jueves, noviembre 30, 2006

140 - X 666 LA BESTIA

Como ya empezaba a juntarse gente los Tucus huyeron temerosos de ser vistos. Atrás fueron los otros y vieron divertidos cómo ellos saltaban a la carrera los tres escalones del corredor abierto y chocaban con los hocicos la puerta de la cocina para abrirla al modo de las de vaivén. Ya adentro, Ernesto aun nervioso les sirvió a todos una copa de coñac, incluso a los Tucus, abstemios por principio, a no ser cuando se trataba de licor de macachines como el que una vez les había hecho probar bajo la mentira de que la receta venía de los primeros Charrúas. –En realidad los roedores no se habían tragado el engaño, aunque sí el licor, porque ya tenían a Ernesto catalogado de simpático mentiroso-
-Preferiríamos seguir con los macachines—dijeron al unísono los dos roedores en su peculiar idioma.
Pero el jugo había quedado dentro del frigobar de la caverna. La problemática caverna que…No se había hundido aun, porque de haberlo hecho hubiera arrastrado tras de si al aljibe y bien probablemente hasta a la misma casa. Pero…¿quién podía saber si no planeaba hundirse en los próximos minutos…?
-Habría que bajar para ver qué pasó!
Los Tucus se ofrecieron para hacer ellos la inspección. Ya se sabía de la agudeza extrema de sus oídos que sumada a la buena vista de Ernesto daba de sobra para un correcto diagnóstico. Eso fue lo que Ernesto dijo entender y tradujo a los otros humanos como despedida, cuando ya partían rumbo al aljibe.
En la cocina quedaron tres. Magda preocupada, insistió en que Manuel pusiera la cabeza bajo el chorro de la canilla e incluso se la tomó entre las manos para inclinarlo y así quitar tanto calor acumulado con mucho agua. Con lo que sólo logró que los pelos se le metieran dentro de los ojos y la cara se le pusiera más roja aun, porque lo que realmente acaloraba la sangre de Manuel no era el calor del fuego sino la necesidad que tenía de contar lo que había visto.
Primero había sido aquello que todos vieron, los alambres incandescente. Pero a medida que se había ido acercando al lugar y al límite de su aguante, fue sospechando, y después comprobando, que dentro de aquel capullo incandescente había algo más. Tres bultos. Tres cadáveres asados y retorcidos de seres parecidos a los humanos, aunque irreconocibles. Cuando terminó de comprenderlo el asco logró lo que no había logrado el peligro y el calor. Por eso volvía a los saltos cuando sintió el silbido y presenció la bajada de aquel bicho negro, aquel avión misterioso que bajaba a recoger los restos. ¡Ya lo había visto antes en una revista! Era un avión experimental de despegue vertical e indetectable a todo tipo de radar. Lo había visto en una ilustración de Muy Interesante que tenía en el baño junto con el Hora Cero. X666, La Bestia.
-¿Me entendés?
-Tenés razón. ¡Era muy parecido!
Giorgionne también recordaba haber visto esa ilustración. La recordaba bien porque habían estado comentando cosas al respecto con su hijo, el que todolosabe, quien le había asegurado que ese avión ya estaba en uso y que ahora se experimentaba con cosas mucho más secretas y avanzadas.
-Lo que yo se –dijo Manuel—es que lo de arriba era un avión y lo de abajo una bola de algún tipo, que venía con tres seres que murieron carbonizados.



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miércoles, noviembre 29, 2006

139 - EL INCENDIO

-¡Apurensé, tenemos que rajar!
Ahora los atropellados fueron los Tucus. Pasados por arriba por un montón de manos y de pies que en el pasadizo de 45 adquirían un ritmo de trepada frenético que se continuó por la escalera del aljibe y que no cesó hasta que el último ser viviente saltó desde el brocal al suelo del patio. Cuando por fin estuvieron todos juntos formaban un arco de observadores atónitos que miraban con sus caras relampagueadas de franjas rojas, las altas lenguas del fuego que desde sobre el pinar se elevaban bailando su bravura en busca de las nubes que ahora sí se veían, rojizas y mudas sobre el pavoroso incendio. Porque era un gran incendio el que estaba arrasando con los montes allí enfrente, hasta tan cerca que el calor llegaba junto con la luz.
Ernesto quería poner alguna idea en claro.
-Se sintió una explosión. ¿habrá caído algo?
Era difícil pensar en un incendio espontáneo, tras tantos días de lluvia. Tampoco era la primavera època de campamentos…
Trum Urum hizo un ronroneo significativo y se apartó algunos pasos a la izquierda.
-Dice que desde ese lado se ve mejor.
Se veía mejor, sí. Cuando siguieron a Trum vieron lo que parecía ser el centro del incendio. Por entre un desfiladero de árboles que ardían, se veía allá al fondo una zona menos luminosa donde el fuego ya se había comido todo y apenas sobre los médanos tiznados ardía aun algún raigón y se veían dispersas algunas brasas ¡Pero allí había algo! Un manojo de hilos incandescentes…Rollos de alambres que se ponían en partes blancos y en partes rojos y se iban agachando sobre el terreno.¿Qué sería eso?
-¡Esperen!- gritó Manuel cuando ya iba corriendo a los saltos rumbo al incendio. Al llegar al borde del monte tomó una larga rama por el extremo sin fuego y la fue golpeando hasta apagarla contra el suelo. Con ella, al entrar ya en la zona incendiada, iba apartando las ramas que caían y haciendo saltos de garrocha fuego adentro, hasta que sus amigos, que seguían gritándole al pedo, le perdieron de vista entre ráfagas de luz y de calor irradiado.
¡Claro que temieron por él! Si ellos, a la distancia, sentían cómo sus pieles se ponían tensas y sedientas, qué le podían dejar para Manuel, que en ese momento tal vez ya estaría llegando al corazón del fuego?
-Trescientos grados.- estimó muy serio Ernesto.
Pero en ese momento vieron aparecer la cabeza de Manuel cangureando entre las ramas caídas. Ya venía de vuelta…pero no le siguieron mirando porque entonces fue que empezó ese silbido irritante que crecía desde arriba y que al poder ubicavión,searlo con la vista mostró provenir de un aparato inverosímil, mezcla de avión secreto y cucaracha gigante y negra que venía bajando verticalmente por el aire calcinado justo al punto del enredo de los alambres.
Fue cosa de un par de minutos lo que demoró aquello en terminar de bajar y comenzar a subir de nuevo, aceleradamente, para perderse de vista una vez que se alejara del relumbre del incendio. Ya para entonces, por sobre los chasquidos de los troncos que el calor rajaba, predominaban las sirenas que, desde varias direcciones confluían en el centro. Llegaban los bomberos.



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martes, noviembre 28, 2006

138 - Jugo de macachines

Terminadas las preguntas llegó la hora social. Ernesto se ocupó de servir sendos vasos de jugo de macachines a los que colocó sorbetes y depositó en el suelo frente a la mesa. Así les quedaba más cómodo a los Tucus. Ellos se sentaron frente a los vasos, también en el piso, de patas abiertas con toda naturalidad, como si fueran turistas en la terraza de un hotel de Honolulu. Disfrutaban del brebaje en silencio porque ya no tenían enfrente a los micrófonos y entonces, no sólo ellos callaron. Los otros también, ya que nadie quería ser tan mal educados de hablar en presencia de alguien que no podía entender.
Claro que siempre hay formas de entenderse con gestos y posturas, que no son tan distintos entre las distintas especies. Por ejemplo ellos tenían esa forma de poner la vista en blanco en el momento de tragar un sorbo de jugo. Era la mejor manera de expresar el placer y de disfrutarlo.
Eso estaba haciendo Porum, con la mirada en el techo y la boca bañada del exquisito licuado cuando empezó la sacudida que le hizo cerrar con fuerza los ojos a la espera de algo peor. Que por lo menos se les cayera el techo rosado de la caverna sobre las cabezas. Tal era el sacudimiento de todo y el ruido sordo que se había sentido viniendo de lo alto.
Parecía un terremoto con epicentro sobre sus cabezas. Las luces hicieron varias guiñadas y por fin se apagaron definitivamente dejando a cuatro humanos bajo tierra sin haberse muerto ni haber planeado la aventura. Para los Tucus era diferente, casi siempre estaban bajo tierra. Sin embargo este fenómeno les sacó de pronto del mutismo y se pusieron a ronronear cosas en la oscuridad con un tono de innegable nerviosismo. (Por excepción traduzcamos esa conversación)
Trum—Parece que ha caído algo muy pesado cinco grados desde la vertical hacia el este-sud este!
Porum—Sí, y por las vibraciones que se produjeron en las paredes es muy probable que la caverna haya sufrido daño estructural. ¿Habrá sido un aerolito?
Trum—No me pareció algo tan denso. Sentí crujido de ramas y troncos de árboles en una zona bastante extensa, unos microsegundos antes de la explosión.
Porum--¿Un avión de pasajeros humanos?
Trum—No me parece. Hasta aquí se hubiera sentido el olor a bebidas alcohólicas…
Porum—Bueno, pero escuchá cómo la caverna sigue vibrando!
Trum—Deberíamos sacar a todos de aquí.
Porum--¿Y cómo se los hacemos entender? ¡Son medio troncos!
En un primer momento se acercaron a poca distancia de cada humano y con suavidad hicieron un tururú cualquiera, sin ningún significado, para alertarles de que algo estaba por pasar. Al primero que se lo hicieron fue a Giorgionne, quién se pegó un susto mayúsculo. Siguieron con Manuel quién menos se asustó pero interpretó el tururú como una despedida razonable. ¿Qué iban a estar haciendo los pobres Tucus, en silencio y a lo oscuro junto a ellos? Por último y simultáneamente a Magda y a Ernesto que ya se lo esperaban.
Esa fue la primera etapa. Advertencia. La segunda era más complicada. Se ponían junto al humano y le iban empujando con suavidad pero con insistencia, usando el morro como ariete, hacia la salida más cercana, o sea el túnel en 45, el aljibe y el patio. La dificultad era que los humanos entendían aquello como un intento de avanzar a ciegas y se apartaban para dejarlos pasar. Tuvieron que ocuparse cada uno de dos humanos empujándolos con el costado del cuerpo sin dejarles respiro.
En eso volvió la luz. Volvió a las lamparillas pero también a la cabeza de Ernesto que recién se acordó de conocer varias frases simples en idioma Tucu. Preguntó qué pasaba y Trum le atosigó de ronroneos en tono alarmado. Era imperioso que entendiera!




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lunes, noviembre 27, 2006

137 - Las cuevas del aeropuerto.

Después siguieron las preguntas y las respuestas. Quedó en claro que la cueva habitada más cercana era en el kilómetro 20, San José de Carrasco, donde vivían dos personas permanentemente y tres otras que entraban y salían. También en ese caso la caverna era vecina a una pequeña comunidad de Tucu Tucus gigantes de cuyos miembros habían llegado los comentarios sobre los humanos cavernarios y sobre la ubicación exacta. La parte principal de la caverna quedaba justo debajo de la oficina de UTE y por las noches esa gente subía hasta una tapa en el piso, supuestamente inútil, para hacer uso de las computadoras. No, las galerías de la comunidad de El Bosque no llegaban a conectarse con las de allá, pues se interrumpían unos cincuenta metros antes del arroyito que desagota la laguna.
Mas al norte no había cavernas tan importantes, pero sí una de las comunidades más grandes de Tucus gigantes con miles de miembros, con muchas salidas por las rutas 101 y 102 tanto como sobre la carreterita llamada Aerosur que conecta Gianastasio con el Aeropuerto de Carrasco.
Trum Urum describió esa comunidad con indisimulado orgullo. Se trataba de la metrópolis de los Tucus, con más de mil quilómetros de intrincadas galerías.
-Todos esos campos del aeropuerto están encima de la mayor maraña de cuevas hechas por los de nuestra especie…
Manuel a esa altura bromeo sobre que en cualquier momento algún avión se iba a enterrar de trompa pero, o no entendieron la broma o no les causó ninguna gracia.
Trum Urum y Porum Trucú siguieron con su relato aun más allá de lo que nadie les había preguntado. Pronto estuvieron entrando en los aspectos cuantitativos de todas las cuevas, sus volúmenes métricos, la acidez o alcalinidad de sus terrenos y la composición porcentual de sus atmósferas. Los humanos tuvieron que detener aquel alud de cifras para poderse centrar en lo que realmente interesaba.
-Y por casualidad, ¿saben ustedes si esos humanos de San José de Carrasco han estado tratando de comunicarse con otros grupos por intermedio de la computadora?
-Sí, sabemos que han mandado un mensaje…Ese mismo que ustedes tienen en la de ustedes…Claro que este lo trajo en persona un congénere nuestro al que le pidieron el favor cuando supieron que ustedes desconectaban la compu.
-¿Y cómo lo supieron?
Los bigotes del morro de Porum se achataron sobre el labio.
-Bueno…Nosotros… es decir nuestra comunidad y la de ellos intercambiamos a veces comentarios sobre todo…
Ernesto se puso rojo.
-¿Y cómo entró eso a la computadora de aquí?
Ahora Porum miró el suelo y lo mismo hizo Trum.
-Fue uno de nosotros, el que recibió el mensaje. Tenía miedo de olvidarse de alguna palabra y se sentó frente al teclado a escribir aquello.
Los tipos se parecían bastante más a los hombres que lo que cualquiera se hubiera imaginado. Confesaron por último que estaban estudiando idiomas. Aprendían palabras de cualquier modo y cuando ya podían sin duda su significado y ámbito de aplicación las intercambiaban, primero dentro del grupo local y después con las otras comunidades.
Tampoco la vergüenza les era ajena. Muy avergonzado estaba todavía, según dijeron, el pobre Tucu que se había comedido a escribir aquel mensaje y a punto de terminar se le redujo el tamaño de las letras del último renglón. No lo había podido remediar!



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sábado, noviembre 25, 2006

136 - Preguntale a Trum Urum

Al cabo de un rato volvió a aparecer el tema olvidado. El tema de si Ernesto por fin había encontrado la manera de meter la contestación en algún lado. En algún buzón del espacio cósmico o más modestamente en una botella arrojada al Mar de los Sargazos. Preguntado sobre eso contestó que el método posible requería un aporte muy grande de energía, y que, aunque pasaba cerca de ahí un cable de alta tensión, no le parecía práctico depender de esa energía. Sería algo muy peligroso.
Cuando Giorgionne bromeó con esperar a que cayera un rayo, como en aquella vieja película, fue que Manuel propuso buscar métodos más sencillos.
-Podríamos recurrir a los Tucu Tucus. Ellos hacen cuevas muy largas. Se han de encontrar con muchas cosas bajo tierra como cuevas o cavernas. Tal vez sepan si hay otros humanos en otra cueva… Yo no creo que ese mensaje haya llegado desde muy lejos.
-Podría ser de cualquier parte del mundo, -objetó Giorgionne.
-No lo creo. Si estuvieran lejos no habrían podido entrar a la computadora.
Ahora Ernesto se interesó.
-¿Y por qué se te ocurre que no?
-Porque la compu no estaba conectada. No podían entrar por el cable. Tienen que haber venido…-hizo un gesto revoleando los dedos-…por el aire.
-¡Ven que es un genio! Tiene razón, por mucha energía que dispusieran tendrían que estar muy cerca para lograr algún resultado!
Acordaron de inmediato pedir ayuda a los Tucus. Ernesto tenía amistad con cuatro o cinco de ellos y un parlante instalado en la boca de una galería que funcionaba conectado a la computadora y a un programa traductor Español-Tucu Tucu-Español. Sólo era cuestión de llamar a alguno de ellos, pero primero les iba a hacer una pequeña demostración.
Aprontó las cosas y se puso a decir cualquier palabra por el micrófono. Por los parlantes del costado salían sucesivos chorros de tururúes supuestamente en idioma Tucu. Después invirtió los términos. Emitía sonidos tipo tururú y por el parlante iban saliendo imperfectas pero entendibles palabras en español.
-Como ven mi pronunciación no es muy buena.
Enseguida hizo el llamado.
-“Atención les habla el hombre primitivo. Quisiera pedirle un favor a Trum Urum o a Porum Trucú, o a los dos si pueden venir a la Galería Máxima. Tengo jugo de macachines.”
Vinieron los dos. Enormes, peinados y muy perfumados con olor a menta. Ronroneando entre ellos se fueron a ubicar frente al pedestal bajo del micrófono del suelo. Desde allí, cuando Ernesto hizo una presentación genérica, cabecearon varias veces con mucho respeto y esperaron la explicación de cual era el favor que se les pedía.
Cuando la pregunta estuvo hecha. Trum Urum tomó la palabra.
-Siempre ha habido hombres viviendo en cavernas…
-No por gusto, -acotó Porum Trucú.
-Al principio para protegerse de los tigres diente de sable, de los rinocerontes de tres cuernos y de los búfalos primitivos…
-Venite más al presente.
-Más en nuestros día se llegaron a construir pequeñas ciudades como refugio de una probable guerra atómica…
-En el presente y en esta zona!
-Bueno, hoy por hoy y sólo en el departamento de Canelones hemos contado quince humanos que habitan permanentemente en cuevas y otros treinta y cinco que entran y salen por períodos variables.





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135 - Yo no veo nada.

Manuel se desesperó, aquellas cosas parecían dispuestas a no dejarlo en paz. Cuando no era el amigo del abuelo eran los ángeles.
-¿Por qué se la agarran conmigo?
-Porque sos una persona muy especial, -contesto Ernesto.
¿Qué podría él tener de especial aparte de tener tanta suerte como para que la flaca se fijara en él?
-¿Especial de salame con queso?
-No, mirá…yo no puedo ver el aura de las personas pero, ¡la tuya la veo!
-¿Qué cosa?
-El aura muchacho, el aura! Es como una luz que rodea al cuerpo de las personas y que es más intensa y hermosa cuanto mejor sea el tipo.
Se imaginó un cuerpo humano iluminado desde atrás por los faros de un auto.
-¿Y qué hacés con esa luz?
-Nada. La llevás porque es parte de vos.
-Pero yo no tengo eso…
No continuó contestando porque se encontró con los ojos de Magda que lo miraban sonrientes mientras la cabeza le hacía un sí con el movimiento. Era una sonrisa genial!
Ernesto siguió.
-Todos la tenemos pero unos pocos la pueden ver.
La flaca siguió sonriendo mientras ellos dialogaban y Giorgionne observaba atentamente el juego de significados y significantes del intercambio verbal. Le resultaba reconfortante comprobar que últimamente era capaz de percibir los distintos planos de la conversación al mismo tiempo. Era capaz ahora de disfrutar de lo cotidiano con la misma satisfacción estética que si fuera una representación del mejor teatro…sin embargo yendo a lo que se hablaba no era lo mismo.
-Yo no veo nada, -dijo.
-Yo tampoco,-remató Manuel.
Giorgionne pasó ahora a sentir un poco de vergüenza por su pobre universo de posibilidades. Todas las complejidades de la sicología le resultaban pocas o tal vez mezquinas frente a ese otro mundo que siempre se le escondía y que siempre había querido experimentar. La zona dónde habitan las almas y las fuerzas que gobiernan el universo.
Ernesto insistía.
-Ya les dije que tampoco yo veo el aura. Pero arriba de la cabeza de Manuel hay una luz que no se corresponde con ninguna iluminación.
Giorgionne observó un momento la coronilla de Manuel y luego sacudió decepcionado la cabeza.
Ernesto volvía a insistir.
-A mi me parece que pasa eso porque las vibraciones de tu alma son muy elevadas.
-¡No me rompas las bolas!
Era un punto final para el intercambio de opiniones, al menos por el momento. Pero Giorgionne ni se enteró. Estaba ya muy ocupado discutiendo consigo mismo. Se acusaba de ser un tipo excesivamente racional. Irracional. Había tenido, como pocos, la oportunidad de viajar al trans-mundo y seguía tan escéptico como un perro de presa. Claro que su experiencia había sido más bien decepcionante. Llevado y traído en una nave de pasajeros con todas las comodidades y brillos del primer mundo… y dejado estúpidamente en el mismo momento y lugar. Para él otro mundo era sinónimo de inmaterialidad de espiritualidad y no de butacas super pullman…
Ernesto quiso hacer un cierre amable.
-No te enojes, Manuel. Es que aunque no quiera confirmo todo lo que me había dicho tu abuelo de vos.
Una mirada fulminante de Manuel, ahora sí fue suficiente. Ernesto dejó de hablar pavadas.



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viernes, noviembre 24, 2006

134 - No queremos tener jefes

Ernesto se separó del grupo que todavía seguía riendo y se fue a recostar contra el muro de arenisca, a un costado pero a la vista de todos, con el dorso de una mano apoyado bajo la pera y denotando en la expresión el denodado esfuerzo que su mente estaría haciendo para llegar a resolver aquel oscuro enigma.
En algún momento, murmuro como para sí algo que todos sintieron.
-Me parece que se cómo lo hicieron.
-¿Apagar la compu?
-No meter el mensaje con la computadora desconectada y publicar un blog sin que figure en ningún registro. ¡Las dos cosas de la misma manera!
-Sí, me supongo.
-¿Y vos, podrías hacer lo mismo?
-Es lo que quería decirles. Me doy cuenta de cómo lo hicieron pero… No quisiera correr el riesgo de meter la pata…Tendría que pensarlo más en detalle.
Lo volvieron a dejar solo, separándose los otros tres hasta el derredor de la mesa otra vez.. Giorgionne, pensativamente se mesaba la nariz. Magda invitó a Manuel a aprovechar el entretiempo para “bajar” las nuevas instrucciones que les iba a mandar Abelardo. Manuel estuvo de acuerdo y Giorgionne se ofreció para ayudar en lo que fuera.
Fueron más de veinte carillas de cuaderno escritas con la apretada letra del licenciado. Algo así como tres horas de trabajo sostenido al cabo del cual sonrieron aliviados y se percataron de que Ernesto ya estaba de vuelta entre ellos –vaya a saber desde cuándo.
-Qué es todo ese texto?
-El manual de los guijarros que me había prometido el abuelo
-¿Tiene muchas posibilidades nuevas?
-No sabemos todavía. Lo hemos escrito sin leer.
Ernesto puso cara de cambiar de tema. Dijo haber estado pensando en lo que le dijera una vez el viejo Tunga sobre que para que un grupo sea igualitario era necesario que todos sepan todo. Que no hubiera especialistas cuyo conocimiento imprescindible, pudieran mantener en reserva.
-Nosotros no queremos tener jefes, no?
-¡Claro!
-Bueno, me parece que para mantener esto, ustedes tienen que aprender lo que yo sé y yo debo aprender de ustedes…
En ese momento sonaron las alarmas. En la pantalla titilante se había abierto el mapa de la costa canaria por sobre el que se veían varios puntos rojos que se movían con mucha lentitud. Todos se amucharon junto al aparato tratando de entender. Ernesto dio las primeras pistas.
-Esta banda es Gianastasio, este desvío es la avenida Becú.
-¿Y los puntos rojos son bolas patrulleras, no?
-Sí, se están moviendo con mucha lentitud. Parecen buscar algo…
Manuel entendió el plano y supo qué calle era cada calle. Tuvo un sobresalto.
¡Están arriba de mi casa!




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jueves, noviembre 23, 2006

133 - Para las trampas no hay regla.

Después que todos estuvieran de acuerdo en contestar el mensaje quedó en claro que tenían un problema. La dirección. El mensaje había aparecido “espontáneamente” en la compu, en la agenda de Ernesto. La computadora no estaba conectada a internet desde el día anterior, y entonces sólo por unos minutos, que por supuesto hubiera sido suficiente pero, Ernesto, durante la noche había estado ingresando anotaciones a la agenda y allí no había nada. La pirateada había ocurrido a la madrugada o muy temprano por la mañana y por medios que por supuesto no serían nada ortodoxos. Por canales electromagnéticos no hubiera sido posible entrar a una máquina supuestamente aislada!
-Vengan, les quiero mostrar el mensaje en el lugar dónde apareció.
En la pantalla se desplegó una hoja con una serie de anotaciones y símbolos que Ernesto hizo caer vertiginosamente hasta que la imagen se detuvo en un recuadro impreso. Las dos estrofas del mensaje.
Cuatro voces leyeron otra vez los versos, casi al mismo tiempo y casi se diría que era lo mismo que Ernesto les había presentado en el papel, pero… Había una pequeña diferencia que Giorgionne remarcó apoyando un dedo sobre la pantalla.
-¿Y estos qué son, puntos suspensivos…?
Efectivamente debajo de los versos había una serie de hormiguitas en las que ningún otro había puesto atención. Ernesto cazó el mouse y rápidamente encerró aquello en un recuadro que hizo agrandar al ancho de la pantalla. Era lo que buscaban.
http://maquischarruas.blogspot.com/
Acercó un aparato sobre una mesita con ruedas y estableció un puente entre eso y la compu mediante un grueso cable.
-Vamos a entrar a internet de forma clandestina.
-¿Qué significa eso?, -preguntó Giorgionne.
-En paralelo. No pueden detectarme.
Enseguida en la pantalla se abrió una página titulada MAQUIS y que debajo sólo tenia un 1 y los seis renglones del mensaje, más esa dirección que en este caso era bastante legible.
Después no pasaba nada a pesar de que los dedos de Ernesto golpeteaban por todos lados.
-Lo hicieron bien. No hay manera de sacarles ningún otro dato. ¡Esto es un blog pirata!
-¿Un qué?
-Un blog, be ele o ge. Una página de internet que hace alguien cuando quiere y que se supone libre de censura. Pero esto es clandestino. No figura en ningún registro pero sin embargo si lo buscás aparece…
-¿Y qué pasa si le escribís ahí enseguida del verso?
-Ya lo probé… y otras cosas. Está muerta.
En ese momento la pantalla del monitor empezó a falsear con un letrero que decía que la página había caducado… y enseguida la pantalla se puso negra.
-Hay que tener paciencia, -comentó Ernesto. –Estas cosas son así. Para cada regla hay una trampa y para las trampas no hay regla…
Manuel se echó a reír, contagiando a todos, incluso a Ernesto quién todo rojo creía que se reían de él, con lo que no se equivocaba por mucho. No se reían de él sino de lo que había dicho, esa inesperada vuelta del viejo dicho de “hecha la ley..."

miércoles, noviembre 22, 2006

132 - ¿Quién anda ahí?

-HAY ALGO RARO LOS GUIJARROS SE JUNTAN EN EL MEDIO
-PERO NO ME DIGAS QUE ELLOS PUEDEN SENTIR ALGO
-SON SENSIBLES AL PENSAMIENTO AUNQUE CREO QUE NO LOS ENTIENDEN
-OTRA COSA HEMOS RECIBIDO UN MENSAJE DE UNOS QUE DICEN ESTAR BAJO TIERRA DEFENDIENDOSE DE LO QUE PASA ARRIBA NOS INVITAN A HACER LO MISMO Y A JUNTARNOS PARA QUE NO NOS SIGAN CAGANDO
-COMO RECIBIERON EL MENSAJE
-POR INTERNET
-ME LO PODES MANDAR
-NO LO TENGO ACA PERO DICE ESO
-NO TIENE ALGUNA PALABRA RARA O TITULO
-MAQUIS
-AH BUENO NO TE PREOCUPES SON GENTE INDEPENDIENTE
-NO SE SI CONTESTARLES
-SI LO HACES NO USES PARA ESO LOS GUIJARROS
-NI LO HABÍA PENSADO TENDRAN ELLOS UN JUEGO PREGUNTO
-NO SE PERO ES MEJOR RESERVAR LOS GUIJARROS ESTAN PINCHANDO TODAS LAS VIAS DE COMUNICACIÓN LA GUERRA AVANZA SOBRE TODO
-SIGUEN COMO EN LA PIRAMIDE BOMBARDEANDOSE CON MIERDA PREGUNTO
-NO POR LO GENERAL LOS DEL CIELO TIRAN CON RESOS Y VILLANCICOS Y LOS DE ABAJO CONTESTAN CON PUTEADAS Y MALDICIONES PERO OTRO TEMA TENGO PREPARADO UN TEXTO CON ISTRUCCIONES PARA QUE PODAMOS COMUNICARNOS CON LETRAS MINUSCULAS SIGNOS DE PUNTUACIÓN Y ESAS COSAS TE LO VOY A DEJAR EN ESTADO VIRTUAL PARA QUE LA PROXIMA VEZ QUE CONECTES PRECIPITE AHORA TENGO QUE CORTAR
-CHAU
Cuando Manuel dio por terminada la comunicación se percató de que le estaban mirando con expresión interrogativa. Les iba a tener que explicar que cuando Abelardo se había extrañado y preguntado con quien estaba, él había recordado aquella vieja historia de la deuda del abuelo con el diablo a resultas de lo cual tampoco esa vía era del todo segura.
-¿No habíamos quedado en que lo nuestro es secreto?
Fue suficiente. Ernesto sacó otros sobres de té del bolsillo de la camisa y puso el zum en la tetera para calentar más agua al tiempo que otras manos despejaban la mesa. Venía el momento de las conclusiones.
-Ya tenemos una opinión. ¿Les contestamos?
Giorgionne se inclinaba por el sí. Al parecer la guerra se le venía encima, no quedaba mucho tiempo.
Ernesto confiaba aun en la opinión de Abelardo…






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martes, noviembre 21, 2006

131 - El servicio de té.

Entre el decrépito pórtico del caserón y el interior del vacío aljibe donde empezaba el túnel de 45, Magdalena gastó todos sus adjetivos y exclamaciones de modo que cuando entró por fin a la Galería Máxima y levantó al giro la mirada hacia la bóveda, sólo logró abrir la boca sin emitir ningún sonido.
Los otros dos socios estaban de pié mostrando sonrisas de muchos dientes. Sobre la mesa baja, platos con masas, una tetera de las panzonas todavía sobre la bandeja de plata y cinco tacitas vacías.
-¿O prefieren café?
Magda, en vez de contestar miró a Manuel, pero Manuel miraba a Giorgionne que en ese momento no hacía otra cosa que observar a Ernesto Federico con expresión divertida.
-No, así está bien, pelao.
Se sentaron entonces alrededor de la mesita y Manuel entendió que debía presentar a Magdalena…
-Ella es Magdalena, mi compañera.
Pasada la presentación el tema fue preguntarle a Magda cuales habían sido las cosas no naturales que ella había presenciado. No eran muchas. Pudo narrarlas en pocas palabras entre sorbo y sorbo del té, con migas de macitas en los labios y el brillo de sus grandes ojos negros, porque no eran más que tres aparte del hecho mismo de los guijarros, o piedritas o…¿Cómo era que les decía tu abuelo?
-Objetos. Y Giorgionne las bautizó hachas celtas!
-Ja! A mí me parecieron trompitos.
Los guijarros comenzaron a ser sacados de la bolsita y puestos en la parte libre de la mesa, de donde cada cual los tomaba y hacía rodar entre los dedos, frente a los ojos.
Ernesto preguntó, sin obtener respuesta por el material de que estaban hechas. Porque estaban hechas, no eran simples piedras recogidas. Y Giorgionne expuso el porque de su denominación. Las hachas celtas eran una especie de hachas encontradas en los museos de utensilios celtas y que de pronto habían demostrado poseer aquella condición casi mágica de bailar en un sentido y en el contrario alternadamente. Hizo bailar una sobre la mesa imprimiéndole impulso con los dedos explicando a Ernesto que eso no era todo. Que Manuel las hacía bailar de otra forma, mucho más misteriosa y reñida con nuestros pobres conocimientos sobre la naturaleza física de los materiales y aun de las leyes mismas del universo. Manuel tuvo que explicar lo poco que se acordaba sobre el origen de las primeras cinco, eléctricas y pesadas, hechas a partir de trozos de mineral buscados entre las piedras de la Cuchilla de Haedo, de a pares. Porque aunque no supiera explicar más, recordaba que a su abuelo Abelardo a la edad de diez años, un extraño personaje, mezcla de linyera y Samurai, le había enseñado a recoger ese material y hacer de cada piedra, dos. Una para cada juego. Que no más de dos juegos existían, que el supiera, en el mundo. O mejor dicho uno, ya que el otro se lo había llevado Abelardo con él el día de su muerte.
Ernesto comprobó las pequeñas descargas eléctricas sobre la piel de sus manos y comenzó a especular sobre posibles corrientes eléctricas en el interior de la piedras que generaran magnetismo, porque eran magnéticas sin duda, y que de vez en cuando perdieran algunas de sus cargas, con lo que a la larga se tendría que agotar la energía y transformar aquellos objetos en simples y vulgares piedras.
-Claro que esos procesos suelen llevar millones de años.
-Yo creo que son inteligentes, -afirmó Manuel.
Se sorprendió de lo dicho por él mismo y quedó pensando en cómo una piedra pudiera ser inteligente.
Ernesto le miraba, ensimismado en las fronteras de lo comprensible
Giorgionne pensó en que si Manuel lo decía, sería por algo, que aparte de ser bastante ignorante no por eso se podía decir que fuera estúpido.
Magdalena sólo sonrió.
La mesita fue despejada dejando por el momento el servicio de té sobre la bandeja y el suelo para que Manuel iniciara la función del gran pentágono. Procuraron papel y lápiz. Magda se ubicó a la derecha del gran sacerdote y… luego de un momento de respetuoso silencio y ya separadas las cinco piedras eléctricas, Manuel se dispuso a hacerlas bailar.
Venía mensaje. Se prepararon y magda comenzó a escribir lo que le iba cantando Manuel.
-HOLA MANUEL TENGO UN RATO PARA HABLAR CON VOS AVISAME CUANDO ESTES PRONTO
Manuel operó con las piedras para ir armando la contestación que también iba cantando letra por letra para que Magda la anotara.
-ABUELO ME HA QUEDADO LA DUDA DE CÓMO TE ENTERASTE QUE YO IBA A SER LLEVADO A GUICHON AQUEL DIA
La respuesta llegó al toque.
-TIRANDO EL I CHING
-Y OESTERHELD QUE TIENE QUE VER EN ESTO YO CREO QUE FUE EL QUIEN ME LLEVO
-ESO YA TE LO EXPLIQUE PERO DECIME HAY OTRAS PERSONAS CON VOS
-MAGDA COMO SIEMPRE




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lunes, noviembre 20, 2006

130 - Soy un árbol, soy un médano...

La mulata se quiso ir y se fue.
Manuel contó a Magda el motivo de su vuelta que no era para quedarse sino para volver con los guijarros y si era posible con ella para presentarla a la sociedad secreta de los Maquis. Lo del Rulo le parecía mejor dejarlo para otro día, hoy era importante mostrar el uso de las piedritas y entre ellos dos formaban un buen equipo.
Salieron muy ufanos a pie por el callejón –Manuel dejó el bendito equipo de lluvia y tomó la bolsa de gamuza- Magdalena de Troya de la mano con Alejandro Manuel Magno, grandes, casi imponentes en tamaño y en belleza, luciendo sus dorados bucles y sus pupilas celeste agua, rumbo a la definitiva consagración en la fiesta del oscar de la academia. También haciendo galas de campechana macanudez como todo aquel que se ha criado prácticamente en la calle. Esa calle que ahora no caminaban descalzos ni corrían descalzos, ni ensuciaba ella sus tobillos flacos de barro o polvo. Ahora era otro tiempo. Iban hacia una historia futura que ellos escribían paso a paso, latido a latido y que nadie –ni siquiera ellos- sabía hacia dónde conduciría ni si tendría un cercano y predeterminado final.
Vieron que la noche se había impuesto al día y que les rodeaba la oscuridad. Cuando pasaban por la más estrecha de las calles entre los pinos el brazo de Manuel rodeó el cuello de Magda para que sintiera con quién iba, protegida de la fría humedad, de la soledad o el abandono. Sentían así el pulso de la sangre acompasando la marcha en medio de la negrura, que no era para ellos una nada, sino primacía de los otros sentidos, los más internos y profundos que les estaban hablando del silencio compartido en un espacio por ahora sin luz. Un latido y otro que contesta, el aire negro, el canto de los grillos y la presencia de las cosas ocultas a la vista, vibrando su existencia e intercambiando, en nocturno juego de panaderos, las personalidades y los lugares. Yo soy un árbol, soy un médano, soy un hombre que camina, soy un cartel que aun no ha sido escrito…
Se detuvieron en un beso. En la oscuridad perfecta se encontraron los labios y las lenguas en moroso movimiento. Se recorrieron. Se estaban reconociendo en el sabor cuando de la nada brotó la luz para enceguecerles de blanco relumbre. Eran dos faros que desde adelante alumbraban a destajo y gritaban con destemplada voz:
-¡Pero si es Manuel! ¡Nuestro jardinero!
Temblaron de sorpresa y hasta temor, aunque enseguida comprendieran que aquella no era otra que la voz de la señora de las blancas tetas. Y que los faros debían salir con toda seguridad de la Cherokee del señor Ferrari, estacionada a lo oscuro y con el motor apagado -¿recuerdo de otros tiempos?- justo en el camino que ellos habían venido recorriendo. ¿Qué mierda estarían haciendo allí?
Saludaron apenas y retomaron la marcha haciendo caso omiso del amague de “charlemos un momento” que los tipos hacían al bajarse sonrientes del vehículo. Apresuraron el paso sin mirar atrás y pronto llegaron a Gianastacio dónde la luz artificial ilusionaba un clima diurno dominado por la presencia, entre las copas de los árboles, del alto tanque de agua de la O:S:E
-Desde aquí no son más que tres cuadras.
-¿Es una casa grande…abandonada?
-Ja, sí y no.
-¿Cómo, sí y no?
-Porque es ahí, pero no es ahí…



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domingo, noviembre 19, 2006

129 - Muchachito atolondrado.

Manuel salió pedaleando en dirección al horizonte oeste que detrás de todas esas nubes apretadas, plomizas y medio herrumbradas por los bordes, se estaría tragando en ese momento al sol, rojo. Seguramente rojo y enorme. Era un momento de quietud aparente. Una hora lenta, que sin embargo le daba a Manuel mayor sensación de movimiento, mientras las ruedas de la bicicleta hendían la gravilla húmeda. Iba mirando hacia delante, ese era el mundo en el que le tocaba vivir. Como a otros les tocaba en suerte la selva con sus animales y sus pantanos. O a otros los hielos eternos… La cuestión era decidirse, aceptar la partida o decir, como si fuera una mano de poker, “paso” si no daba el ánimo para aceptar las cartas que le habían tocado…Sin dejar de pedalear tomo la bajada y con la mirada en la distancia se dijo “voy”, para decir que aceptaba. ¡Estaba vivo! Era conciente de que este muchachito medio atolondrado que era él, se estaba metiendo en problemas sin más necesidad que la de hacer de la vida una cosa que mereciera algún día ser contada.
Cuando llegó a la casa se encontró con que Magda tenía visitas. Estaba en la cocina de mucha conversación con la Mulata, quién mostraba en su rostro, por lo general sonriente y seductor, una seriedad que evidentemente se remarcó cuando apareció Manuel por la puerta.
Manuel no quería interrumpir la conversación que acababa de interrumpir, pero la bolsa de los guijarros estaba justamente dentro del cajoncito de la mesa que Magda había cubierto con un mantel blanco que colgaba por el lado en que el cuerpo perfecto de la Mulata rozaba contra el borde… No quería meterse allí, entre las dos y sus miradas, para abrir el cajón debajo del mantel, como si fuera metiendo la mano por debajo de la minifalda de la Mulata, como el Dengue, para que después le viniera también a él la piña voladora del Roque a hacerle bum sobre la cara.
Iba a decir “con permiso” y desde cierta distancia alargar el cuerpo y el brazo pero no las gambas, cuando justo la Magda le nombró de modo que pasara de golpe a formar parte de la charla.
-¿No verdad, Manuel?
Recién después de pasados unos días fue que se vino a enterar de cómo la cosa había empezado cuando la Mulata llegó y se puso a procurar, con indirectas y mohines, que la flaca se ocupara en interceder frente a Roque para que volviera a darle bola. La flaca entonces se había parado en los pedales para decirle lo mal que había estado al darle entrada al Dengue nada más que por divertirse, sabiendo que estaba mamado, y dejarlo pagando después, como si no tuviera ella nada que ver. Y la Mulata se había ido en pretextos, nada más. El mejor de los cuales era la merecida fama de bailarín que tenía el Dengue. El mejor bailarín de Cumbia de la ciudad de la costa.
La flaca, un poco antes de la entrada de Manuel en la cocina, le había dicho que bueno, que si tanto gustaba del Dengue, por qué no se quedaba con él y lo dejaba tranquilo al Roque y de paso a ella que no tenía ganas de meterse en el asunto. Y justo por verlo en la puerta había agregado eso de “¿No verdad, Manuel?” pensando que el habría escuchado al menos parte de lo anterior.
-¿No verdad, que qué?
-Que el Dengue es un lindo muchacho?
Extrañamente, los tres rieron al mismo tiempo.




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sábado, noviembre 18, 2006

128 - Los crímenes impunes.

La fuente de información de Ernesto siempre había sido la misma. La computadora. Especialmente desde que lograba meterse en aquellos lugares a los que nadie le invitaba.. Ahí estaba la gran memoria que el no dudaba de que existiera en otro lado, ordenada y completa, pero que encontraba aquí, desordenada y caótica, aunque siempre dispuesta a que él la ordenara.
De eso quedaron hablando un largo rato hasta que su ego logró recuperar buenos niveles de autoestima.
-Y de los milicos, ¿qué sabés?
-¿Cuáles milicos?
-¿Cuáles van a ser…? Los milicos de la dictadura…que todavía andan sueltos.
-Ah, sí. Algo he visto pero…prefiero no hablar de eso. Sólo te podría decir mis conjeturas…
-¿Coyunturas…?
-No, conjeturas. Quiero decir que no estoy seguro de nada.
-Yo creo que algo han de tener que ver con todo lo otro… están preparando algo…
Entró Giorgionne en la conversación.
-¿Por qué suponés que estén preparando algo-…? ¿Qué estarían preparando…?
-Manuel no quiso contestar. Tenía aun un poco de miedo a meter la pata.
En cambio Ernesto agregó:
-Hay algunas cosas raras… Pero ustedes saben que ellos no se llevan muy bien con las computadoras. Prefieren los celulares. Si pudiera poner a punto mi programa “Lechuza” tal vez interceptando las llamadas, podría averiguar en qué andan…¿Qué te suponés vos?
-Un golpe de estado.
-¡No muchacho! Eso ya pasó. Sólo se preocupan de que sus crímenes queden impunes como hasta ahora.
-A mi Oesterheld me llevó a un lugar a que escuchara lo que hablaban…
-Me podés recordar quién es ese señor?
-Un desaparecido.
-Sí eso me lo habías dicho. Pero qué tiene que ver con nuestra historia?
-Te dije que la bola en que mi abuelo me rescató es suya!
-Sí, ahora me acuerdo. Un desaparecido, ni muerto ni vivo, que se preocupa por destapar las tranzas de aquellos que… ¡Lástima que no podamos hablar con él!
-Tal vez podamos… -murmuró Manuel y se quedó callado. Sentía la incómoda sensación de no saber si aquello estaría bien. Revelar ese secreto. Bien que ya se lo había revelado a Giorgionne en el consultorio, entonces lo había hecho para demostrar que no estaba loco. Abelardo le había dejado los guijarros para comunicarse entre ellos. Nunca le había dicho que pudieran ser usados para otra cosa… Incluso había tenido sus dudas y por un tiempo había querido evitar que llegaran a sus manos… Para evitar seguramente que él se viera involucrado en todos esos líos del más allá. Pero…ahora ya estaba metido hasta las bolas!
-Voy a buscar los guijarros. Giorgionne, vos podrías ir explicándole a Ernesto… Ah, cuando vuelva voy a traer un nuevo socio… ¿Están de acuerdo?



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viernes, noviembre 17, 2006

127 - MENTIRAS DE NEANDERTAL

Manuel se levantó y enfiló a la salida. No podía soportar más un tipo tan idiota! Giorgionne se apuró a atajarle, tranquilizarle y convencerle, por si no lo estaba de antes, de que las personas hablando se entienden y que hay que festejar las diferencias porque de ellas nos nutrimos. Puso una mano sobre su hombro y con suavidad le hizo girar el cuerpo, que fue cuando Manuel volvió a ver la cara de Ernesto ahora con la expresión petrificada y pálida que se iba destemplando hacia abajo, con arítmicos estertores de angustia. Hipos y sollozos que sin embargo no le impidieron articular, con profunda y metálica voz aquellas dos palabras:


-He mentido.


El silencio que sobrevino luego de las palabras retumbó en la cúpula, con cierto riesgo de derrumbe. Por las mejillas ahora vergonzosas de Ernesto Federico corrían gruesas lágrimas mientras su mirada se agachaba en declive hacia el suelo con el mismo ángulo que todo su cuerpo y expresión habían adquirido, de algo que se va cayendo de costado. Derritiendo lastimosamente en gotas que la gruesa alfombra persa por ahora absorbía y lo seguiría haciendo mientras Ernesto no dejara de llorar una vez que pudiera por fin explicarse, como estaba dispuesto, para que se entendiera que nada había hecho con mala intención… El les había avisado a los Tucus que allá arriba había un muchacho en aprietos, encerrado por las bolas del cielo que se lo querían llevar sin su consentimiento…cosa grave por la evidente indefensión de la víctima. Los Tucus habían cavado debajo del muchacho y el muchacho había caído por las galerías hasta donde él estaba… ¡Vestido de Neandertal! Que con el asunto del salvataje había olvidado. Tuvo que mentirle una vieja historia fantástica que desde niño había cultivado, sobre hombres primitivos vestidos de pieles que en él se encarnaban y le habían hecho depositario de todas sus tradiciones y conocimientos…


-Y después tuviste que seguir con la fantasía…?
-Claro.
-Pero a mi abuelo también le habías mentido lo mismo.
-Sí. A muchos… Pero ningún humano me había visto disfrazado!
-¿Y aquello de caballero rojo y la tribu de los cazadores de leones?
-Caballero rojo, -siguió con voz desvalida Ernesto- en cierta forma… no era del todo mentira. Era el nombre del personaje que en un juego de computadora yo adoptaba para intervenir… Lo de la tribu… Mi abuelo me había contado que descendía de una tribu de cazadores, no sé si de leones o de qué… No sé si de Brasil o de África…


Intervino Giorgionne tratando de ser suave.


-El problema ha sido dejar que la fantasía se entreverara con la realidad.
-Siempre supe que tenía que evitarlo por las complicaciones que me iba a traer, pero…una vez que empezás a mentir… tenés que seguir para que no se descubra la primera … Pero además, perdónenme, no me quise burlar de ustedes… ¡Es tan tentador!


Cuando Giorgionne le tranquilizó asegurándole que creían en sus buenas intenciones, fue que la última lágrima de Ernesto, aquella que se había detenido sobre una mejilla, ingrávida y esférica, recobró de pronto el peso y cayó, al principio lentamente, pero adquiriendo precipitada velocidad justo hasta que se desintegró sobre uno de sus zapatos. Ploc!
Ernesto era un buen tipo.

narrativa

jueves, noviembre 16, 2006

126 - ¿Acaso no saben todo?

Lo importante era entender si los piratas podían ser amigos o simples espías que querían enterarse de sus actividades para ubicarlos y destruirlos.


-Definitivamente me parece que estos tipos no saben que nos reunimos en esta cueva ni supieron nunca que nos habíamos llamado Maquis. Lo que estamos haciendo es el abc de cualquier grupo que se siente enfrentado a un enemigo poderoso. –Nosotros ni siquiera sabemos claramente cual es nuestro enemigo- Los que mandaron el mensaje han de estar en similar situación que nosotros y también se habrán dado cuenta de la similitud con la lucha de los Maquis. Eso dijo Giorgionne.


-Entonces contestemos el mensaje.
-Un momento! No nos apuremos. Ustedes saben que yo represento, o mejor dicho, soy el depositario de gran parte de la memoria humana. Pertenezco también a esa sociedad secreta que ya lleva más de dos milenios de existencia –según mis datos- gracias a un ingenioso sistema de señas y contraseñas que nos ha permitido distinguir sin correr riesgos, al verdadero miembro del falso…
-Pero Ernesto, cuando tu sociedad secreta se formó, seguramente que los miembros se conocerían personalmente y entre ellos pudieron acordar todas las seguridades y contraseñas. Pero en este caso…
-Sí…tendremos que correr el riesgo…


Manuel les miró alternadamente. De pronto se daba cuenta de que no eran tan inteligentes como él había creído. Eran…duchos. Duchos en pensar en base a lo que habían estudiado. Pero no inventaban nada nuevo… Como se había imaginado que hacían los hombres inteligentes…
-Podemos hacer otra cosa…
Los otros le miraron con expresión incrédula.
-…Averiguar quienes son.
-¿Cómo?
-Para empezar, con los amigos de Ernesto Federico. ¿Acaso no saben todo lo que ha pasado? Bueno que nos digan quién escribió ese mensaje y lo metió en la computadora.


Giorgionne miró a Ernesto. No dijo ni explicó al joven Manuel que, según su punto de vista, los Memos nunca podrían saber cosas que en su momento nadie se hubiera enterado. Que por muy memoriosos que fueran no podían haber memorizado aquello que nunca supieron… Pero igual miró con atención a Ernesto Federico, porque la propuesta atrevida de Manuel venía a dar en el clavo de una posible fuente de información. Alguno de los Memos, que era posible imaginarlos distribuidos por todo el planeta, podría haberse enterado de gente que se hubiera refugiado en cuevas para enfrentar algún peligro real o imaginario. Bastaría con ese dato…
Ernesto Federico se había puesto rígido y ahora recostaba su espalda sobre el respaldo del sillón.


-No puedo. Sólo puedo mandar o recibir mensajes que sean de interés para la humanidad.
-¿Y esto, no lo es?
-Todavía la sociedad no lo ha resuelto.
-¿Todavía? ¿Querés decir que ya están enterados de nuestra existencia?


La cara de Ernesto se puso morada hasta los pelos. Entreabrió varias veces los labios como para contestar, pero nada dijo. En cambio quitó, abanicando los dedos, una pelusa que había caído sobre la manga de su saco.
Giorgionne se afirmó.


-Entonces fuiste vos quién filtró la infamación! Hubiéramos empezado por ahí!
-Yo no puedo confirmar ni negar que haya mandado esa información. Todo lo que hago con respecto a la Sociedad de la Memoria Humana es un secreto.
Manuel no aguantó.


-¡Andá a cagar, pelotudo! ¿Al final, estás con nosotros, o no?
-He jurado mantener ese secreto…


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miércoles, noviembre 15, 2006

125 - Versos de Martín Fierro.

A la tarde Manuel partió para la reunión, en bicicleta y dentro de su equipo de lluvia que ahora le hizo recordar aquel otro del hospital de niños. Pedalear con aquello puesto no era sencillo ni silencioso y de buena gana lo tiraría por el camino si no fuera porque a veces resultaba útil, cuando de veras llovía, por ejemplo y no como ahora que apenas caían gotas que ni llegaban a mojar aunque sí a joder la paciencia…
Allá adelante, en el famoso portón, vio que lo estaban esperando, Giorgionne con su pilot azul de altas solapas y Ernesto Federico todo vestido de blanco aunque con zapatos y paraguas negro. La impaciencia se les veía de lejos en el cambio constante de postura y las miradas estáticas sobre la longitud de la calle, siguiendo el bulto amarillo de Manuel que en equilibrio inestable sobre las ruedas, los charcos y los barros, se iba hamacando y aproximando hasta confirmar su identidad y terminar estrechando las manos del saludo.
Un saludo corto. Las espaldas apuradas le condujeron al interior de la casa, al patio y al aljibe. A la conocida escalera y al tobogán posterior que les dejó paraditos sobre el piso rosado de la Galería Máxima. ¡Estaba todo cambiado! Era increíble todo lo que había hecho Ernesto para cambiar aquella enorme catedral vacía, al menos ese rincón, en un verdadero ambiente de trabajo, con muebles cómodos, sillones y mesa baja, alfombra persa, biblioteca y toda la maquinaria electrónica que rodeaba el monitor de la computadora.
Ernesto no dio tiempo a los comentarios. Estaba muy nervioso.
-Alguien entró a la computadora y dejó un mensaje!
Manuel se sorprendió:
-¡Descubrieron la cueva?
-¡No! Sólo entraron a la compu…. Como piratas… Como hago yo!
Viendo que Ernesto sacudía un papel que tenía entre los dedos, Giorgionne se lo pidió y viendo que era el mensaje se puso a leer en voz alta.


Mientras el mundo se agita / por disputas de allá arriba.
Abajo hacemos guaridas / en las cuevas de la tierra.
Que siempre ha sido la guerra/ de los hombres enemiga.
Una acción es dar la mano / y lo contrario esconderla.
Insístase en ofrecerla / para las fuerzas sumar.
Si nos podemos juntar / saldremos de las cavernas.

-Parecen los versos de Martín Fierro.
-¡No, muchacho! Fijate en lo que dice…
-Sí, veo que habla de la cueva. Es de alguien que sabe que estamos acá.
-No sólo eso. Saben que hay guerra en el universo y que nosotros nos llamamos Maquis.
-¿Qué nos llamamos Maquis…?
-Sí, fijate que el verso es un acróstico…
Manuel no comentó más nada. Ignoraba lo que era un acróstico pero, la experiencia le decía que si seguía la conversación ya se iba a enterar.
-Parece que a otros se le ha ocurrido lo mismo que a nosotros.-dijo Giorgionne.
-Esconderse en cuevas y llamarse Maquis.
-Conectarse con otros que se hayan dado cuenta del peligro que corremos…




martes, noviembre 14, 2006

124 - Caminando bajo la lluvia.

El mundo amaneció boquiabierto de sí mismo. Al menos la tierra que, mientras se desperezaba agotando los posibles ángulos para estirar los brazos, abrió los ojos y no pudo menos que sonreír a la visión de sus faldas ajadas, pero pobladas aun de seres vivos. Sus millones de hijos de las más distintas especies y raleas también despertaban, al menos todos aquellos que a aceptaban la que los sabios enseñaban sobre el vivir de día y el dormir de noche, sin olvidarse de hacer el amor porque el trabajo no enriquece a nadie y el sexo jamás engorda.
Los muchachos seguían durmiendo, arroyo manso que cruza el paisaje sin cortarlo. La flojedad de aquellos miembros era más que visible y, haría suponer a cualquier indiscreto cuáles y cuán intensos habían sido los lances de la noche. Estaban agotados. Vacíos de ansias por un rato aunque en sueños, seguramente seguirían copulando para vaciar de ensueños el sueño y acabar despertando a la luz en medio de un verdadero orgasmo de realidad…
Sin embargo despertaron perezosos, encandilados y hambrientos. Reptaron a la cocina uno tras el otro, con la misma idea de rescatar algo para comer. Atragantados de risa comieron, sentados en el piso y al modo del mastín asesino, unos mendrugos de pan y otros de queso, por no haber visto otra cosa…ni las cebollas ni los ajos.
Recién después fue lo de lavarse la cara y preparar el mate y mirar como al descuido por los rincones por si se hubiera caído alguna torta frita o trozo de ella o… Estaba claro que iban a tener que ir al almacén por un surtido de todo eso que no te puede faltar.
Al rato salieron, ya no llovía y la luz que atravesaba la gruesa capa de nubes acentuaba el verde de los colores verdes. Las hierbas nuevas, largas y pálidas, algunos rebrotes de pinos y toda cosa que fuera medianamente verde, se había puesto vistosa y coqueta. Coqueteaban su verdor aprovechando que por un rato el suyo fuera el color preferencial, el de moda…
Manuel y Magdalena iban de la mano por la calle de balastro empapado en agua, chapoteando los championes como par de gurises acostumbrados a jugar bajo la lluvia.


-¡Allá van!
-Ah, se dignaron a levantar!
-¡Qué asco!
-Revolcándose en el suelo!
-Como los perros.
-¡Como las gatas!
-Sin ninguna vergüenza.
-¡Sin ninguna ropa!
-Habría que denunciarlos.
-…estaban en su casa…
-¿Y si alguna criatura mira por la ventana?
-¡Qué horror!
-Bueno… las que miramos fuimos nosotras…
-Para ver qué pasaba, nomás.
-Para saber qué clase de vecinos tenemos.
-No si yo…
-Vos te ponés de parte de ellos. Defensora de degenerados!
-¿No serás vos también de hacer esos jueguitos?
-Ya soy una vieja.
-Por eso mismo… Cuanto más vieja más degenerada!

Volvieron a pasar los muchachos de vuelta con el bolso lleno. Apuraban el paso porque de nuevo empezaba a garuar. En la esquina fueron saludados por las tres vecinas que mantenían su puesto de observación sin importar cuanto sacrificio de salud costara.

-Fueron a hacer las compras juntos…Seguro que se han juntado.
-Claro, ella ha de estar preñada!
-¡Zulema! No es una vaca…
-Y dale con ponerte de su parte!

lunes, noviembre 13, 2006

123 - SEGUIR ASI

Fue una noche de terciopelo. De amor lento acompañado de garúa sobre las chapas y todo el resto en silencio. De terciopelo el aire que respiraban. Acariciador azul negro de la oscuridad que les envuelve… ¿Pedir algo…? Sí.


-Seguir así.
Al borde del insondable comienzo de otra existencia que desde ahí, tal vez con cierto pavor, nos observa. Y sin embargo…Esa confianza mutua en la definitiva bondad del otro que nunca hemos visto en su desnuda esencialidad, pero que sabemos nos está esperando de brazos abiertos al otro lado del salto.
-Seguir así.
Sin querer siquiera superar ninguna marca. Solamente dejar que el tiempo fluya por el aire de la habitación, por los cuerpos, por la garúa que va dejando aquellas gotas de placer acompasado que iluminan la profundidad de la noche lluviosa sobre la monotonía de los pinares y los arenales de la costa, apenas lamidas por rizos del agua bajo la quietud de esa tormenta sin viento casi estancada sobre la tierra…
-…
Y el cuerpo desnudo de Magdalena fue todo lo que es, extendido indolente sobre la costa, bajo la lluvia mansa, por ahora, pero con un sospechado trasfondo de tormenta apasionada y tempestuosa. Y el cuerpo desnudo de Manuel fue un obelisco primitivo, desdeñoso desde su frágil fortaleza, de los furores de cualquier posible viento o el torrente de cualquier río.
-Seguir así.
Sabiendo ese era y seguiría siendo, el único instante de sus vidas –la verdadera vida- enrabadas en el coito indefinido del cual sólo se podía salir fugazmente para volver y continuar lo único que puede ser eterno. El contacto intimo no sólo de los cuerpos…
-Seguir así.
Sino de las almas que se dejan sabiamente llevar por el instinto.
-…
Y darte el placer que te mereces, yegüita, con todo el cuerpo!
Y con las patas y con las bolas.
-Seguir así.
Pero sin apuro…
Si
guieron así…gran parte de la noche, mientras la tormenta en vez de amainar crecía, como crecen las cosas buenas, desde adentro. Sacando más energía en vez de gastarla.
Porque la tierra se estaba reconociendo en sus hijos, los de su misma sabia y de su misma veta. Aquellos que de su madre no se avergüenzan.




sábado, noviembre 11, 2006

122 - Beato Angélico.

Sonó el teléfono de Magda y ella con la boca llena de tortas contestó ycon sorpresa miró a Manuel a tiempo de decir el “sí, le paso” y enseguidapasarle el aparatito mientras vocalizaba en el aire una palabra que Manuel nocomprendió, en ese momento, sino cuando escuchó que una voz desde el otro ladodel eter le decía ser del licenciado Giorgionne.



Pedía perdón,-el licenciado- por interrumpir su vida privada, pero tenía que
trasmitirle la noticia de que al otro día a la misma hora y en el mismo lugar
iban a tener una reunión urgente por el acaecimiento de un hecho muy importante.
Habían recibido un mensaje. Si él ya estaba enterado, seguramente por parte de
Ernesto, entonces mejor, pero como se trataba de algo tan importante aprovechaba
para pedirle que no faltara.


-Es aquel doctor que te recomendaron…¡Te quiere ver de nuevo?



Manuel dejó pasar la pregunta, pensando que decirles que era por el tema de la
sociedad secreta era lo mismo que descubrir que Giorgionne era uno de los socios
secretos. En cambio tenía que decidir, pensando, cuál de sus aventuras en el más
allá contarles. No podía ser alguna complicada o atemorizante. Debía ser fácil
de comprender…por el Rulo que si no se le iba a disparar como caballo espantado
e iba a desmontar su jinete necio que todo lo niega. Pero no debía perder más
tiempo, la guerra se le venía encima y en cualquier momento se podían desatar
batallas sobre sus propias cabezas!


-Che. Les había prometido contar algo.

Rulo dejó de masticar y levantó las pupilas hacia Manuel con expresión de Beato
Angélico asustado. Magda, en cambio, apoyó la cola contra el borde del fogoncito
de la cocina y sin dejar de masticar se dispuso a oír.


La historia elegida fue la de los milicos torturadores de Rincón del Cerro, unpoco arreglada y podada de los detalles más fuertes. Como para los oídos delRulo. Destacó el comienzo en Lagomar ante los ojos del Cholo. El hueco que sehabía abierto en su camino y su traslado hasta el armario de los milicos. Lo delarmario dudó en contarlo, tan entupido parecía pero, si seguí quitando detallesterminaría no contando nada, así que siguió adelante pasando por elinterrogatorio con esa droga inyectada en las venas y la manera que habíaencontrado de dominar al estúpido que habían dejado de custodio y su huída por

la carretera hasta Montevideo. Por supuesto nada contó de su paso por la casilla
del Chumbo ni tampoco lo de su encuentro con la señora Fátima pero detalló
morosamente su segundo encuentro con el Pepe y su promesa de ayuda que se
concretó aquella tarde cuando llamó para pasarle el teléfono del Licenciado que
por fin lo atendió y dejó bien en claro que su mente no sufría de ninguna
alteración.


-Ustedes se han de acordar…


Chumbo soportó toda la historia con ojos desorbitados pero sin interrumpir. Sólocuando Manuel daba por terminada la historia preguntó cómo había vuelto.
-Pedaleando en la bici.

Manuel pensó en dejarlo así, pero arrepentido, agregó la historia de la bola
espejada y de su primer encuentro con El Etermauta, en su interior, cuando le
vió atontado y sentado en el suelo, sin fijar sus ojos en nada.

121 - CASAMIENTO CRIOLLO

Estaban en familia. Esa era la foto de su casa por dentro. En otro tiempo habían sido su madre con el Quique los que habían reído y hablado en ese interior, cuando vivían juntos y la casita era muy nueva, recién hecha, en parte por el propio Quique, aunque con la ayuda de los vecinos y un poco Margarita, el Rulo, entonces de trece o catorce años y de él mismo con apenas diez u once. Margarita y el Quique habían sido, tal vez, felices entre esas mismas paredes, pintadas entonces de aquel colorcito limón maduro, con estrellitas de papel metálico pegadas. El Quique decía que nunca había visto una cosa tan linda y que sólo se la podría comparar en belleza con algún quilombo muy elegante de los que hay en las grandes ciudades. Ahora iban a ser él, Manuel, con la Magdalena los que rieran sus voces e hicieran sus ruidos de platos y de ollas. Los que recibieran las visitas de los amigos y parientes. El rulo con la Julieta para empezar. Y pronto con su hijito que ya venía, y los otros que vinieran después… Manuel con la Magda allí mismo los iban a querer a todos preparándose para querer a sus propios hijos que correrían por esas piezas y las otras que iban a tener que agregar, cimiento y paredes de bloques cubiertas de chapas con sus propias manos y pintadas de nuevo tal vez con nuevas estrellas pegadas en recuerdo de una infancia que no había estado tan mal y que valía recordar así, con una pizca de humor. Estrellas plateadas, se le antojaban y con cinco puntas como…
De pronto supo que su pensamiento iba derecho a los pentágonos y las piedras y…todos esos mundos complicados que le venían a romper las pelotas justo en el mejor momento de su vida!
Porque dentro de la felicidad de Manuel, se había incrustado esa cuña venida del más allá que no le dejaba redondear un posible futuro que prolongara su alegría de vivir y se continuara en todos los hijos que fuera capaz de engendrar…o de alimentar, por lo menos. Bien que ya la flaca le había perdido el miedo a ese tema y que el mismo Rulo estaba entrando en razones… Igual era difícil planear algo cuando a cada rato te llevan los ángeles o los diablos, o tu abuelo y los amigos de tu abuelo y la concha de la lora!
Entonces le vino el recuerdo de lo que le había dicho su abuelo. “Estamos en guerra otra vez.” Y la frase se le superponía con la otra conversación de los milicos reclamándose entre ellos el pasar a la ofensiva y las imágenes de los anteriores, los torturadores de Rincón del Cerro. “Estamos en guerra otra vez” Había que aceptarlo como una realidad que a él había palpado en vivo y en directo. Una guerra de mierda, pero una guerra. A él le habían perseguido, lo habían raptado, le habían querido borrar los recuerdos de su abuela… ¿Con qué derecho?
Eso era la guerra y podían venir a pelearla encima de tu casa y de paso reventarte a vos y a tu familia!
Recibió el mate que le devolvía el Rulo y se puso a cebarlo nuevamente. Levantó la mirada hacia la flaca y le hizo apenas un guiño –no quería quemarse- en el silencio que se produjo cuando ella terminaba de contar cómo había visto al Eternauta salir de la pared. En ese silencio se sintieron las primeras gotas de la garúa sobre las chapas del techo junto con los últimos chirridos de la grasa que en el sartén se terminaba de enfriar. Unas gotas corrieron zigzagueantes por el vidrio de la ventanita del lado del reparo y fue el instante en que la flaca se daba vuelta mordiendo una torta y sobrándole boca para sonreír mientras alargaba el brazo para recibir el mate que Manuel le estaba alcanzando. Aceptaba junto con el mate el compartir su vida en las buenas y en las malas, en la paz como en la guerra, en prosperidad o pobreza, agarrados cuerpo a cuerpo, protegiendo primero la prole y la alegría, de cualquier avatar externo, natural o sobrenatural



viernes, noviembre 10, 2006

120 - TORTAS FRITAS EN LA PANERA

-¿Y, Manuel… sale ese mate?

Los brasileros son exagerados hasta en el tamaño de los mates. Claro que si los mates de ellos fueran más chicos no entrarían en sus bocas esas bombillas que usan… Ya está hinchando la loca... Se pone espumosa y larga este olor como de bosta de vaca…o pasto. ¿Será cierto que a veces le agregan alfalfa…? Ahora un cachito más de agua y le enchufo la bombilla con la yerba bien mojadita para que no le duela. Porque es así, boludo, hay que tratarlo bien al mate. No apurarlo… ¡Parezco un gaucho viejo! Las cosas que pienso! ¿No será que soy medio tarado, nomás? El Rulo lo ha creído durante tantos años… No fue necesario que me lo dijera nunca, me daba cuenta por todo lo que hacía para evitar que yo me metiera con esas cosas que sólo él sabe hacer. Como jugar al fubol. Que ni me dejaba aprender! Parece que lo veo. ¡No, la pelota no se patea así! ¡Tenés-que-poner-la-pata de-esta-manera, ves? ¡Qué hincha pelotas! Y todavía no se da por enterado de que el fubol ya me paspó. Me pregunta ¿cómo terminó? Nomás. Se sabe que lo único que termina a cada rato es el partido. Y que todo el mundo sabe cómo terminó, basta con preguntarle al primero que ves…que puedo ser yo que no estoy siquiera enterado de que se jugara ningún partido… En realidad él no ha creído nunca que yo me haya paspado del todo. Se ha de suponer que es “otro de mis caprichos”. Como que un día se me hubiera ocurrido decir, porque sí nomás, que no me interesaba más el fubol, para hacerme ver o parecer más interesante y que después no hubiera podido dar el brazo a torcer y por puro testarudo me había perdido de escuchar los partidos por la radio ¡hasta la final del campeonato y la puta que los parió!

¡De chiquitos! A los uruguayos nos taran de chiquitos…y al pobre Rulo…quién lo taró? Alguno de los maridos de la tía, que no es mi tía, su madre la Shirley… o los amigos…¿Por qué será que un tipo se tara? ¿Por qué le hinchan mucho las pelotas con que tenés que ser así, tenés que ser como tal o cual? ¿O será que nacemos tarados nomás? Unos un poco más que los otros y la diferencia se nota?


-(Y yo, seré tan tarado?)

-(Quién, yo?)

-(Sí, yo)

-(Ah, sí. ¡Yo soy muy tarado!)

-(¿Y yo, también?)

-(Sí, yo también.)

-(Ah, qué bueno! Pero…nos van a cortar. Están hablando del mate que no corre)

-(¡Les cebo uno y se los largo!)

-(Pah! ¿Vi la cara que pusieron?)

-(Agarraron el mate y me miraron mal porque no soportan la lejanía de la mente que se aleja para hablar consigo mismo. Los comprendo pero…)(¡Ya se cortó!)



-¿Y el mate, dónde quedó?

-Arriba de la mesa, flaquito. Cuando te lo devolví estabas papando moscas…

-Sí, mi amor. Si me lo decís con esa trompita estirada está todo bien.
-¿Probaste las tortas?



Manuel se movió para girar de frente cuando estuvo junto a la mesa. Desde allí la Magda quedaba otra vez en el centro de la escena, pero además abarcaba con la vista toda la reunión. Primero, a la derecha, parte de la mesa con el mantel corrido y la madera salpicada de harina. La panera de plástico verde cotorra llena de tortas doradas que hacían una pirámide de perfumes sabrosos. Más allí un cuchillo en 45 y el brazo del Rulo apoyado en la tabla, su piel color cáscara de papa y la manga de la camisa arremangada, de color más claro que la piel. Allá un trozo de pared al fondo, entre celeste y blanca y la gorda heladera Siam, verdesita…Más a la izquierda la flaca de vaqueros y pulóver rompevientos en tonos de…malva, dice ella…pero…¿no es hermoso su culo? Flaquita, te quiero. Claro que te quiero, pero igual. ¿No es hermoso tu culo?



Agarró una torta caliente de la panera de plástico verde cotorra y apreció que la torta hinchada de gases había expandido sus formas en busca de las curvas suaves y cariñosas pareciendo piernas de muchachas en flor atractivas a las miradas y los deseos de morder aunque con dulzura tan tiernas cosas. Se dejó llevar por aquel impulso e hincó sus dientes en la dorada y tibia masa para que rápidas salivas le llenaran la boca

jueves, noviembre 09, 2006

119 - Preparando el mate.

Llegaron derecho a guardar los materiales dentro de la casa y el carrito bajo el paraíso del fondo. Allí Manuel se entretuvo en dar cien manijazos a la bomba de mano para subir agua al tanque mientras miraba allá a lo lejos los calzones de las hermanas Bronté, colgados del alambre entre los pinos, única forma que conocían de ventilar sus intimidades. No eran ni anchos por demás ni tan angostos, como se pudiera suponer en mujeres tan esquivas. Aunque… y después de todo… A él que le podía importar?
Sintió de pronto un fuerte olor a grasa caliente y se apresuró a entrar a la cocina donde la Magda ya preparaba dentro de la olla vieja, una buena cantidad de masa para hacer tortas fritas. Besó a la flaca y la felicitó por la iniciativa y puso a calentar agua para preparar un mate. Un buen mate preparado despacito, como le había enseñado Abelardo.
Desde ayer tenía el mate lavado y boca abajo. Le puso yerba hasta tres cuartos y lo inclinó a 45 –no más- para que dejara una cavidad donde apoyar la paleta de la bombilla. Hecho esto dejó el conjunto sobre el posamates de cuero, manteniendo la inclinación y volvió sobre la caldera a ver cómo iba la calentura puesto que se sabía un punto justo para verter sobre la yerba sin quemarla y dejarla así chupando e hinchando, que es cuando el verdadero perfume del mate se expande y con eso comienza a crear el ambiente para una conversación.
En pocos minutos el agua estuvo pronta, como siempre termina ocurriendo te guste que hierva o no y Manuel tomó la manija de la caldera con un trapo, para no quemarse, y con la caldera humeante en vilo se acercó a la mesa dónde el termo ya esperaba vacío y destapado el momento en que una vez más se iba a intentar lo imposible: meter toda el agua adentro…del agujero. Imposible de toda imposibilidad. Como ya varias generaciones de uruguayos lo habían comprobado dándole la razón a los científicos de…Palo Alto que habían calculado que por lo menos el 20 por ciento del agua se derrama. ¿Palo Alto! Le gustaba ese nombre, que no sabía a qué correspondía ni a dónde. “Escuela de Palo Alto”, había dicho Ernesto hablando con Giorgionne y él se había imaginado un montón de niños sentados en el suelo alrededor de un palo alto.
-Y, Manuel…¿sale ese mate?
Pero parecía que los tipos eran unos capos que sabían de todo. Famosos y conocidos por todos, así que mejor no preguntar dónde quedaba eso. Que sabían mucho, pero no todo, seguramente… Como por ejemplo preparar bien un mate, seguro que no sabían. Porque no iba a saber que a la yerba había que tratarla como a una mujer tierna y tímida que de a poco se la convence de entregar sus encantos. Que no es de golpe que se le echa el agua caliente, sino después de haberla iniciado con la tibia dándole tiempo de humedecerse e hinchar debidamente.
Después venía lo de colocar la bombilla en su posición de tiro. Firme sobre un costado de la “calabacita” –como habían dicho en una película- erecta en su posición y dispuesta a dar de si todo lo mejor que la calidad de la yerba le permitiera de sus conocidas propiedades diuréticas, reanimantes y vitaminosas.
Porque era preciso aclarar una cosa. El mate se toma en mate. Nunca en esos asquerosos jarritos de lata enlosada que usan los porteños. Y otra cosa: Al mate se le pueden dar hasta dos vueltas –que no son verdaderas vueltas sino posiciones de la bombilla. A no ser que se esté tomando en uno de esos mates brasileros que han de llevar como un quilo de yerba y que… ¿Cuántas vueltas les darán?

miércoles, noviembre 08, 2006

118 - La triste película



Rulo aceptó callado lo que decía Manuel, talvez no dándose cuenta del todo de que lo suyo había sido una ocurrencia tipo carnada, por si el pescado mordía. Un pretexto para la huída. Por eso –por no haberse dado cuenta del todo de su propuesta tramposa- pudo cambiar de golpe ante la evidente razón que expresaba su primo. Después de haber compartido un fenómeno tan extraño, no tenía derecho a retirarse y dejar a los otros que se arreglaran solos con el problema.
Pero por otra parte había algo que por detrás le roía los talones. El se debía enteramente a la Julieta y a su futuro hijo al menos hasta pasados los seis meses del parto…y después para siempre. No iba a hacer como los maridos de su madre que cuando no estaban borrachos estaban drogados y fácilmente se olvidaban de que algunos de los gurises eran sus hijos y que los otros también necesitaban padre. Dura había sido su infancia de la cual había aprendido a olvidar las partes más atemorizantes para quedarse con lo comprensible y claro, todo aquello que se ve y toca y se puede hacer con empeño y voluntad.
Sabía que la realidad tiene otras caras. ¡Si lo sabría! Todas aquellas caras que de pronto aparecían por las noches asomándose tras las cortinitas de la ventana de la casilla de latas dónde se había criado. Porque la función empezaba siempre a la noche y no era posible elegir la película. Lo que había aprendido, creciendo, era olvidar y no mirar para ese lado
La casilla de latas! Aquella vieja y pequeña casilla donde apenas entraban los camastros y algún que otro mueble. Se recordaba creciendo dentro de ella y sobre su cama hasta que las patas le habían sobrado de largo y las piernas se le habían llenado de vellos. Llegó un día en que la casilla le quedó chica y el coraje alcanzó para salir al mundo… Pero algunas veces fue muy triste la película, al apagarse la luz parecían los espíritus malos, disfrazados de payasos. Pero payasos crueles y burlones que eran portadores de demasiada maldad como para que se pudiera uno sobreponer al temor. Ese temor duro. El más profundo e inexpresable que atenaza las entrañas y la mente obligándonos a aprender a vivir pisando sobre la puerta trampa del sótano a dónde con mucho esfuerzo lo hemos logrado esconder…

Manuel había dejado correr el silencio y ahora juzgó que ya le había dado suficiente tiempo a Rulo.
-Quería decirles que conozco otras personas que han pasado por cosas parecidas y que quieren organizarse para encontrar entre todos una manera de defenderse. A eso le llaman sociedad secreta.
Magda le miró extrañada.
-¿Y si es secreta cómo es que vos sabés quienes son?
-Yo pertenezco al grupo.
Rulo se despertó.
-¿Pero, qué ganás estando ahí? Si te quieren hacer desaparecer ellos no van a poder impedirlo.
-Y qué querés? ¿Entregarte sin hacer nada?
-No digo eso. Pero de qué hablan? Qué hacen?
-No les puedo contar eso ahora. ¡Es una sociedad secreta!
-¿No serán de esos que hacen ritos extraños?
-¿Me creés tan pelotudo?

Comenzaron a caminar de nuevo. El carrito parecía ahora más liviano y al entrar en las calles de balastro sus ruedas iban haciendo un leve siseo que parecía acompañar la electricidad de los relámpagos que desde una lejana banda negra de tormenta iba avanzando sobre Lagomar sus montes y sus casas...

martes, noviembre 07, 2006

117 - LA SOCIEDAD SECRETA

Antes de que Rulo y el vendedor, por tanteos sucesivos, se fueran aproximando a la “verdadera” pintura acrílica, ya un viejito que desde el principio estuvo probando la calidad de las palas poceras, le había tomado por el brazo y apartado con señas de sigilo y secreto que no fueron suficientes para que Magda no se diera cuenta de que se trataba de alguien disfrazado.
-He encontrado algo que parece ser un mensaje para nosotros! Tenemos que reunirnos mañana. Ya le mandé un correo a Giorgionne…
Manuel se soltó casi con brusquedad cuando no terminaba de quitar con la imaginación el disfraz a aquel anciano para que le restara por debajo el mismísimo Ernesto Federico de Oliveira encorvado a voluntad y fingiendo un parkinson de parodia carnavalera. Enseguida tuvo la ocurrencia de plantear un tema distinto.
-Quiero presentar unos socios nuevos.
El viejito carraspeó.
-Bueno… No hay antecedentes pero… pienso que tenés que presentar sus fojas y esperar a lo que decida la mayoría…
-¿Si consigo que alguno de ustedes me apoye?
-No te olvides de que somos una sociedad secreta.
-¿Sociedad secreta?
-Sí, estamos entrando en una nueva época de sociedades secretas.
-Bueno…
¿Cómo podría ser una sociedad que fuera secreta? ¿Socios que no se conocieran y que sólo se comunicaran por teléfono? ¿Cómo podrían confiar unos en otros? ¿Cómo sabrían el número de teléfono al que tenían que llamar? Se necesitaba mucha inteligencia para imaginar algo así!
Cuando volvió junto al mostrador el dilema de la pintura ya estaba resuelto y sólo restaba pasar por el costado de la barraca a retirar todos los materiales. Rulo estaba satisfecho.
-Nos hicieron descuento por contado y todo!
Salieron cinchando del carro cargado que entre dos era liviano. Magda se ofrecía para ayudar con la pértiga de caño pero no era necesario por lo menos en las primeras cuadras. Se encontraron con el Dengue que salía del boliche de Luque con una caja de vino.
-¡Hola gente…! Che. Muchas gracias por lo del otro día! Me ayudaron pila… Bueno, aunque a mí ya no me puede ayudar nadie… ¿Podés creér, Magda, que el Roque desde ese día no me habla más? Y mire que éramos amigos! De toda la …¡El Roque era mi hermano, hermano! Y ahora ni me mira. Seguro que me lo merezco pero… ¡podría perdonarme…!
-Tenemos que llevar esto, Dengue, -dijo Manuel temiendo el diluvio de palabras. -¿Sabés qué? Te invito para mi cumpleaños… También voy a invitar al Roque, así que si querés le podés hablar ahí…
-¿Cuándo, che?
-Yo te aviso.
Siguieron con el carro que poco a poco iba pesando más. De pronto Manuel hizo señas de parar.
-¿Ustedes saben lo que es una sociedad secreta?
Magda se acordó del liceo. Siempre le había quedado la intriga de cómo sería ser miembro de una de esas sociedades que se imaginaba de gentes hablándose todo el tiempo al oído.
-Si en el liceo vimos eso.
-¿Ah sí? Bueno, explicame cómo es eso del secreto. ¿Cuál es el secreto?
-El secreto es quiénes forman parte de la sociedad…
-¡Claro!
Rulo interrumpió.
-Che, ¿y si seguimos? Quiero volver enseguida con Julieta.
-¡No jodas, Rulo! Ahora vos también estás metido en esto.




lunes, noviembre 06, 2006

116 - Veinte litros de pintura cremosita.

Entraron al local y fueron al mostrador con la lista de los materiales. Rulo la desdobló después de sacarla del bolsillo de atrás. Vino el empleado. Se la dio. El empleado amagó a irse. Rulo le pidió que antes le hiciera la cuenta de cuanto dinero sumaría. El empleado -un extraño de pelo largo- tomó una calculadora en una mano y con la otra una birome. Se enfrentó a la hoja del pedido que había puesto sobre el mostrador donde leyó. Veinte litros de pintura acrílica. Con la mano en que tenía la birome quiso teclear 20x en el teclado, pero la birome le molestaba los dedos para apretar las teclas, así que fue a dejarla sobre el mostrador. La mala suerte hizo que la birome rodara y fuera a caer por delante. Rulo se la alcanzó y él le dio las gracias pero haciéndolo se olvidó de cuantos litros eran y entonces, ya con la birome otra vez en la mano, dirigió la mirada al papel y se dijo en voz alta “veinte” mientras volvía a mirar el teclado de la pequeña maquinita. En eso se dio cuenta que no tenía que multiplicar nada porque los precios estaban en la computadora por envases y no por litros. Pero la computadora la tenía el otro empleado –al que no quería preguntarle nada- así que… Por supuesto que había una lista de precios escrita que él ya había visto y que en ese momento…-paseó la mirada por todo el entorno- estaba exactamente allí debajo del mostrador y de aquellas fetas de mortadela que no había podido terminar de comer porque estaban revenidas. Tomó la lista y buscó pinturas acrílicas en tambores de veinte. Encontró dos distintas. Pintura acrílica al agua y látex acrílico.
-¿Usted dice látex acrílico?
-Pintura acrílica.
-Pinturas acrílicas son todas. Dígame, ¿látex o al agua?
-No, al agua no que se sale sola!
-¿Látex, entonces?
-Látex… ¿Pero esa no es la pintura sintética común que brilla mucho?
-Son las que hay.
-Pero si otras veces he llevado.
-¿Cuál?
¡Qué iba a saber Rulo cuál había llevado! Para él había una sola pintura acrílica desde que el año anterior se la había sentido mencionar a don Colucho que fue cuando se le ocurrió agarrar también changas de pintura, total que al rodillo y al pincel los sabía manejar y… sabiendo qué pintura usar… Se acordó del tambor que había comprado la última vez -la única- era…¡claro!
-Es una que viene en unos tambores que son más anchitos en la parte de arriba!
-Todas vienen en tambores más anchitos…
-Una que es espesita, medio cremosita.
-¿Te destapo un tambor de cada una y vos tanteas?
-¡No, pará! La común, la que llevan todos!
-Sabés qué? Yo entré a trabajar aquí ayer. Hay doce marcas de pinturas de cómo veinte tipos distintos. Cuatrocientos largos de tornillos en tres tipos de roscas diferentes y cinco formas de cabeza, con arandelas, si el cliente las pide, de cuatro formas. Hay aparatos sanitarios, azulejos y baldosas de Pórtland y de cerámica. Ladrillos de campo y de prensa, aparte de los huecos llamados ticholos y los de cemento y arena llamados bloques. Todos ellos de diferentes procedencias y calidades, ni que decir de medidas y precios. Caños de plástico, de plástico especial para agua caliente, plastiductos comunes, caños galvanizados y de bronce… Grifería nacional e importada, desagües, cajas sépticas, chapas de cinc, de fibrocemento, de plástico y cartón alquitranado. Tanques también de fibrocemento, de plástico o de acero inoxidable… ¿Creés que encima tenga que saber cuál es la pintura preferida?
-No flaco, no te calentés. Yo no sabía que habían dos tipos de pintura acrílica!
-Yo tampoco.



sábado, noviembre 04, 2006

115 - ¿Nos atacó un error?

Después retomaron callados el camino de la barraca, los tres adelante y el carrito detrás. Manuel se había dejado llevar por su pensamiento de hacer por fin la fiesta de su cumpleaños, que nadie había recordado a no ser Abelardo, pero, acaso el se acordaba de los cumpleaños de los otros? Reunirse y pasarla bien aprovechando ahora que andaba con unos pesos en los bolsillos, estaba vivo y libre. Magdalena, no del todo recuperada del susto anterior prefería seguirlos a ellos adónde fuera por lo menos hasta tranquilizarse del todo. Rulo seguía confundido. Iba repasando mentalmente la escena vista y revista en reiterados replays y no lograba zafar del ese obsesivo círculo. La gente no puede desaparecer así! Se decía dándose cuenta de lo absurdo no sólo de los visto sino de todo. ¿Tenía que haber alguna explicación!
-¿No será que nos ha atacado algún virus?
Manuel sonrió con sorna y continuó:
-¿O que hemos consumido alguna sustancia tóxica…?
-¿Un veneno?
-No, alguna droga. Vos también fuiste amigo del Chumbo.
-¡Andá a cagar! Yo hablaba en serio.
-Y yo cuando te hablaba del auto rojo también.
-Bueno, perdoname…
¿El Rulo pidiendo perdón! Primera vez en la vida. Cierto que no hubiera sido necesario muchas veces pero…¡no lo había hecho nunca!...¿Y él? ¿Manuel Aquelarre, pedía alguna vez disculpas?
-No lo que vimos no fue por ningún virus. Fue… un error, una confusión… Ya lo vamos a averiguar.
-¿Nos atacó un error!
-Que no fue un ataque, te digo. El tipo apareció por error. Lo dejaron…
-¿Cómo que lo dejaron…?
La flaca intervino.
-Rulo, las cosas inexplicables también existen.
Y retomó Manuel:
-Vos sabés que aquí hubieron desaparecidos, no?
-Claro que lo se, pero esto…
-Aquellos eran casos en que los milicos estaban detrás. En este caso… Yo se algo sobre esto que si te lo cuento me mandás al Vilardebó.
-Dale. Ya te pedí perdón.
Manuel imitó su voz con un timbre ridículo:
-El que ve cosas que no existen está loco!
-Hijodeputa!
-Bueno, te voy a contar algo de lo que me ha pasado. Pero mirá que si ahora estás cagado, cuando te lo cuente vas a tener el doble de cagazo que ahora. Preparate.
Rulo miró a Magdalena con una sonrisa nerviosa que se le escapaba.
-Contame.
-No, después. Cuando volvamos a casa.
Ya llegaban a la barraca. Entraron todos al local, menos el carro.



viernes, noviembre 03, 2006

114 - Manuel descubre la astucia

A Manuel de pronto se le prendió la lamparita de dejar de dar explicaciones.
-¿Pero vos qué viste, Rulo?
-¿Qué vi? Y qué voy a ver… Vi un hombre todo tapado y con una careta de las que usan los que pintan autos…y…
-¿Y qué?
-Caminaba como una momia y venía siguiendo a la Magda y…
-¿Y qué?
-Y yo qué se… De repente desapareció!
-¿Cómo que desapareció? Los hombres no desaparecen.
-Ah…¡me estás jodiendo! Si vos mismo lo viste. Hasta lo conocías!
Intervino la Magda.:
-Dijiste que lo mandaba Germán…
Manuel indicó, con un movimiento de cabeza, un claro que conocían dentro del bosque. Cruzó la zanja de un salto seguido de ellos y, cuando se hubieron distanciado bastante de la calle, les hizo señas de sentarse, en el suelo obviamente, aunque él lo hizo sobre un tronco caído.
-Che. Ustedes saben que yo soy un burro, que nunca ha estudiado nada, pero…En esto voy a hacer como… Es lo que estoy haciendo, como mi abuelo que a veces me llevaba aparte y me explicaba las cosas. Porque aunque yo no sea ningún sabio, hay unas cosas que conozco y que ustedes no. Como mi abuelo que sabía cosas que yo no sabía… Rulo, entendés ahora por qué uno a veces no puede explicar lo que le pasa o lo que ve porque los otros piensan que uno está loco?
-Pero es que vos veías cosas que nadie más veía!
-Y vos ves desaparecer hombres en el aire. ¡Es lo mismo!
-Bueno, ¿y cual es la explicación?
-No, la explicación encontrala vos! Yo sólo te digo que también lo vi.
-Y yo también. –Aseveró la flaca muy seria.
-…y que era muy parecido a un personaje de las historietas que yo leía en la casa de Abelardo. Un personaje inventado por un tal Germán Oesterheld, quien después los milicos argentinos hicieron desaparecer junto con otros treinta mil.
Manuel se crecía. Se sentía parecido a Abelardo, a quién siempre había admirado. Sin embargo no se dejaba dominar por la vanidad. La usaba y un poco también, la disfrutaba. Especialmente por poderle dar esta lección a su primo, que siempre lo había tenido por el nene tonto que siempre lo hace todo mal. Aunque lo quisiera. ¡Y qué decir de su habilidad, no, no era esa la palabra…su ASTUCIA! Eso era lo que había usado para dejar al Rulo al borde de cualquier cosa pero sin poder llegar a nada. Ni a calentarse por sentirse bapuleado por un contrincante habilidoso… Ahora estaría pensando a mil. ¡Si le conocería! Pensando, pensando, tratando de pescar algo. Como un pescador solitario que no logra encontrar nada en las redes cada vez que las retira… ¡Pobre Rulo!




jueves, noviembre 02, 2006

113 - Ni al Eternauta ni al Sargento Kirk

Salieron y cuando llevaban menos de una cuadra de camino, un grito estridente y desgarrador que venía de sus espaldas, les electrizó los vellos. Se dieron vuelta y vieron a la flaca Magda correr hacia ellos seguida de cerca por un hombre todo envuelto de trapos hasta la cabeza, una mirilla de vidrio frente a los ojos y un colador de té frente a la boca.
-¡El Eternauta!- Gritó Manuel, asombrado de que esas cosas del mundo de más allá pudiera aparecer al la luz del día en pleno Lagomar Norte, a las tres y media de la tarde.
La flaca iba llegando a ellos cuando un cero de nada, que había venido zigzagueando por el paisaje, se encontró con El Eternauta y lo hizo desaparecer en su propia nulidad.
-El tipo se hizo humo! –Exclamó atónito Rulo.
Manuel miró a su primo para confirmar la dirección de su mirada.
-¿Viste?
-¿Pero qué pudo ser? ¡Eso era un hombre!
-El Eternauta, boludo. ¿No conocés al Eternauta?
El Rulo no conocía al Eternauta ni al sargento Kirk. Ni siquiera había visto nunca una tapa de Frontera dibujada por Hugo Pratt! Pero el Rulo era así, nunca se había ocupado de ese tipo de cosas. Desde chiquito siendo el mejor y más responsable, casi como un padre que da buenos consejos, aunque a veces no los cumpla con sus propias acciones y no se de cuenta o no quiera reconocerlo…¡El Rulo era como un hermano que siempre está ahí para apoyarte, aunque sea a través de la crítica, de no comprenderte, pero estando ahí. No comprendiendo pero siempre ahí. Manuel creía en el Rulo, aunque tuviera esas cosas por no haber leído nunca historietas o tal vez por no haber tenido un abuelo bromista. Por haberse tenido que hacer cargo de ayudar a mantener a sus hermanitos y casi hasta a un primo prestado, cuando sus respectivos padres abandonaron los hogares y las mujeres no daban abasto trabajando para mantener a todos. La madre de Rulo había logrado sacar de él un tipo más derecho que no se qué! Porque las mujeres tienen esa habilidad para sacar de todos lo mejor cuando quieren… o pueden, o … yo qué se…
Magda llegó a ellos sin correr, porque se había dado cuenta de que ya nadie la perseguía. Había mirado para atrás justo en el instante en que El Eternauta desaparecía y eso, aunque muy asombroso no le había sorprendido, tan intensa era su necesidad de que el mundo se portara bien. El segundo portento había venido a corregir al primero y volver todo a fojas cero, o casi.
-¿Lo llegaron a ver…? Se me apareció de golpe dentro de la casa.
-Sí Magda, lo vimos. Es El Eternauta, no te preocupes.
-¿Vos estás loco, Manuel? ¿Cómo que no se preocupe? Quién es ese disfrazado que se metió en tu casa y la quería agarrar?
-Yo no sé si me seguía. Parecía estar confundido…
-No eso ha de ser un error de Germán.
Rulo y Magda quisieron saber al unísono a cuál Germán se refería. Pero eran dos preguntas distintas con las mismas palabras. La del Rulo era preguntar si otra vez se había vuelto loco, porque él le conocía todos los amigos y no había entre ellos ningún Germán ni ningún Eternauta. En cambio la Magda dudaba de haberse equivocado en alguna letra cuando los mensajes y haber transformado una palabra en otra que le hubiera hecho entender al tal Germán que ellos le hubieran pedido que les mandara ese ser envuelto en trapos.



miércoles, noviembre 01, 2006

112 - Desnudos con guampas y todo.

A la madrugada comieron galletitas con paté, aceitunas asomadas en mayonesa, fetas mutuamente arrolladas de queso sanguchero con salame y un vaso se vino. Después galletitas con queso, aceitunas con pegotes de paté y fetas de salame untadas con mayonesa, más el segundo vaso. Continuaron con galletitas a la mayonesa, aceitunas envueltas en salame y mientras degustaban el tercer vaso de vino fue que probaron el queso con paté. Todavía sintieron ganas de seguir con los platos y los hicieron ya que eran muchas las combinaciones que restaban sobre la mesa tentando los ojos.
A la madrugada rieron largamente y sin sentido. Se señalaban uno al otro como quién señala algo muy ridículo o divertido y reían…
A la madrugada se volvieron a acariciar y besar aun con la boca llena de migas. Pusieron música y bailaron semidesnudos recordando la primera vez, en aquel cumpleaños veraniego en el aire libre de la noche. Bailaron ahora en la estrecha cocina, pegando las caderas contra la mesa y las rodillas contra la silla hasta que la flaca quedó casi sentada sobre la mesa y las piernas abiertas…
Cuando terminó de salir el sol ellos dormían en un revoltijo de frazadas y sábanas sobre los dos colchones puestos en el suelo rodeados de championes y calzones y vaqueros. Dormían semitapados formando una movediza X que por momentos intentaba encontrar una mejor posición para descansar los cuerpos.
Al mediodía dentro de la casita todo era silencio aunque de a poco se iban filtrando los sonidos y voces que desde la calle producían los vecinos yendo o volviendo del almacén.


-¡Qué noche, doña Aurora! ¡Qué noche que nos hicieron pasar esos! Le garanto que en todita la noche no pude pegar un ojo! Con esa joda que tenían y esa música. Y lo peor, que no se le fuera a dar por mirar por la ventana para adentro! Porque ah, ni le cuento! Yo que miré por casualidad un ratito, para ver nomás qué era que pasaba con tanto escándalo…Me encontré con que lo que ahí pasaba era una danza de esas del demonio que se ven en las películas…!
-Yo nunca he visto una danza de esas que usted dice, vecina.
-Ah no? Son esas danzas en que las mujeres se van sacando la ropa y tirándola como el siete de velos y los machos bailan como chivos desnudos con guampas y todo, a los saltos como queriendo montar a las mujeres.
-Ah, no me diga!
-Por eso le decía doña Aurora, ¿sabe lo que es aguantarse eso todita la noche?
-Bueno, yo con el finado Eusebio…
-No. Le decía aguantarse sin dormir escuchando cada gemido, cada deslizamiento de los cuerpos desnudos y encendidos de calentura y usted… ¡usted no quiere escuchar esas cosas horribles que además no le deberían importar porque se trata de la vida ajena pero…Hacerlo de esa manera la obliga a una, porque es imposible no atenderlo, ¿se da cuenta?
-No. No me doy cuenta de por qué usted dice que lo hacían de una manera…¿De cual manera…?
-Ah, doña Aurora…¡Es que lo hacían como los dioses!


A las tres de la tarde llegó el Rulo golpeando la puerta con los nudillos primero y después a las patadas. Gritaba “soy el Rulo, abrime, despertate que tenemos que ir a comprar los materiales” hasta que por golpear la puerta, la puerta se abrió sola y enseguida se asomó Manuel envuelto en una toalla a lo tahitiano y no entendiendo nada desde sus ojos lagañosos.
-¿Qué pasa?
-Pasa que te olvidaste que teníamos que ir a levantar los materiales con el carrito.
-¿Materiales? ¿Qué materiales? Ah, sí los materiales… ¿Era hoy que teníamos que ir…?
-Dale, lavate y vestite…Hola Magda! Estabas ahí?
-Sí, durmiendo. Gracias por despertarme viejito rezongón.

-¡Y yo qué sabía!