miércoles, marzo 05, 2008

487 RESTAURACIÓN

Manuel vio que la cosa venía conversada. Dengue se veía mejor aunque todavía no pudiera hablar, la Yiya no quería perder su posesión y Cholo... no terminaba de salir de su estupor.

-Me voy a buscar a mi madre.

Dijo y salió a las zancadas, bastante agobiado por la responsabilidad. Después de todo nada hubiese ocurrido si no le hubieran raptado desde dentro del cuarto de baño, Germán o su abuelo, o viceversa, o los dos juntos y además Bosco y ese demonio de Mandinga!

(Pero yo me las busqué todavía... porque no tenía por qué andar contando lo que me había pasado, ni a la flaca, para no meterla en líos, ni a nadie más aunque... qué miedo que tenía de estar en serio volviéndome loco! Entonces Giorgionne...y Ernesto Federico y... No, pero los ángeles ya me andaban detrás! Ese día entre los pinos me hubiesen llevado si no hubiera sido por Ernesto y los Tucus...¿Y entonces...? ¿Todo hubiera sucedido aunque me hiciese el boludo....?)

Por esos temas vagó la cabeza de Manuel mientras caminaba derechamente hacía las ruinas de Los Dogones, al ritmo que la arena del camino marcaba, según su cantidad sobre el firme del terreno.

¡Allí estaba...otra vez con su magnífica estampa el caserón de los Oliveira! Entero y con buena pintura, obra segura de la extraordinaria habilidad de los Tucus para el manejo de la madera y por lo visto de la restauración de relojes antiguos o de casas estilo castillito como si fueran relojes cu-cu. Porque la casa parecía ser una réplica exacta de la antigua casa... salvo un detalle... los contramarcos de las puertas estaban pintadas de color lacre! Por qué los tucus habrían cambiado el anterior color? A veces parecían medios chicatos para eso. Sólo les importaban las formas y los olores... En el portón había otra diferencia: Se habría con sólo apoyarle una mano... y el camino de entrada estaba limpio...

Apareció por el porche con su bermudas blancas. Llevaba alto el perfil mirando la extensión de sus plantíos de blanco algodón que cultivaban los negros. Sus negros. Quiso portar en la mano una fusta para cualquier animal que montara. Y parecía muy ocupado en importantes pensamientos cuando advirtió que se habría el portón y aparecía a las risas ese pardito Manuel que le habían recomendado como jardinero.

-Adelante...¡no baja a pedir permiso! -le espetó a boca de jarro, golpeteándose de forma imaginaria con la fusta en las supuestas botas.

Manuel levantó la palma en el saludo ácrata y ya iba a comentar la exactitud de la nueva casa cuando vio en Ernesto un gesto altivo desde el enmaderado del porche hacia abajo. Un gesto feo que parecía de desprecio, como diciéndole que había mucha distancia entre uno y otro. ¿Por qué? ¿Que le estaría pasando? Seguro que otro que se había visto afectado por el tránsito a través del punto... Otro más.

-¿Mi madre y los otros, salieron bien?





486 Dengue despierta

Bueno... después sobrevinieron los vómitos del Dengue, los gritos de la Yiya, y el mejoramiento de la salud del enfermo, hasta el punto de levantar la cabeza y también el pulgar en el aire hacia donde estaba Manuel. Sonreía un poco vergonzoso, sin terminar de limpiarse, pero consciente de que no era la primera vez que hacía una macana de esas. Qué va! No se pretendía engañar a sí mismo, como cuando se decía que no iba a tomar más vino. Pero tampoco menos. Para mantener algún trabajito que cuadrara por más tiempo que hasta el día de la primera paga. El era así... Que se le iba a hacer. Desde el día que había cagado a patadas al hijodeputa de su tío, por última hasta en los huevos... Claro que soy un negro pelotudo! Me liberé y al mismo tiempo me metí en la cárcel de la botella! Porque en la otra no me lograron meter gracias a los vecinos, los... testimonios... Ellos habían visto muchas veces lo que me hacía cuando me agarraba... además de pegarme...

-Estás mejor Dengue?

Era Manuel quién le hablaba desde allá adelante parado el flaco... Qué guacho más macanudo! Este sí que es de la planta. No le entiendo, parece que me pregunta algo. Ah, que si me siento bien. Me siento bien, claro que me siento bastante bien, aunque un poco sin ganas de moverme, ni de hablar... ese gusto amargo que me duele en la cabeza... Les tengo que decir que me dejen, que ya me voy a parar... con la ayuda de la Yiya... Que loca de mierda! Otra vez termino en sus brazos, como si a mí me gustara ella, que apenas, sólo porque me hace un poco acordar a mí mismo y me da ese amor con pena, pero... en lo sexual...

-Dengue... a ver. Tratá de pararte...

Se apoyó en la cabeza de Yiya y en un codo que apareció oportunamente antes de que las suelas de sus championes volvieron a pisar sobre la arena. Lo difícil era mantener el equilibrio de las dos piernas al mismo tiempo, pero... Ya estaba, apenas si se hamacaba un poco de atrás para adelante mientras le subía el mal olor. Necesitaba un baño. En la casilla dónde vivía solo tenía un latón y el agua... Podría ser que el viejo de la Yiya se hubiera ido para Salinas y entonces... favor por favor...

lunes, marzo 03, 2008

485 POBRE...

Cuando se encontraron y Cholo salió con la noticia del procesamiento de Gregorio Álvarez, Manuel preguntó por su madre y los otros.

-No sabía que andaba por acá -contestó de forma rápida, para continuar con su tema, el Goyo, que nunca se habría esperado terminar en una celda, aunque demasiado cómoda para un delincuente de su calaña. Porque la recuperación en algunos casos se hace imposible cuando la persona se ha dejado destruir por la ambición de poder y la falta de sentimientos. No le parecía? A Manuel nada le parecía más importante que saber si su madre había logrado salir de la caverna a tiempo.

-¿Pero no estaba viviendo en Maldonado?

Manuel le miró arrugando los ojos y la boca, para preguntarle si se había vuelto loco o le estaba tomando del pelo.

-No jodas, Cholo... Quiero saber si salieron...

-¿Tu madre...? ¿De dónde tenía que salir?

Manuel pensó que Cholo, seguramente habría pasado por dificultades, como ellos, en eso de meterse dentro de un punto y después lograr salida. Se le veía demasiado abombado con esa risa tonta conque venía a contar cosas de la época individualista. Como si no supiera que todos los milicos del proceso hacía ya tiempo que se recuperaban, después de años de condena a trabajos serviles al servicio de la comunidad.

-¿Y "los otros"... quienes son?
-¿Los otro...? -no sabía qué decirle.- Los otros que estaban allá en la cueva con nosotros...
Ahora fue Cholo quién se quedó un poco en suspenso. No parecía que con esa cara Manuel le estuviera haciendo una broma tan bien actuada. ¿Estaría borracho...?

Manuel le apoyo la mano sobre un hombro... comprensivamente, y dispuesto a seguirle el juego por un rato hasta que su mente volviera a acomodarse del todo dentro del pobre cráneo.

-No te preocupes Cholazo, vení vamos a levantar al Dengue que se cayó en una cuneta, de tán mamado. Lo está cuidando la Yiya.

-¿La Yiya? ¿Estás delirando no más! ¿Nada menos que la Yiya! -Terminó a las risas para festejar la ocurrencia propia de una historia de teleteatro dónde la víctima sucumbe en manos de su amor.


-...ella se ofreció...

-Claro... Pero la Yiya es capaz de...

Manuel acompaño con la risa el chiste, sin comprender cómo Cholo podría representar el papel de otro, de una manera tan perfecta.Hasta machista parecía cuando cuadraba la boca de esa manera que parece una sonrisa. Tal vez algún personaje que anidara en algún rincón de su ser. O una simple confusión de ideas, que mal barajadas parecen querer decir otra cosa. Quién sabe....

De todos modos, los dos caminaban, sin dejarse de mirar de reojo, e iban llegando a dónde Dengue yacía en los brazos protectores de la Yiya, cuya mano acariciaba temblorosa la frente del muchacho. Parecía un cuadro renacentista o de alguna otra época, salvo que Dengue, en realidad estaba inconsciente, no dormido. Tenía un color verdoso en la cara que junto con la negrura natural de su piel daba un tono indefinido pero antinatural. Bueno sólo para el cuadro. Había que llevarlo enseguida!
Yiya se resistía a entregarlo aduciendo razones humanitarias para con el muchacho a quién consideraba virgen. El último de toda una generación. Por supuesto que se equivocaba, aunque Dengue nunca hablara de esas cosas, entre tantas noches negras había vivido también algunas luces, lástima que pocas.... escondidas imágenes que allá entre el follaje de aquellos árboles todavía temblaban en la luz cambiante.

sábado, marzo 01, 2008

484 Orden y Desorden

Algo le chocó violentamente al entrar de nuevo a su casa. En la pared que se veía al frente estaba, allí ajado por el tiempo que hacía que lo habían clavado, un tremendo banderín de Peñarol con cordón y flecos de seda! ¿Quién se podría haber tomado el trabajo de colocarlo allí de ese modo, para que pareciera estar así desde años?

Entró de todos modos olvidándolo enseguida por levantar el rastrillo y la cortadora que junto con la tijera de podar y un par de guantes seguramente Rulo había dejado tirados después de usar. Estaba la bicicleta pero no el carro y dentro del galponcito alguien había ordenado todos los cachivaches que nunca se decidía a acomodar.

Se rascó la cabeza para pensar una alternativa de transporte, pero como no se le ocurría nadie amigo con vehículo en el barrio, salió no más pedaleando mientras ordenaba las ideas sobre las organizaciones solidarias de la comuna. No se acordaba de si ya había sido construido el hospital comunal, pero en todo caso lo necesario era el transporte, pensó.

Fue cuando levantó la vista por sobre la calle y vio la inconfundible figura del Cholo, a la que se le adivinaba la sonrisa de siempre. Era bueno confirmar que Cholo también había escapado. Tal vez tuviese noticias de los otros...