sábado, julio 29, 2006

30 - ¿Es la vida un sueño?

I
Iba por Bulevar Artigas pensando en los veinte quilómetros que debía pedalear. Tres horas, según sus cálculos, para volver al punto en que se había caído en el agujero. Volver a escapar del tipo aquel, milico Ferrari, que tal vez anduviera armado y con mucha bronca porque…No! No iba a volver al mismo momento y lugar! Eso hubiera sido si las bolas lo volvían a llevar de vuelta como la vez que hablaba con el Pepe y todo se volvió un queso gruyere, pero…
Todo lo que había pasado en Buenos Aires ¿dónde había quedado? Se habría ido a la mierda? El tiempo que estuvo preso en Fray Bentos y la conversación con el Pepe. Todo eso, ¿habría sido un sueño que no ocupa lugar ni gasta tiempo? Si eso fuera así…Entonces ahora mismo todo lo que veía no era más que un sueño…¡con ese realismo! Todo lo que veía delante de sus ojos…Esa camioneta destartalada, cargada de sillas viejas que pasaba por enfrente, rumbo a dónde tirarlas, aunque si fuera para tirarlas más fácil sería tirarlas en algún volquete que estuviera cerca, no, las llevarían para arreglarlas a alguna carpin…porque sentarse en ellas así…Claro, si fuera por eso de las sillas destartaladas bien pudiera, porque no queda claro para que las llevan y bien pudiera ser un sueño hecho sin cuidado porque quién se iba a poner a revisar las sillas que aparecieran en un sueño, a no ser la misma silla dónde uno se fuera a sentar. Bastaría conque, en el sueño, se encuentrara entera y firme esa única silla. Total, no sería más que un sueño. Pero no. Nunca había tenido un sueño así. Con tantas cosas y tan bien hecho en todos sus detalles, que hasta se podría pellizcar, como dicen que hay que hacer en esos casos…Y se pellizcó Manuel, el brazo con bastante fuerza, para desengañarse y bastante le dolió hasta convencerse…

En eso estaba, con la pata sobre el cordón, dale pellizcarse y olvidado del semáforo que ya había completado varios ciclos de colores, cuando vio que en la cuadra siguiente se había ido juntando gente y entraban y salían coches siempre del mismo punto. Arrancó con la bici sin pensarlo más, que fue meterse dentro del tránsito atravesado y cruzar casi por casualidad sin que ningún vehículo le atropellara. El lugar era un comité de base del MPP cuya vereda ya estaba llena de gente y algunos tipos empezaban a controlar el arribo porque, explicaban que, se iba a hacer una reunión de dirigentes y ellos iban a decir quién podía entrar y quién no. Un curioso preguntó si era cierto que vendría el Pepe Mujica, a lo que contestaron que sí pero que el público sólo podría acceder y participar una vez que la reunión de dirigentes terminara.
Esa información fue suficiente para que Manuel adivinara quién se iba a bajar de aquel Volvaguen apestoso que estaba atracando enfrente dentro de una nube de humo negro. El Pepe. Los tipos del comité corrieron a armar un especie de pasillo para salvar al Pepe de tantas manos que lo querían estrechar y tantas bocas que le querían hacer preguntas….el se había quedado parado, tal vez olvidado, al costado de la puerta y fue a quien el Pepe miró de frente a medida que se vino acercando. Hubo un instante de vacilación en Mujica que hizo pensar a Manuel que le estaba reconociendo y le dio pié para dirigirle la palabra.

-Yo soy Manuel, el de Fray Bentos.

El Pepe se detuvo y con una mano de movimiento independiente detuvo a los que ya querían sacar al pesado de la trolla.

-Fray Bentos? –murmuró, sin quitarle la mirada pensativa de la cara.

-Sí, que me fue a ver a la escuela dónde yo estaba detenido por…

-Perdoname, no me acuerdo, pero…algo de eso me suena, perdoname ahora…

domingo, julio 23, 2006

29 - Fátima, ¡vieja puta!

Antes del mediodía estaban en la cama, Fátima aprovechando la ocasión y Manuel aprendiendo mucho de sexo. Ella parecía conocer a Manuel hasta en sus últimas sensaciones y supo llevarle de paseo por los límites, siempre junto al límite sin pasarlo, para prolongar los placeres en todas sus formas y variedades. Pero, sobre todo ella estaba ahí. Entera presencia, constante presencia en el sexo.
Fueron horas sin cuento, prolongaciones y reinicios…hasta que en algún momento de lasitud quedaron dormidos sobre un caos de sábanas y almohadones.
Cuando Manuel despertó le estaba esperando el reproche de su conciencia. ¡Podría ser tu madre! Era esa voz antigua que anidaba por debajo de los pensamientos lista a saltar del nido y cacarear estupideces cada vez que él se permitía salir por un momento de la rutina. No la tomó demasiado en serio. Más que culpable se sentía liberado, transcurriendo un tiempo indefinido en aquella casa aparecida de la nada para salvarle de los locos, navegando las aguas claras de aquella mirada de Fátima que le había invitado a pasar y ponerse cómodo, practicando sexo del bueno, conociendo otras formas de tocar, de besar… Ahora Fátima dormía a su lado y él se disponía a volver a pensar en sus asuntos…cuando…se abrió la puerta del dormitorio y un chillido atroz le taladró los tímpanos y electrizó los bellos de los brazos. La puerta de dos hojas con vidrios cubiertos de cortinitas blancas para conservar la intimidad, se había saltado de sus goznes y desde esa abertura había saltado al dormitorio una flaca huesuda con dientes de caballo, con pelo tironeado, rubio falso, hacia atrás, pero mal atado, lleno de crespos mechones sueltos al acaso. –Qué chusma criticón!- Pero es que la flaca, era nomás muy fea y chillona y saltaba furiosa y gritaba a su madre Fátima, vieja puta! Otra vez llenando la casa de machos! Y ahora en mi cama! ¡Vieja hijadeputa! Ojalá te hubieras muerto con el empacho del otro día que, yo todavía te llamé el médico! Vieja degenerada cogiendo con gurises que un día de estos te van a llevar presa y no esperes que te saque! Diciendo todo eso y mucho más la flaca tironeaba de las sábanas queriendo arrastrar y tirar al suelo todo lo que había arriba de la cama. Fátima trataba de cubrirse con algo, se agarraba del borde del colchón y resistía a la callada y Manuel…bue, había saltado de la cama a recuperar su vaquero y saltando en una pata intentaba vestirse pero logró en eso meter una pierna en el pantalón y no la otra con lo que no se lo podía subir pero igual se acercó a la flaca, así a media hasta y con las manos tapando a increparle por los modales, los gritos y los insultos.
-No se me acerque, sátiro!-gritó la loca. Degenerado. ¡Acostándose con una vieja!
-¿Qué…? Y acaso los viejos no van a tener derecho?
-¡Degenerado, degenerado!
Fátima hizo señas a Manuel de salir de la pieza. Ella marchó primero, envuelta en sábanas, con paso descalzo y seguro. Le siguió Manuel con las ropas empelotadas sobre el estómago y los champeones colgados de los cordones, en silencio, dentro del silencio que de pronto se había hecho, sólo quebrado por los sollozos de la flaca que, agotada su energía sonora, habíase derrumbado sobre el colchón desnudo de su cama, boca abajo y hundiendo sus largas uñas en la restante tibieza de la tela.
Ellos llegaron a otro dormitorio, pequeño y menos luminoso, dónde se sentaron en la cama. Fátima supo que Manuel estaba pensando en irse. Manuel supo que debería decirle a Fátima que ya era hora de que se fuera y supuso que oírle decir eso le iba a entristecer. No porque él fuera importante sino por la soledad, ese sentimiento que, buceando en las intimidades de la mujer, él había sentido o creído sentir como si fuera propio. Casi sintió ganas de llorar…Cómo decirle…?
Fátima le interrumpió los pensamientos:
-Te querés ir ahora? No creo que los torturadores te estén esperando todavía…
Manuel la miró y entendió que ella lo dejaba libre. Ella le estaba diciendo que no se iba a sentir sola…Ella era una diosa!

28 - La mirada de Fátima

La vieja trajo y colocó dos pocillos sobre el mantel verde de la mesa. Un azucarero amañado de una lata cuadrada cuyo tigre pintado ya se deslucía bajo las rayas múltiples del paso de los años. Se sentaron ambos en los taburetes y tomaron galletitas María de las que restaban en la panera, quebradas y tal vez un poco húmedas. Ella miró con mirada clara de buenos sentimientos, no por clara sino por blanda.

-Ahora contame lo que te está pasando…

Manuel se atragantó con la saliva. ¿Cómo ocultarle algo a una mirada así? Sabía que contarlo todo iba a ser para problemas…Pero, ocultarlo…Bué.

-Lo que me pasa es que de repente aparezco en otro lado y hago cosas que después me olvido.

-Yo me olvido de todo…

-Pero yo me olvido después, ahora no. Ahora me acuerdo.

-¿Cómo…?

-¡Claro! Yo ahora estoy acá porque me trajeron…hasta un lugar…Pero yo no vine. Yo estaba caminando por Lagomar y de repente me caigo en un agujero, un tubo de goma que me apresa y me lleva hasta Rincón del Cerro y ahí me quieren torturar!

-¡Al carajo!-gritó la vieja.

-Pero si vuelvo a Lagomar me olvido de todo y ni cuenta me doy.

-Pero ¿por qué?

-Y yo qué sé!

La señora no comentó más por el momento. Por el momento se quedó pensativa mirando a Manuel quién notando el silencio producido después de sus últimas palabras, se fue poniendo colorado y más colorado mientras enredaba los flacos dedos y les hacía largar mentiras al tiempo que se le desataba su único tic conocido consistente en un tirón de su labio superior derecho en dirección noreste, pero de improviso! Cosa que le ocurría de vez en cuando si se ponía nervioso, como cuando alguien le miraba de forma sostenida como para no perderse detalle de sus gestos o esperando, tal vez, que hiciera alguno en especial por el cual se le fuera a premiar o castigar, según el caso.¡Estoy loco! Sí, yo estoy totalmente loco,-pensó. Ahora me paso pensando todo el tiempo, como si el pensamiento fuera…sí, está bien que es gratis pero, cuesta…a todo el organismo…en general, un esfuerzo…No vez que los tipos que piensan mucho se vuelven viejos enseguida! Y los viejos… La vieja.¡La vieja me sigue mirando! Y yo… ¿Y si yo agarro y la miro a los ojos así…?

Manuel se zambulló en el suave océano azul grisáceo de la mirada de la doña esa, que tenía enfrente. Abiertas las puertas y los balcones y todas las entradas, que toda ella se abría a su paso y le recibía sin desconfianzas ni temores. El estaba mirando una mirada que le miraba y por momentos hasta le tocaba en algún lugar sensible del interior que él, no recordaba haber sentido vivo. No era fea, ni tanto de vieja como le había parecido al encontrarla. Descubría ahora en aquellos rasgos las huellas de la belleza perdida o las huellas… de algo que ahora se había vuelto hermoso. Como la cara de una madre o abuela. Era linda…ahora terminaba de aceptarlo y de pronto le vino la pregunta que no había pensado hacer.

-Usted, cómo se llama?

-Fátima.

-Yo, Manuel.

Se iba a producir un encuentro cercano. Estaban dadas las condiciones, la atmósfera se había puesto en movimiento, primero envolviendo las nubes en amplios giros que sin prisa jugaban con las volutas despeinadas, pero después, arrastrando las grandes masas cálidas que pronto empezaban a levantar la presión de las arterias y aumentar las pulsaciones alternantes de las sienes y algún brillo…Porque algún brillo-destello por lo menos se habría producido ya, o estaba a punto de producirse al cruce de las miradas o al roce involuntario de la piel de dedos distintos al tomar en la panera una misma galletita

sábado, julio 22, 2006

27 - Torturadores Por las Calles

Al levantarse el sol la niebla se iba retirando y descubriendo un cielo sin nubes. Manuel, ya libre de mareos aunque bastante hambriento, entendió que debía administrar sus energías para poder llegar a Lagomar. Pedaleaba lento, sin ningún apuro rumbo al centro de Montevideo para desviarse en Bulevar y buscar Avenida Italia. Era la ruta de la vuelta a la vida normal, porque…algo le estaba pasando. Algo estaba pasando en su vida que lo sacaba de la normalidad. Ya era la segunda vez! ¿Estaría loco? Todo lo que últimamente le estaba ocurriendo de raro ¿no sería sólo un sueño extraño producto de una locura que le estaba dominando?
Los tipos esos,-pensaba- Son torturadores…milicos torturadores…como los de la dictadura! No tendrían que existir ahora! Y sin embargo…!
Le detuvo un semáforo en rojo. Apoyó un pié sobre el cordón. Vio pasar una viejita, dos niños y un perro que no parecía ser de los niños, ni de la viejita…y la viejita no parecía tener que ver con los niños y ellos, los niños sí, parecían tener que ver entre ellos porque se tocaban y se pegaban y uno le hacía burlas al otro, y el otro también. Más adelante –pensó mirando y reconstruyendo la memoria, hay una curva y más allá sí, seguiré hasta Bulevar.¿Estaré loco?
Siguió la marcha lenta, metido en tupido transito, apurado por los autos y frenado por los ómnibus. Faltando poco para Bulevar, la sed que venía sintiendo era ya mucha y venía aumentando. No tenía plata para un refresco, ni para otra cosa, así que tendría que conseguir agua. Agua, agua, canilla, gotera, laguna…No! Hasta Lagomar sin tomar agua, no! Quería tomar agua ya…Adelante se veía algo con cartel. Era un club de bochas. Club de bochas tiene cantina, cantina tiene canilla y la canilla agüita fresca! Se detuvo. Pero cuando con pachorra iba levantando la bici para la vereda vio que un auto se le estacionaba justo enfrente y los pasajeros del auto eran…¡Los torturadores! Se atropelló con la bici al interior del club sin saber si le habían reconocido. Saltó por encima de las tablas de baranda al medio de una partida separando bolas con las ruedas y tropezando con las puteadas de los viejos. Se metió en la cancha siguiente levantando vehementes gritos y salvando los tobillos a gatas de un bochazo certero que casi le desparramó las patas y siguió hasta cruzar las tres canchas, derecho a un cartelito de flecha torcida que indicaba los baños por un pasillo que doblaba y se perdía de vista. El pasillo seguía aun después de la puerta del baño y por allí terminaba contra un tejido de gallinero, semi cubierto de enredaderas con flores. Del otro lado se entreveía un fondo de casa y una casa que, seguramente tenía salida hacia la otra calle. Allá fue!
La bicicleta pasó primero, volando sobre el tejido y sostenida apenas cuando iba bajando sobre un cantero de huevos fritos florecidos. Atrás pasó Manuel, que terminó cayendo sobre la bici cuando quiso retirar la última pata del tejido y se le enganchó con la enredadera. Pero no tuvo tiempo de putear, una voz destemplada le estaba recibiendo. ¿Qué hace aquí?-le decía la vieja a sus espaldas bastón en mano, semi levantado como con ganas de bajar por sobre la cabeza de Manuel.- Perdón, señora,¡ me vienen persiguiendo los torturadores!-¿Torturadores? Qué dice muchacho, eso ya pasó. No hay más torturadores!- ¿Qué no? A mi me agarraron y me tenían atado, pero me les escapé. Ahora están en el club de bochas. Andan atrás mio!- Usted está nervioso muchacho, venga a casa, le haré un te y después me cuenta.
Era una casa común. La señora, sesentona y no tan vieja a pesar del bastón, parecía dispuesta a dar ayuda o al menos cumplir con su ofrecimiento de té de algo que ya preparaba en la cocina desde la que llamó a Manuel que es había quedado en el estar mirando las fotos. Woodstook, los Beatles y el Che, rodeaban un gran símbolo de la paz. Manuel fue a la cocina.

lunes, julio 17, 2006

26 - El Huevo de la Tortuga

Cuando el sol se despegaba del horizonte, ovalado huevo de tortuga, silencioso y pesado, alumbrando poco, más bien aclarando un paisaje de techos herrumbrosos entre la niebla y a lo largo del hormigón de las calles, o la tierra colorada rayada por hondas huellas y pisadas de niños descalzos…ellos se dormían. Se estaban durmiendo a lo indio, envueltos en frazadas, medio acostados sobre el colchón atravesado en el suelo para apoyo de los costillares, y medio tirados en el piso raso que no lograba tapizar aquello que fuera un zorro muerto a garrotazos por intentar robar gallinas de algún gallinero decente. Restaban a los lados vasos volcados de oscuro vino y restos de torta fritas que casi ni otra cosa además de un par de puchos enjutos, requemados de tantos recicles…Macabro panorama para el comienzo de un nuevo día, verlos desprolijos y ajados, no sólo en las ropas sino más aun en sus rostros de expresión ordinaria y soez en perfecta concordancia con un origen oscuro y miserable. ¿Qué hacer con ellos? Ejemplos evidentes de la degradación a que puede llegar un ser humano cuando se aparta del camino del Señor. ¿Qué hacer? Nada malo por cierto sino apenas desear en el alma, pidiéndole a Dios que de alguna manera se los lleve de este mundo al que nosotros sabremos mantener luego, prolijo, aseado y rectilíneo. Sin ningún borrón de tinta ni una palabra obscena.
Manuel y el Chumbo aun dormían cuando los rayos del sol rebasaron la horizontal por el borde del vidrio de la puerta y comenzaron a bajar alumbrando primero la rodilla flexionada de Manuel y luego desde los pies a la cabeza los cuerpos resollantes, abandonados al descanso y tal vez a luminosos sueños.
A eso de las once el sol alcanzó los ojos, con lo que ambos amigos rodearon sus cabezas por anudados brazos y se corrieron por el piso buscando sombra. Pero Manuel en seguida recordó quién era y que era lo que había querido hacer el día anterior al llegar por la casilla…Pegó un salto. ¡Se tenía que ir! A Lagomar, por supuesto porque…bueno, él vivía ahí.
-Loco, me voy,-le dijo al Chumbo sobre su cara. -Chumbo…che Chumbo! TE DIGO QUE ME VOY. - El Chumbo entreabrió los ojos y de frente, como quedaba a los rayos del sol, pestañeaba tratando de entender.
-No rompas las bolas!
-Me voy loco, tengo trabajo para hacer…
-¿Trabajo?
- Sí, los pastos y eso…
-Bueno. Chau loco…no te pierdas, vo!
-Chau, vo.
Manuel sacó la bicicleta al callejón y entró a pedalear manso.

25 - Los Balcones de la Casilla

Por supuesto Chumbo no entendía nada. Miraba a Manuel estudiándolo, ahora sin reír. Pero vos, ¿en qué andás? ¡Vos andás en algo…! Esos tipos te quieren sacar un dato…
-Sí, ha de ser así. Pero yo no ando en nada. No sé por qué piensan que…
-Y como te dieron la catura?
-No, yo aparecí adentro del armario…de ellos…
-Pero, para qué te habías metido ahí?
-Yo no me metí, me metieron.
-¿Quiénes?
-Y yo qué sé!
Ahora sí, el Chumbo largó la carcajada. Se había fumado medio caño y estaba en lo de reírse. Se reía y repetía: Más firme, más firme! Y volvía a retorcerse de risa.
El ambiente era algo estrecho. Cama, espacio, taburete, espacio, cuero de zorro desplumado, espacio, salamandra y demás comodidades. También una mesita con TV y un armario de dos puertas. La bici de Manuel había quedado acaballada en la salamandra para no ocupar el lugar de la reunión entre un costado casi todo forrado de tablas y el otro de chapa desnuda que a ellos parecía alcanzarle y aún sobrarle. Las carcajadas del Chumbo resonaban como rebotando en lejanas paredes y podría tener la casilla, tal vez balcones abiertos y extendidos sobre las amplias avenidas o las ramblas concurridas de gentes ociosas y divertidas ocupadas de pleno en el goce de la vida…Pero ellos…ellos también participaban de tal holgura dentro de ese espacio virtual de dos por tres metros, menos la salamandra, por ahora apagada puesto que otro era el calor que a ellos animaba.
Y yo qué sé. Repetía el chumbo imitando a su amigo que a su vez reía tontamente sin haber fumado casi pero de pura borrachera de compartir ese amplio momento en el mejor de los mundos…
¡Pero el Chumbo es ladrón! Dijo una voz de hielo rozando la oreja de Manuel y corriéndole el escozor por el pescuezo y a lo largo del teclado de las costillas hasta el vacío del estómago. Corazón a contrapique cayendo desanimado en caída libre por pérdida de sustentación, pistoneando al pedo, rasposamente haciendo un carraspeo de pecho pedante para después en algún momento hablar palabras que fueran las definitivas que dejaran el tema saldado y concluido…¡Cagatinta!
Ladrón, sí, como él mismo lo dice sin ocultar el rostro. Como todos, ladrones de dinero y alhajas, de bancos y pasacedés, de caramelos chupados y transatlánticos, de medias agujereadas y sucias y de enteras vidas humanas…
Ladrón sí, el Chumbo. Pardo jetón y pómulos inclinados que arrastran los ojos zorrunos y pestañosos levantándolos por los bordes aguzados en la complicidad de una risa que se comienza a extender de horizonte a horizonte…¡Me cago en Dios! Que ya a Manuel ni le importa si el Chumbo es tan ladrón como él dice ni si anda con fierros como dicen los que una vez fueron sus amigos y muchos hoy, bañaditos y bien vestidos, prefieren olvidar.
No le importa si es ladrón porque ahora Manuel está sabiendo que él mismo, sin haber robado nunca es tan ladrón como cualquiera que extiende su mano y toma lo que necesita sin considerar ni pedir permiso a los que construyen corrales de espinas para encerrar en ellos todo lo que jamás podrán disfrutar, sólo por el placer de impedir que otros lo hagan. Una manera como tantas de ser importantes y progresar en la vida.

sábado, julio 15, 2006

24 - La vida del Chumbo

Como el pedo era fuerte, le costó llegar hasta la carretera. Anduvo a los tumbos por entre los pastizales de la chacra, se perdía por momentos, se le caía la bicicleta de la mano y tenía que agacharse a recogerla, se le olvidaba para dónde iba o qué andaba haciendo…Pero volvía a encausar el pensamiento alrededor de una sola idea: alejarse pronto de allí. Alejarse era carretera y carretera eran las luces que circulaban allá adelante en el repecho…Llegó!
Era una carretera moderna con mucho tránsito apurado que hasta creyó conocer de antes. Se detuvo en la banquina a revisar los rayos de la chiva que…pero los vehículos le pasaban raspando y le empujaban con el ventarrón casi a punto de derribarle, de modo que se imaginó en esas condiciones tratando de hacer equilibrio sobre las dos ruedas…no! Se iba a ir al carajo! Era mejor caminar llevando la bici tomada del manubrio y con el tiempo y el fresco de la madrugada ya su estado iría mejorando…¡Todavía sentía la lengua hinchada! Hijosdeputa! Pero al fin…les había ganado! Qué bárbaro. Con el poder de su mente había dominado al milico. Claro que el Tercero era el más estúpido de los tres pero…Lo había hecho sólo con el pensamiento! Lo de ahora era otra cosa. Por ejemplo ¿Por dónde andaría? Es decir: ¿Dónde mierda estaba? ¿Y Lagomar?
Por suerte diez metros adelante había un cartel indicador que, con una flechita hacia su lado, marcaba un desvío a Santa Catalina… El Chumbo! No era acaso a Santa Catalina que se habían mudado el año pasado…? Síii….y hasta era posible que…¡Pero su cabeza no estaba para eso! El Chumbo! Capaz que lo podía encontrar…El Chumbo….era bravo! Bue, pero era su amigo de toda la vida que su madre con su vieja iban de jóvenes a las llamadas y…siempre volvían acompañadas de algún negro o mulato que les gustara y de esas cosas terminábamos naciendo nosotros, todos los gurises que él había conocido medio pintados de tonos intermedios rebuscándose en las calles o inventando oficios algunos con más éxito que otros y después juntándose con otras tan perdidas o encontradas que terminaban siendo con ellos una tipaza junto con un tipo de la planta…
Manuel se detuvo y se pasó una mano por la cara, estaba sorprendido de todo lo que había pensado de un tirón. Primero daba órdenes con la mente y ahora esto! ¿Qué sería lo que le inyectó el puto ese? Pero estaba bien. Se sentía crecido porque viéndolo ahora, ya separado unos instantes, todos esos pensamientos sobre su vida, sus amigos y las madres, no estaban nada mal. Eran…como una fotografía de las vidas todas juntas en un instante….Y ahora se estaba dando cuenta de otra cosa! Le acababa de llegar como en un flash una evidencia, que era la evidencia de no ser un idiota!
A todo esto hacía un ratito que Manuel caminaba el desvío a Santa Catalina, con su bicicleta agarrada del medio del manubrio y paso ya más seguro que se hamacaba a zancadas como si en realidad fuese siguiendo aquel animal cuadrúpedo que iba tomando del cogote, en vez de conducirlo. De vez en cuando levantaba la cabeza y parecía olisquear en el aire en busca de un camino que seguramente ignoraba y la volvía a bajar, corrigiera o no el rumbo, para seguir con sus pensamientos…y volver a hacerlo y…
Hasta que llegó a la casa, casilla de lata y algunas tablas del Chumbo. Era esa y no sólo era esa la casa del Chumbo, sino que él sabía que allí dentro de la casilla estaba el Chumbo en persona, durmiendo o…Se paró frente al tejido que separaba las chapas de la vereda y confirmó en la penumbra que una ventanita no estaba del todo cerrada. Dijo: Chumbo, chumbo. Y como no daba resultado, tomó piedritas del suelo y las fue arrojando sobre las latas. De pronto una sombra redonda se colocó en el centro de la ventana. ¿Manuel…? ¿Sos vos? – Sí, boludo, dale!
Ya adentro, el Chumbo, extrañado de la visita de Manuel en la madrugada…y con ese aspecto, lo abarajó en una pregunta.¿En qué fato andás? Y antes de que se le contestara se había tentado de risa, suponiendo que Manuel anduviese de correrías, ganando o en algo grosso. Y la risa del Chumbo se le hizo contagiosa a Manuel quien no terminaba de salir del viaje de la inyección del Tordo, y se reía de suponer que el Chumbo suponía…Y el Chumbo se confirmaba en sus sospechas al percatarse de que Manuel venía volando y así, entre bromas, suposiciones y preguntas no contestadas, el Chumbo le dijo a Manuel que ahora vivía del robo, del achaque y de ganar, y que la vida era así, mirándola a través del rojo del vino en el vaso y comiéndose otra torta frita fría húmeda de gotas que las chapas del techo transpiraban y que se tenían que cuidar de la cana, porque la cana estaba para evitar que uno pudiera recuperar robando, lo que los de arriba nos robaron antes y que él no tenía huevos para ser héroe o tal vez no quería tanto a los suyos como para hacer justicia para los demás pero sí para hacer la suya, a riesgo de su propio cuero y sin meter a nadie en el medio ni echarle la culpa a nadie por haber nacido pobre y bruto, pero que no le vinieran con la honestidad y la buena educación. Porque a nosotros, Manuel, -casi gritó el Chumbo- a nosotros nos achacaron antes de que naciéramos!
Se quedaron callados un momento mientras el Chumbo se puso a buscar algo, agachado junto a unas astillas de leña apenas iluminadas por la tristeza del candil. Desde ese costado, más calmo ahora y con otra voz, acariciando una vieja amistad preguntó en serio de dónde venía y en qué andaba.
-Vengo de Lagomar-comenzó a contestar Manuel- salí de allá…y…aparecí…acá…
El Chumbo se enderezó de su búsqueda chupando un caño que estaba encendiendo y con sonrisa cómplice le quedó mirando y empezó a sacudirse en un resuello, como si se riera sólo con los pulmones.
-¿Qué carajo decís? Loco, tenés un mambo!
-Es que me inyectaron…
-¿Quién te inyectó?
-Unos tipos raros. Milicos sin uniforme…
-Qué te inyectaron?
-Yo qué sé! Algo para que hablara…
-Y hablaste?
-Si les dije lo mismo que les había dicho antes pero no me creyeron. Se enojaron porque siempre les decía lo mismo y me querían torturar!
-Y qué querían que les dijera?
-¡Yo qué sé…!

23 - ¿El general Aguerrondo?

El interrogatorio fue repetido varias veces en la tarde y aun a la noche, después de reforzar la dosis de elixir. Pero los resultados eran los mismos y el humor de los sujetos empeoraba hasta llegar a tormentosas discusiones, especialmente con el tordo, quién se retiró muy ofendido cuando el Primero llegó a insultarle y anunciar que continuarían al otro día con los métodos clásicos, picana y submarino; que nunca habían fallado.
Manuel, a pesar de la borrachera inducida por la droga, llegó a hacerse cargo de la situación con suficiente claridad como para entrar en inexpresable pánico que le desencadenó un frenesí de pensamiento en busca de una salida que, aunque en las actuales circunstancias pudiera parecer imposible, debía encontrar so pena de sucumbir en manos de aquel trío de sicóticos.
Corría la noche…él seguía atado, con hambre y sed y mucho, mucho miedo. Por momentos quedaba sólo sobre el billar mirando los tubos de luz intermitentes. Por momentos el Tercero, que nuevamente hacía la guardia, entraba y revisaba las ataduras, una por una, sin comentarios ni innovaciones. Manuel, a pesar de su estado, no pudo evitar observarlo, tan repetido, tan idiotamente igual. Qué estúpido que es este tipo! –pensó. Estúpido, estúpido! Parece no darse cuenta que yo estoy aquí, que me estoy cagando de miedo, que no le he hecho nada para que me haga esto! Pensaba. Y volvía a pensar lo mismo una y otra vez. Estúpido, estúpido, en vez de mirar podrías aflojarme esa piola que me está cortando la muñeca! El estúpido se detuvo. Justo en ese momento se quedó observando la piola y la muñeca y Manuel sintió desde algún lado que decían: Sí, ha de estar demasiado apretada…Pero el Tercero no lo había dicho! Manuel lo sabía porque justo le había estado mirando su estúpida cara. ¿Quién lo habría dicho? Quiso probar una corazonada. Pensó de nuevo: estúpido aflojame la atadura. ¡Aflojámela! Y se quedó observando de reojo…¡Sí! El estúpido volvía a levantarle la mano entre las suyas y se quedaba mirando…pero no sólo mirando. Ahora dentro de la cabeza de Manuel apareció otra vez aquella especie de voz que decía: Nooo, me dieron la orden de cuidar las … Manuel se afirmó, se concentró, juntó toda la energía que encontraba dentro de sí y con ella pensó nuevamente: Estúpido, te estoy dando una orden:¡Desatame! Y la voz le respondió: Nooo, el coronel me ordenó que cuidara que no se aflojaran… Y yo soy general!-gritó el pensamiento de Manuel. Soy el general Aquelarre y te ordeno que me desates…! Ahora el Tercero quedó con los miembros trabados por un momento. Las manos avanzaban hacia las ataduras y retrocedían, se agarrotaban. Las venas del pescuezo se le hinchaban, transpiraba… La voz dijo: ¿Aquelarre? ¿General? ¿Aguerrondo será….no estaba muerto? Pero…general manda más que coronel…yo obedezco! Sí, mi general! Y se puso a desatar la muñeca izquierda de Manuel! Y a musitar, ahora entre labios, sí, mi general, si señor…Cuando iba terminando con una mano Manuel emitió la orden de seguir con la otra muñeca. Y cuando las manos estuvieron libres, no estando seguro de poder desatarse él mismo los pies, ordenó que lo hiciera el estúpido. Que le buscara su bicicleta. Que le indicara el camino para salir por el fondo. Que se quedara quieto en su puesto y que no hablara con nadie, más bien que se fuera a dormir y gracias!

lunes, julio 10, 2006

22 - El Elixir del Tordo

- En algún momento la luz volvió a Manuel. Lo hizo junto con regusto metálico que corría por sus encías y parecía babear entre los labios. Quiso llevarse la mano a la boca para saber que ocurría en ella que tan extraña la sentía pero, no pudo. Sus brazos estaban estirados horizontales, igual que el resto del cuerpo, salvo las piernas que dobladas en las rodillas, aunque no libres, pendían hacia abajo. Apenas logró abrir los ojos. Arriba de su cabeza amenazaba caérsele encima un aparato de luz con cuatro tubos, dos prendidos y dos guiñando destellos. ¿Estaría en el quilombo chino? No, no sentía aquí aquel olor particular ni tampoco la música. De pronto, atravesando el dolor de cabeza se le empezaron a presentar los recuerdos recientes. El milico de Lagomar, su huída, el Cholo y el boquete en el camino. Levantó lo que pudo la cabeza y miró alrededor. Estaba atado en cruz, atravesado sobre una mesa de billar, sin que el lugar pareciera un café ni un club. Reconoció al costado al Tercero que sentado en una silla leía la última página de un diario. Cuando el Tercero vio que se movía, sacó un celular, se puso a hacer pip pip y después dijo solamente “se despertó”.
Entraron los otros dos con un cuarto que le era desconocido y que fue el que se le acercó, le tomó el pulso, primero en la muñeca, después en el pescuezo y, sin mediar palabra le metió un dedo en el ojo a bajarle el párpado para mirar. Está listo,-dijo y agregó sonriente: Ahora el elixir! Los otros se acercaron formando una pequeña barrera detrás suyo. De algún lado sacó una jeringa y un frasquito del que chupó el contenido que de inmediato inyectó en el brazo de Manuel. Ya está,-dijo como para si mismo y más fuerte: En dos minutos empieza a hablar.
Manuel vio que la luz aumentaba, que se le enfriaban las orejas y que le picaba el culo. Después fue sintiendo el frío en todo el cuerpo, la lengua se le agrandaba llena de gusto a dentista. Empezó a flotar en una corriente mansa mientras las imágenes se le iban volviendo difusas, confusas, sin contraste; apenas fantasmas en leves matices de blanco…
La voz preguntó:
-¿Quién te mando venir?
-Me trajeron.
-¿Cómo?
-Adentro de un condón.
(psht otra vez no funciona noo está bien qué bien si se sigue haciendo el vivo noo es parte del efecto dejate de joder tordo dale más noo que no va a aguantar mientras hable qué nos importa está como en un sueño seguile preguntando y ya vas a entender)
-¿Y cómo te metieron ahí?
-Me caí adentro
-¿Dónde estabas?
-En Lagomar, venía disparando del milico.
-¿Por qué disparabas?
-Porque me quería cagar a patadas por rayarle la Cherokee.
-¿Quién es ese…milico? ¿Cómo se llama?
-No sé… tiene un anillo grande y bigotes.
-¿Y por qué le rayaste la Cherokee?
-Fue cuando el rollo se enredó en la pata…la mujer me mostraba las tetas….blancas y con pequitas, pero llegó él…
-¿Vos estabas en su casa?
-Sí, para arreglarle los caños y el pasto…pero mejor no, el chirimbolo ese me dio una patada y me caí del techo….
-¿Quién es el chirimbolo?
-La porquería esa que le faltaba el sombrero y yo quise…eso me pasa por decir que sé lo que no sé…
-¿Qué es lo que sabés?
-Cortar el pasto…y…esas cosas. A veces juego al truco bastante bien…también bailo…la cumbia, el rock y el candombe…
-¡Esto no funciona! –gritó el Primero mirando al Tordo. El tordo opinó que posiblemente se había pasado de dosis, lo había dejado demasiado divagante, pero que en su opinión se trataba de un perejil que no sabía en lo que se había metido. Dejémoslo un rato a ver si metaboliza y se pone a punto.- concluyó.

sábado, julio 08, 2006

21 - ¿Le Avisaron al Goyo?

En cuanto pudo sacar la bicicleta a la calle entró a pedalear con la intención de retirarse del negocio de los caños. Lo suyo era el pasto y los ligustros, cosas naturales que no pateaban ni se rompían como esas mierdas! Al llegar a la primera esquina fue llamado por el Cholo que venía a pié. Te veo después,- le dijo.- No que después –replicó el amigo-Tengo que hablar ahora con vos. De dónde venís tan serio? –De la casa de un tipo raro, ahí en la otra esquina enseguida de lo Finoquieto.- Ah, el milico ese.- ¿Es milico?- Sí, tiene una agencia de seguridad.- ¡Mirá! ¡Yo sabía! No me había gustado nada-dijo Manuel mirando maquinalmente hacia atrás como si….¡Allá viene! -¿Y qué importa que venga…?
Manuel dejó al Cholo con la boca abierta y enfiló la bicicleta por un sendero que cruzaba por entre los pinos de varios baldíos. Todavía miró atrás una vez, justo para ver al tipo asomado en la ventanilla de la Cherokee hablando con el Cholo y señalando en dirección a su huída. Pero cuando volvió la vista a su camino, allí adelante se estaba abriendo un boquete redondo que como no pudo frenar, lo tragó con bicicleta y todo. Pero no llegó al fondo, porque aquello parecía hecho de una sustancia elástica que se estiraba y estiraba a lo largo así como se iba estrechando en el otro sentido y apretándolo como si fuera un gigantesco condón. ¡Qué puta!-exclamó cuando apretado tanto como él el manubrio de la bici le empezaba a apretar los huevos y los pies a meterse entre los rayos de la rueda delantera uno y el otro a enredarse con la cadena… ¡No podía respirar! Se terminó la luz y dejó de tener la sensación del cuerpo. Se había transformado en una mente que navegaba un espacio indefinido, silencioso y calmo. Poco a poco iba recuperando las imágenes olvidadas del otro viaje, el de la bola blancuzca y la balacera. Claro- pensó- pero ahora es distinto, no veo ninguna imagen, esto es oscuro, sin ninguna transparencia y…Sí, la oscuridad iba en aumento pero por algunos lados comenzaba a percibir líneas de cierta claridad como que…De pronto se sintieron varios ruidos y la líneas claras se iluminaron mucho más volviéndose verdaderas estrías finísimas por donde entraba luz al lugar en que estaba arrollado con bicicleta y todo y que no lograba entender qué era. Estaba doblado entre los fierros y apoyado el tórax sobre una cosa plana que parecía de madera y los ruidos de afuera estaban ahora más próximos y parecían voces de varias personas conversando…
Pensó en pedir socorro pero, algo en su mente, como una sabia voz del más allá le advirtió en silencio que no lo hiciera. Entonces se puso a escuchar lo que hablaban del otro lado, a tratar de escuchar, que no mucho entendía, opacadas como llegaban a él las voces. Sólo algunas palabras se destacaban del murmullo aglutinado. Traidores, hijos deputa, eso no era lo pactado, yo le dije al comandante, el pelotudo ese, que no me vengan a joder, todo va a jugar en contra… Como Manuel no lograba entender se puso a reconocer el terreno sin moverse, a atender a las distintas sensaciones que le dieran pistas sobré qué era ese lugar dónde estaba. Definitivamente su pecho descansaba sobre una tabla que terminaba a la altura de la boca del estómago. Desde ahí para abajo no tenía contacto más que con los fierros de la bici que parecía estar más abajo que cuando el condón les había comprimido. Ahora lo que parecía ser el manubrio presionaba la pierna derecha y lo que tocaba con el talón izquierdo bien podría ser el asiento… Afuera los que hablaban eran ahora más. Los recién llegados parecían enojados o nerviosos, decían que había que hacer algo, no dejarlo sin apoyo. ¡Es de los nuestros! ¡No vamos a hacer nada!-preguntaban. ¡Me cago en dios!-afirmaban y volvían a empezar con las mismas frases. Uno preguntó de pronto por el Goyo. Si estaba informado, si le habían avisado. La respuesta fue dicha en voz baja y Manuel no la pudo entender ni tampoco lo que siguió que fueron varias voces simultáneas junto con ruidos de sillas y tacos sobre el piso. Los recién llegados se iban y quedaban los tres del principio. Porque Manuel ahora estaba seguro que eran tres. Uno de ellos, después de una pausa y cambiando de todo dijo que porqué no tiraban unos tiros a lo que siguió otra serie de ruidos y taconeos que Manuel sentía aproximarse. De pronto las endijas se ensancharon brutalmente encegueciendo a Manuel y callando a los tipos que parados frente a la puerta abierta del armario no podían entender que era eso que doblado y encajado llenaba todo espacio posible donde esperaban encontrar sus fusiles de práctica habitual.
Uno le cazó por el cogote al grito de: ¿Qué hacés metido ahí?-y le empezó a sacar a los tirones ayudado por los otros que lo desdoblaban y desenredaban las patas de entre la bicicleta. Estaban desconcertados.
-Es un espía,- dijo uno.
-¿Un espía en bicicleta dentro del armario?-preguntó el segundo.
-La bicicleta no,-aclaró el tercero.
-¿Un ladrón?-retomó el primero.
-¿De armas?- siguió el segundo.
-Que cuando nos sintió llegar se metió ahí dentro…-completó el tercero.
A continuación el primero le empezó a sacudir el pescuezo revoleandole la cabeza como si fuera un muñeco de trapo.
-¿Qué hacés acá?
-¿Yo…?...Nada…
-Hablá o te entro a quemar con el cigarrillo!
-No! Perá, perá…Yo…alguien me metió aquí…
El primero le plantó el cigarro en el dorso de la mano. Manuel gritó. El segundo le pegó un piñazo que le llenó la boca de sangre. El tercero se rió.
-Mirá que esto me encanta, así que tratá de decir la verdad. ¡Toda la verdad!
-Me mandaron a robar armas.
-¿Qué armas?
-…armas…
Hubo otro flash que Manuel no llegó a saber a qué se debía. Estaba inconciente.

20 - Cosas Mal Hechas

Pero a tiempo se agarró de la puerta de la alacena que lo aguantó bastante bien –maderas macizas y gruesas bisagras importadas- salvo que la puerta tiró del mueble y el mueble de su anclaje en la pared, que por lo visto no estaba muy bien hecho porque empezó a ceder y a largar un polvillo de revoque que por detrás de las maderas iba cayendo en la pileta de acero, que de no ser porque Manuel se apoyó con una pata en la mesada, tal vez se hubiera venido todo abajo. En cambio así, apenas si se agrandó un poco esa rajadura que ya tenía el mármol, que obviamente ya tenía, porque tremendo mármol de grueso no se iba a partir por sesenta quilos más o menos.
Se bajó con cuidado y habiendo comprobado que le habían dejado sólo, tomó un repasador del fregadero, recogió prolijamente el polvillo caído y cerró la puta puerta del mueble. La señora apareció enseguida por el lado opuesto. Detrás de ella venía el marido alto, cejijunto y bigotudo, con un maletín de cuero negro y cierres de brillantes cromados que lucían tanto como el anillo de plata, protuberante y agresivo que portaba en algún lugar de la mano derecha. Ah, este es Manuel- dijo, entreteniendo un poco el paso al enfrentarse, que no mucho, porque cuando Manuel ya le extendía la mano, el hombre giró el cuerpo para dejar el maletín sobre la mesa, enfilar hacia otra puerta y perderse en un sospechado pasillo oscuro. La señora, en cambio había quedado parada, mano contra mano e incipiente sonrisa de compromiso. Qué le parece- preguntó, sin aclarar a qué o quién se refería, si a la mancha de humedad o al marido. Hay que picar el revoque hasta la pérdida,-diagnosticó Manuel, con su mejor voz profesional, que disimulaba, creía él, su pensamiento de que con tantas manchas a la vista era la cañería entera la que habría que cambiar, cosa que superaba su pequeño oficio de remendón, a no ser que mediara muy buena paga en cuyo caso era capaz de acometer la tarea aun a riesgo de hacer cagadas. Agregó después de una pausa que la gotera del techo debía ser de la bajada del tanque, que debería subir para revisar. El tanque sí- murmuró la señora sosteniendo una mano abierta sobre sus tetas como si algo le doliera por allí, pero sin dejar de sonreír. El tanque está justo encima-agregó- si quiere suba…-¿Habrá una escalera en la casa?- Sí…en el garaje…la puerta está abierta, si quiere subir, ir…esta contra la pared del lado del Clío…
Manuel sacó la escalera del garaje con cierta dificultad porque el Clío estaba muy al fondo no dejando casi espacio, pero puso tanto esmero, que en ningún momento rozó ni golpeó la vistosa pintura del vehículo ni en esa operación ni cuando trasladaba el instrumento por el pasillo que quedaba entre él y el otro, la camioneta Cherokee doble cabina recién estacionada. Lástima que en un peldaño de la escalera se había enredado una vuelta de alambre de acero, de un rollo dejado fuera de lugar por alguien y que, si bien se fue desenrollando tras Manuel, en un momento zafó chicoteado como un látigo y rayando con su punta la impecable pintura bordeaux metalizada de la camioneta.
Aun con no ser responsable del pequeño accidente, igual Manuel puteó al desconocido pelotudo que había dejado ese rollo en el camino y fue a ver o mejor palpar el daño y comprobar que era de mínima importancia, con lo que se calmó bastante y volvía por la escalera a continuar con su trabajo. Cuando estuvo afuera buscó un buen lugar para apoyar la escalera, pues era de las de una sola hoja y además menos alta que el alero. No importa,- se dijo y una vez afirmada comenzó a subir hasta que la cabeza topó con el techo, entonces tiró el torso para atrás de modo que la cabeza se asomara y subió un par de peldaños más, quedando en una posición bastante incómoda pero que, levantando los brazos le permitía prenderse del borde del tejado, que fue lo que hizo para afirmarse así y bolear las piernas en procura de levantarlas por encima. Lo consiguió a medias porque una de las piernas no logró consolidar su enganche y quedó colgando y tijereando en el aire mientras la escalera, lanzada de costado por el envión de las piernas, arrasaba un farolito de hierro forjado que había junto a la ventana de la cocina, cuyos vidrios fueron a caer sobre el lomo del gato de Angora que chilló saltando y corriendo a treparse a una pérgola.
Pero después de muchos intentos y bastante cansado ya, Manuel logró enganchar la pierna colgante, enderezar todo el cuerpo sobre el tejado y ponerse a trepar el plano inclinado rumbo al tanque cuadrado que allá estaba apoyado de un lado sobre la cumbrera de las dos aguas y del otro sobre dos patas de hormigón. Vio que debajo del tanque, en la oquedad triangular, había varios caños y unos grifos herrumbrados por los que goteaba agua que venía desde arriba. Quiso entonces ver el origen de la pérdida y trepó por el costado del tanque tomándose del caño que subía y llegado a lo alto, corrió la tapa para ver lo que era natural que viera: la calma y sombría superficie líquida. Pero también se encontró con un raro aparatejo que nunca había visto. Obvio que se trataba de un interruptor para el motor de la bomba pero, era de un modelo extraño y además colgaba de él una especie de capuchón que algún descuidado no habría puesto correctamente en su lugar. Se estiró introduciendo medio tórax y la cabeza por la boca del tanque y ya iba tomando esa mierda de capuchón con sus dedos cuando una tremenda descarga eléctrica le sorprendió, haciéndole perder los puntos de apoyo y lanzando su cuerpo contra las tejas donde comenzó a rodar cuesta debajo de forma acelerada sin conseguir sostenerse de las tejas que manoteaba, porque las tejas se desprendían, ni tampoco de aquel caño de respiración que encontró en el camino, porque se quebró y ya Manuel llegaba al borde y se iba cayendo cuando logró agarrarse a algo firme y quedar con las piernas- las dos -pendulando del alero.

miércoles, julio 05, 2006

19 - Veranillo, Humedad y Tetas Blancas

El sol ya se filtraba por entre las ramas de los pinos cuando Manuel dejaba de modorrar entre sábanas y frazadas, todas suyas desde el amanecer, cuando sin ruidos, la flaca había levantado su cuerpo del colchón, caminado descalza hasta la puerta y luego calzada hasta su bicicleta, que había dejado tirada en el pasto la tarde anterior. De modorrar dejaba Manuel y de jugar a estar dormido, cada vez más consciente de que era hora de ponerse en movimiento en procura de ese nuevo trabajo que mal que bien le arrimaría algunos buenos pesos al bolsillo. Claro que antes tendría que terminar el arreglo de la pastera, que aunque no iba a llevar enseguida hasta esa casa, la iba a precisar de todos modos aunque no fuera este un trabajo de césped.

Abrió los ojos. El tiempo era el mismo de los últimos dos días, veranillo intempestivo encajado luego del último temporal de lluvia y vientos y seguro que antes de otro que se vendría de un momento a otro, tal vez de viento y frío. Se tiró de la cama, resonó los talones en el piso y en cuanto estuvo parado se encaminó al baño para el aseo y el peinado, a la cocina a manducar algún resto de la noche y al fondo a terminar lo inconcluso.

Para el mediodía salía en la bicicleta con el papelito de la dirección en el bolsillo. Chalet Las Orquídeas, por Becú hasta el fondo y doblando a la derecha en el mástil dos cuadras a la izquierda y una a la derecha pasando la casa de los narigones Pereira. Evaristo Ferrari era el desconocido dueño, cosa que también estaba escrito con letra menuda y prolija, señor de mucha guita, según la flaca, y una camioneta doble cabina.

Lo atendió una señora teñida de rubio con un gato angora en los brazos. -¡Justo ahora que mi marido no está!-dijo momentáneamente compungida. Manuel le pidió que le explicara cual era el trabajo, que él igual vendría en el momento oportuno. -No,-corrigió la señora ya algo animada- No es problema, yo le explico. Lo principal era el césped pero habían otras cosas. -Que no sé si usted se ocupa-continuó-lo veo tan joven que…y otra vez se detuvo, mientras recorría con la mirada de arriba abajo a Manuel deteniéndose en la cara y después en los propios ojos, demasiado tiempo para una simple duda, sonriendo entre nerviosa y avergonzada –no sé si usted…no sé si vos hacés arreglos de plomería porque tengo unas manchas de humedad y una gotera en el techo de la cocina…vení, vení que te voy a mostrar…

El chalet era muy grande, colocado en medio de una proa enmarcada de ligustros y sobre un amplio césped lleno de peladuras y matorrales de yuyo, así como cagadas de perro, sachets vacíos de leche y latas de atún bonito. Adentro no, todo relucía y olía a cera y Agua Jane. Gruesos muebles de algarrobo, estufa de leña tamaño garaje, con herrajes como para colocar y asar una vaca, alfombra silenciosa de pared a pared…El resto eran guampas de venado, ceniceros de cristal, una lámpara de pié, almohadones color arena y un barcito sobre un lado en cuyo pequeño mostrador restaban olvidados un par de vasos anchos y culones con restos de bebida en el fondo…La señora había entrado en confianza. Por aquí, vení seguime…Ah, cómo me haría falta una persona como vos de forma permanente…para mantener en funcionamiento todo este caserón! Ves, aquí arriba, esta mancha y aquí abajo contra el zócalo…-se agachaba para indicar y de paso mostraba por el escote abierto de su blusa un par de blancas tetas, demasiado blandas y pecosas para el gusto de Manuel. -Y aquí arriba que no se ve porque queda encima de la alacena, pero…Vení subite que yo te sostengo la silla…así. Ah perdón ¡ casi te hago caer! Apoyate nomás, apoyate en mi hombro que…Ah ¿y ese ruido? Ha de ser mi marido que…
Entonces sí, casi hace caer a Manuel cuando este se inclinaba para ver por encima del mueble y ella soltó de golpe la silla para salir trotando a la ventana del frente y de paso abrir y dejar abierta la puerta del jardín por la que habían entrado y arreglarse la blusa cuyo botoncito superior de nácar habíase por accidente desprendido.

lunes, julio 03, 2006

18 - La flaqueza del flaco.

Terminado el baño Manuel hizo lo de siempre, caminar en bolas por la casa, dentro de lo que su casa permitía, mientras con la toalla se iba secando el pelo, negro y ondulado, que se le iba agrandando, dándole a él, flaco como era, un parecido gracioso con un arbolito de redonda copa. Andaba de un lado a otro canturreando esa “yo no quiero ser normal”, marcaba las baldosas con sus patas mojadas, miraba por la ventana del frente, por ver más lejos nomás, aquellos pinos desparejos y dunas cubiertas de pinochas, detrás de lo que, casi de perfil, asomaba el galpón de los Oroño y de su puerta siempre abierta la motito del Toba y, aun más lejos, entre los mismos troncos de siempre, los calzones colgados de las hermanas Bronté, a los que conocía más aun que a sus dueñas que, sólo veía los domingos cuando pasaban para la misa.
Le gustaba que corriera esa brisa desde la puerta del frente hasta la del fondo soplándole las bolas y secándolas lentamente de forma natural, sin refriego de trapos. Sentía los miembros flojos y libres, propensos a alguna suerte de baile o acrobacia ligera que no le exigiera esfuerzo, como nadar o volar por sobre los techos de las casas, extendiendo los brazos como alas de pájaro que en el planeo describiera curvas y…
En eso andaba cuando sintió la voz exclamativa de la flaca que, desde la puerta y habiéndolo visto en pelotas, gritaba:
-¡Papiito!
Fue a su encuentro como estaba y la envolvió con el toallón por la espalda, formando una tienda de campaña dentro de la cual se besaron con blandura y mucho sabor. Después que pudo tomar aliento y salir de la carpa, la flaca le contempló a las risas.- En bolas y con la puerta abierta, ¡qué te pasa flaco! –Nada. Nada me pasa, flaca. Sólo que tenía ganas de bañarme y secarme con el aire más que con la toalla, y justo llegaste vos, mi aire fresco, lo más lindo que conozco.-Ah, me gusta porque estás poético.-Y vos a mi porque te reís así doblando los bordecitos de la boca un poquito para arriba y un poquito para abajo, hijadeputa, como una burla y provocación, que me dan ganas de seguir la joda.- No, joda no. Que vengo sólo de paso a traerte un trabajo y me voy porque yo también tengo que hacer, flaquito horrible, que si me entretengo me dan ganas de quedarme y mandar a la mierda a la vieja Palomeque con sus perras y su marido.- Mandala…! Y quedate conmigo y besame, flaca que preciso mucho tus besos, así…y…así… Y no me hables de trabajo que estoy muy cansado y triste porque hace mucho que no nos vemos…-Mucho no, flaco que fue anteayer y estuvo bueno cómo me bañaste con tus babas asquerosas, hijodeputa.-Y vos a mi flaquita divina con esos labios, los de arriba y los de abajo todavía más sabrosos y…-No. No me saques la ropa, que me estoy yendo. Te dejo esta dirección del jardín nuevo para que hagas que es del…-Que te digo, flaca que estoy muy cansado porque en estos días…-¡No me mientas! ¡Que ya sé por el Rulo, que estuvo aquí y estabas durmiendo boludo a media tarde!-Bueno… no sé por qué estoy cansado pero estoy, flaca.- ¿No será de andar revolcándote con alguna puta por ahí?- No, que voy a andar, si la única putita que conozco sos vos, flaquita divina, la más putita y la más linda que hay! Vení, vamos a la pieza mi amor que cada vez te quiero más!- Mirá, si serás mentiroso, flaco de mierda que ahora te entra el amor, mentiroso, para llevarme a la cama, que si no fuera que me estoy dejando llevar porque me gusta…y que la vieja bañe sus perras y de paso al marido que anda con ese olor a trapo ardido de humedad…flaco, porque estás imposible…

sábado, julio 01, 2006

17 - Oesterheld - Ernie Pike

De pronto se dio cuenta, lo recordó de golpe. Volviendo de un olvido inexplicable estaba otra vez allí aquella cara, esta cara que veía en la revista. ¿Cómo podía haberla olvidado?! Por supuesto que el narigón de la solapa era Ernie Pike el cronista de guerra. El le conocía de muchos años, de cuando iba a la casa de su abuelo y le asaltaba la piecita del fondo donde el veterano guardaba cajones llenos de revistas viejas. Hora Cero, Frontera, Rayo Rojo, D'artagnan... Su preferida siempre fue Hora Cero, tal vez por los dibujos de Hugo Pratt, aunque también dibujaba en Frontera...Pratt era un genio aunque había otros...Oh, ahora recordaba a Brescia! Otro genio y además uruguayo...¿Cómo pudo el por un momento olvidar todo aquello! Tan entusiasta se había hecho de las historietas en esa época que soñaba con dibujarlas, con estudiar dibujo, que su abuelo le animaba y le felicitaba por cada nueva copia que hacía del sargento Kirk o de los indios remando en las canoas (su escena favorita)....Manuel fue entonces, pasando otra vez las páginas, una a una hacia atrás y las emociones una a una volvían a tomar vida. Claro, Ernie Pike, el narigón ese aparecía poco en los dibujos porque era quién presentaba la historia y a veces al final hacía un comentario. Pero las historias eran...sí, siempre de guerra, de la segunda guerra, aunque las guerras no tienen número. Siempre hay guerra! Hasta en el Uruguay hubo guerra y no hace mucho! Porque lo de los tupas había sido una guerra contra...¿Contra quién era que peleaban los tupas? Contra Pacheco...No. Cómo iban a hacer una guerra contra un sólo tipo...Lo hubieran reventado enseguida! Contra los ricos...No, tampoco. ¡Puta! Iba a tener que preguntarle al Cholo. Ya se imaginaba la cara del Cholo cuando le preguntara! Porque ya le había preguntado cosas así varias veces y el Cholo le volvía a explicar aquello de que una cosa es el socialismo y otra distinta el comunismo porque... Aquel día en el comité de base que le explicaba esas cosas y pasaba la flaca Magda que él ya conocía y ella revoloteaba por alrededor y el Cholo seguía y el se olvidaba y la flaca volvía y el olfateaba en el aire un no sé qué con las narinas agrandadas y gotitas sobre los labios. Y todo eso que me decía el Cholo. Pero los otros al fin ganaron y los cagaron a todos, pobres y los metieron en esos tubos...Claro que ahora están en el gobierno y...al final quien fue el que ganó? El Mujica ese, por ejemplo, qué viejito zorro! Que él había votado...¡Su primer voto! Y que volvería a votar porque...¡No iba a votar a los ricos! Bueno pero me voy a tener que bañar-se dijo- porque estoy hecho...No que voy a estar hecho si hoy me bañé. Y sin embargo tenía la sensación de estar sucio. Se revisó y se olió...-A ver...No, estoy limpio. Hasta buen olor tengo, guachito divino que soy!-Se levantó del water, se enderezó y se siguió mirando con desconfianza, porque la sensación de estar sucio le continuaba y hasta le molestaba. Se revisaba las bolas y se pasaba los dedos por ellas que después olía, se revisaba de la misma manera los sobacos y metía la nariz cuanto podía bajo el brazo...Nada.-Maniático a los veinte años! Mirá cuando tenga la edad de Mujica! Bueno, tirá la cisterna y dejate de joder que...Ah, la cisterna, sí que le tengo que sostener el fierrito hasta que desagote y llene que si no la mierda esta no carga. También a quién se le ocurre hacer una cisterna toda de plástico! Claro y yo voy y la compro! Bueno... Toalla limpia tenía y champú...por si llega la flaca que hoy es posible y no estaría mal porque ando...claro. Hoy en el patio arreglando la pastera, ja daba vuelta la cabeza para el frente a cada rato confundido por las moscas que volaban, sí mi cabecita vuela...es que la flaca me tiene loco. A ver sí tengo otro calzoncillo limpio, amarillo también. Qué maniático que soy, me cago en dios. Y olvidarme de Ernie Pike! No ves que me estoy poniendo viejo a los veinte años! ¿Y ese ruido...será...? No, que boludo! Es que la flaca...Me chupa y me chupa y yo cada vez quiero más...