sábado, noviembre 21, 2015

990. Yo también

 Pero antes de partir aun discutieron otro punto y lo resolvieron, Magda se quedaría allí, para no arriesgar  a Ulyces, y Aberlardo también. Sólo Mandinga les escoltaría  en  la gran gran bola rayada.
Manuel dejó que Ana condujera la bola, pero se quedó a su lado pidiéndole que explicase a viva voz cada imagen que se formaba en su cabeza cuando entraba en sintonía con las cuerdas, porque si él advertía cualquier tipo de disonancia iba a intervenir para corregir el rumbo.

A un segundo de distancia partió Mandinga siguiéndoles en su sillón giratorio frente a aquella gran ventana de puro aire sólido.

Llegaron al toque sin ningún contratiempo, para encontrar al otro Manuel, todavía mirando para arriba contemplando esa misma bola que acababa de irse tras la quimera mental de Ana cuando se había dejado llevar por el recuerdo de los cuadros de Van Gogh que había estado mirando poco antes de la caída de la bola entre los frutales del fondo. Ja. Toda una serpiente que se muerde la cola. El mundo se mordía la cola, y se reía de estos pobres muchachos que ahora se miraban a sí mismos uno frente al otro...

--Hola, Manuel? Yo también...

-- ...

Ana se adelantó para prevenir un posible desencuentro:

--Uno de ustedes sabía con quién se iba a encontrar, pero el otro... vos --lo señaló al más flaco-- ni siquiera sabías que tenías un doble en otro mundo.

--¿Un doble...?
--Sí, yo soy tu doble... y vos sos el mío... es decir.... los dos somos el mismo pero diferentes...
 El otro Manuel (el más flaco) reaccionó:
--Ah, si... Ya antes me había supuesto que eso era posible.
--Te lo explicó tu abuelo Abelardo?
--No, no me dijo nada... ni siquiera me ha enseñado a manejar este aparato --contestó e hizo como que iba a patear la bola que acababa de aterrizar.
--Te la mandó sin instrucciones , je
--Ni siquiera me ha dejado manejarla... hasta hoy que... se la saqué mientras dormía la siesta.
--Ah, entonces tu abuelo está vivo y vive cerca de tu casa...?



   

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